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La ofensiva rusa en el este de Ucrania se ha acelerado en esta última semana, cuando se han cumplido ya dos meses desde el comienzo de la invasión y se acerca la fecha simbólica del 9 de mayo. Esa jornada, Rusia celebra el Día de la Victoria sobre el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial y en Moscú se apuntaba como un posible hito en la guerra contra Ucrania, con algún importante anuncio triunfal por parte del presidente Vladímir Putin en la Plaza Roja. Sin embargo, y aunque el avance ruso continúa en la zona del Donbás y el sur ucraniano, los miles de millones de dólares añadidos por Estados Unidos a la ayuda militar a Ucrania y el anuncio del envío de carros de combate con capacidad antiaérea y de artillería pesada por Alemania y otros países auguran una guerra aún larga y un mayor desgaste que quizá sea imposible de asumir por el ejército ruso.
Esta semana, Rusia realizó con éxito la prueba de un misil balístico RS-28 Sarmat, también conocido en la terminología de la OTAN como Satán 2. El misil fue disparado desde el cosmódromo de Plesetsk, a orillas del Mar Blanco, e impactó en un blanco del polígono militar de Kura, en Kamchatka, este de Rusia y a más de 6.000 kilómetros. Este misil intercontinental, capaz de portar hasta quince ojivas nucleares, fue presentado por Putin hace cuatro años como una de las armas más poderosas del arsenal ruso, capaz de destruir un objetivo en cualquier punto del planeta.
Si bien la prueba con éxito del Satán 2 sube muchos grados la tensión en un mundo en el que los acuerdos regulares de contención atómica parecen solo un mito del pasado, la amenaza principal en estos momentos reside en las armas nucleares tácticas, cuyo uso no había pesado de forma realista en los planes estratégicos de las grandes potencias desde la caída de la Unión Soviética en 1991. Rusia podría disponer de dos mil armas de este tipo, que tienen un alcance mucho menor y pueden ser utilizadas para eliminar bastiones concretos de resistencia, columnas de tanques y unidades estacionadas del ejército enemigo. También pueden aniquilar áreas de poblaciones y los puestos de mando y decisión del contrincante. Una de estas armas tácticas podría, en este sentido, descabezar el Gobierno ucraniano y dar un giro inesperado a la guerra en cuestión de horas.
Rusia podría disponer de dos mil armas nucleares tácticas
La primera alarma nuclear en torno al conflicto armado de Ucrania la dio Putin el pasado 27 de febrero, apenas tres días después de comenzar la invasión. El jefe de Estado ordenó poner "las fuerzas de contención del Ejército ruso en un modo especial de servicio de combate". Ese contingente incluye precisamente las armas nucleares rusas. Dos meses después de comenzar la contienda fue de nuevo tajante: "Si alguien, quiero subrayarlo, pretende interferir en los acontecimientos en marcha y crear amenazas estratégicas inadmisibles para Rusia, responderemos con ataques relámpago y demoledores".
La amenaza de utilizar armas atómicas por parte de Rusia ha sido tomada como una muestra de vana retórica por el Gobierno ucraniano, como dijo el ministro de Asuntos Exteriores Dmitro Kuleba, para quien las afirmaciones realizadas por Putin y otros miembros de la cúpula de poder rusas son solo una baladronada y una muestra de que "Moscú siente la derrota en Ucrania".
Pero después de que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, insistiera también esta semana en que el peligro de una guerra nuclear "es serio y real", una pregunta más concreta sobrevuela los centros de decisión en Washington, Londres y Bruselas aunque sea de momento una hipótesis poco creíble: ¿Cuál debería ser la respuesta occidental ante un ataque nuclear táctico ruso en Ucrania? ¿Llevaría inmediatamente a una escalada nuclear irremediable o hay previstas otras formas de contención ante un desarrollo bélico de esas características?
Las armas nucleares tácticas tienen una fuerza destructiva que oscila entre el kilotón y los 50 kilotones
Las armas nucleares tácticas figuraron en los manuales de combate básicos tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia durante toda la Guerra Fría como parte de los planes de avance rápido en territorio enemigo y descartando el uso de bombas atómicas estratégicas, de mayor capacidad de destrucción. Las armas nucleares tácticas tienen una fuerza destructiva que oscila entre el kilotón y los 50 kilotones (aunque hay alguna de hasta cien kilotones). La bomba que destruyó Hiroshima estaba en torno a los quince kilotones.
No hay una hoja de ruta clara que marque el rumbo a seguir si una de las partes enfrentadas utiliza una cabeza nuclear táctica en un teatro de operaciones específico, especialmente porque en estos momentos no hay un solo comando único en Europa que pueda tomar esa decisión. En tiempos de la Guerra Fría, el llamado "balance de terror" que garantizaba la paz consideraba como un tema a evitar el del uso de las bombas atómicas, pues el resultado parecía evidente: la "total destrucción mutua asegurada", otro de los conceptos de la época.
La guerra de Ucrania parece haber acabado con estas consideraciones. Hay dos líderes, Putin y el presidente estadounidense Joe Biden, el principal aliado de Ucrania, que han manifestado en diversas ocasiones desde que empezó el conflicto su intención de ver al enemigo arrodillado y desarmado. El panorama es muy preocupante en este sentido, pues la retórica de guerra ha superado en algunos casos aquella vertida en los trece días de la Crisis de los misiles soviéticos llevados a Cuba, que, en 1962, puso al mundo al borde de la hecatombe nuclear.
Ucrania no pertenece a la OTAN y el artículo 5 no podría ser invocado
No solo es Rusia la que tiene en sus documentos sobre disuasión nuclear, el último de 2020, la previsión de utilizar armas atómicas en caso de que se ponga en juego su "supervivencia". El propio Biden ha firmado un memorándum que contempla el uso de armas atómicas por Estados Unidos en respuesta a un ataque nuclear o químico. ¿Qué sucedería, por ejemplo, si Rusia atacara un blanco militar en Ucrania, por ejemplo, la siderúrgica de Azovstal, en Mariúpol, donde aún resisten cientos o quizá miles de soldados ucranianos y que impide el control efectivo ruso de esa ciudad del Mar Negro? Ucrania no pertenece a la OTAN y el artículo 5 no podría ser invocado. ¿Pero cuál sería la reacción de Washington y Bruselas, que han prometido hasta la saciedad llevar hasta el final la defensa de Ucrania en el marco de una guerra convencional?
¿Y en qué condiciones estaría Putin dispuesto a utilizar un arma que seguramente le daría una superioridad demoledora sobre el ejército ucraniano? No parece estar en juego la supervivencia de Rusia, pero ¿emplearía Putin esas armas para garantizar su propia supervivencia política? Y una pregunta clave e independiente de la respuesta que pudieran dar Estados Unidos y la OTAN a la detonación de una de estas ojivas nucleares: ¿Cuál sería la reacción de China? Este es uno de los mayores riesgos que podría tener Moscú a la hora de emplear un arma nuclear del tipo que sea. Parece poco probable que Pekín siguiera respaldando a Moscú, aunque fuera indirectamente. El ejemplo del uso de un arma de este tipo pondría a China en un compromiso inasumible. La tensa rivalidad entre sus vecinos India y Pakistán, y las propias diferencias chinas con Nueva Delhi, con la posibilidad de que pudiera ser detonado uno de estos artefactos en las fronteras del Himalaya, hacen poco probable una aquiescencia de China con semejante decisión por parte de Moscú en Ucrania y posiblemente llevarían a una ruptura clara con sus socios rusos.
Serguéi Karagánov, quien fuera asesor de Putin y del presidente Borís Yeltsin, señaló en una reciente entrevista al diario digital indio The Statesman que, para la élite rusa, la guerra de Ucrania es "una guerra existencial" y, por eso, "Putin no puede permitirse una derrota". Karagánov, presidente honorario del Consejo para la Política Exterior y de Defensa, uno de los principales centros de análisis rusos, dijo que, si se observa la historia de la estrategia nuclear estadounidense, parece poco probable que Washington defendiera Europa, y menos aún Ucrania, con armas atómicas. Sin embargo, precisó, en este conflicto "existe la posibilidad de una escalada militar y ese es un escenario abismal. Confío en que se pueda alcanzar algún tipo de acuerdo de paz entre nosotros y los Estados Unidos, y entre nosotros y Ucrania, antes de que se avance más en esa peligrosa dirección".
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