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Antifascistas rusosAntifascistas rusos se refugian del 'KGB' de Putin en el feudo del 'Durruti ucraniano'
Los anarquistas de Kiev se organizan para defenderse de los matones de la Extrema Derecha.
Kiev, Guliaipolei (Ucrania)-
"Compañeros, está a punto de cometerse un atentado contra las dependencias del FSB en Arjangelsk [Rusia] y yo reclamo para mí su responsabilidad directa", escribió la mañana del 31 de octubre del pasado año en un canal de Telegram que frecuentaba (Rech Buntovshchika o Charlas rebeldes). Pocos minutos después, en torno a las nueve de la mañana, la explosión de una bomba hería a tres agentes de los Servicios Federales de Seguridad (FSB), una organización heredera del KGB y directamente bajo la tutela de Vladimir Putin. Tan sólo hubo una víctima mortal, la del propio atacante. El artefacto que portaba sólo podía ser detonado pulsando un botón, y él lo hizo estallar entre sus propias manos. Gracias a las cámaras instaladas en el hall de la comisaría es posible ver el momento preciso en el que un muchacho jovencísimo accede al inmueble del FSB embutido en ajustadas ropas negras y manoseando la mochila de la que sacó la bomba.
"¡Larga vida al comunismo libertario!", escribió a modo de despedida una hora y media antes de inmolarse
En el mismo grupo de Telegram donde alguien con el alias de Valeryan Panov había anticipado el atentado, podía leerse que el explosivo iba dirigido contra los torturadores de anarquistas y contra los criminales de la secreta que habían fabricado ficciones policiales para justificar las detenciones de antifascistas en las principales ciudades del país sin prueba alguna de delitos. "¡Larga vida al comunismo libertario!", escribió a modo de despedida una hora y media antes de inmolarse. Tras la investigación posterior de los hechos, se supo que el autor del atentado operaba su cuenta en Telegram con el nombre de Serguéi Nechayev, un nihilista ruso retratado por Dostoievski en Los Endemoniados que ejerció una notable influencia sobre grupos como las Panteras Negras, gracias a su catecismo del revolucionario.
Único ataque terrorista en 2018
El Gobierno de Rusia se apresuró a calificar lo sucedido de ataque terrorista, mientras daba a conocer un dato que causó perplejidad incluso entre los propios anarquistas. Valeryan Panov era, en realidad, Mijail Zhlobitsky, un adolescente de 17 años del que poco o nada se sabía en los entornos libertarios, más allá de que tomaba parte con frecuencia en las conversaciones de los foros digitales de una estigmatizada organización anarquista rusa -Narodnaya Samooborona (Autodefensa Popular), la mayor del país. Los servicios secretos no vacilaron en atribular a acción al grupo, pese a que ellos mismos admitieron, de forma contradictoria, que Mijail era un lobo solitario y el autor material e intelectual del atentado.
El ataque de Arjangelsk fue el único acto terrorista reconocido como tal por el FSB durante el pasado año, y Narodnaya Samooborona pasó casi de inmediato a convertirse en uno de los objetivos preferentes de los raids políticos patrocinados por los herederos de la KGB, pese a que sus miembros se desvincularon completamente del ataque. Algunos colectivos del movimiento anarquista ruso -muy dividido y fragmentado- llegaron incluso a condenarlo mientras y desacreditaban la decisión del suicida.
Narodnaya Samooborona ya era una de las sectas libertarias más odiadas por los agentes federales de Seguridad antes del atentado y las cosas, necesariamente, sólo podían ir a peor. A partir de aquel Halloween, se atribuyó a esta organización y a sus supuestos miembros, no únicamente el ataque terrorista, sino otras "247 acciones radicales en cuarenta ciudades diferentes", tantas como de las que habían informado en sus muros de las redes sociales.
Frenesí represivo
Ello desencadenó una persecución sin precedentes contra todos los antifascistas y una frenética avalancha de redadas y encarcelamientos. Significativamente, los hechos sucedieron en vísperas de las elecciones. "No han necesitado nunca pruebas para reprimir con brutalidad el movimiento porque disfrutan de total impunidad. Les basta acreditar algún lejano vínculo con Narodnaya Samooborona. Cualquiera que hubiera posteado algo sobre antiespecismo en Telegram o mostrara alguna simpatía por las ideas libertarias era ya un terrorista", nos cuenta un ruso refugiado en Kiev a quien identificaremos como Aleksey.
"No han necesitado nunca pruebas para reprimir con brutalidad el movimiento porque disfrutan de total impunidad", dice Aleksey
Según los testimonios de detenidos y encausados, el frenesí represor del FSB se asemejaba más a una vendetta de la mafia calabresa que a una operación policial. "En tan sólo unos días, se multiplicaron los arrestos arbitrarios y las denuncias de torturas, de acuerdo a un protocolo bien conocido y extendido en las comisarías rusas que consiste en aplicar electrodos a la gente confinada en un sótano para extraer sus confesiones mediante el uso de la humillación y la extrema violencia", asegura Aleksey.
Hemos quedado con él junto al metro de la universidad de Kiev, pero el anarquista ruso -muy nervioso- no nos conducirá junto al resto de sus camaradas hasta rodear tres veces el perímetro de un parque cercano. Cada dos o tres minutos, se detiene escrutando a los transeuntes que caminan bajo los castaños en busca de algún gesto delator, de alguna anomalía... "Pfffffffffffff... ¿Estás seguro de que nadie te ha seguido? ¿Apagaste ya tu móvil? Deberías taparte el parche de las YPG. Cerciórate de encriptar la carpeta de las grabaciones y poner a cero la tarjeta cuando vuelques en tu ordenador los archivos. ¿Estás seguro de que me grabaste de perfil. ¿Usas Signal y Protonmail?".
En estado de paranoia
Cuando el Gobierno ruso y sus servicios de seguridad recrudecieron la lucha contra los anarquistas Narodnaya Samooborona dejó de ser una organización que actuaba en los resquicios alegales del sistema y organizaba abiertamente actos políticos entre algarada y algarada para convertirse en una especie de culto de partisanos libertarios en permantente estado de paranoia. "Ucrania no es el mejor de los lugares para nosotros, anarquistas, pero al menos es mejor que Bielorusia, Kazajistán o Rusia, tres de las dictaduras más hostiles del planeta a cualquier forma de democracia o libertad y, por lo tanto, al comunismo libertario", dice Aleksei mientras insiste en rodear una vez más el parque.
Atardece y llovizna; regresan las cornejas a los nidos de ramas y hojarasca que han urdido en las copas de los abedules. Por una de las veredas menos transitadas vemos por fin acercarse a Daniel Galkian en compañía de un antifascista ucraniano que se presenta con el nom de guerre de Nikolai.
Galkian es igualmente ruso, y al igual que Aleksei, escapó de su país en febrero pasado huyendo de la represión a la que el aparato de seguridad ha sometido a todo el entramado antiautoritario. Su caso es bien conocido en Rusia, y sus facciones, también. Antes de concertar la lista hemos leído en los diarios moscovitas que la policía rusa le obligó a autoinculparse de algún acto violento, tras arrestarle junto a otros once compañeros. Literalmente, sostiene, la FSD le arrancó una confesión "a hostias" para arrojar después como despojos a los medios rusos de comunicación la foto de su rostro tatuado, su verdadero nombre y su historia falseada. Tras torturarlo con descargas eléctricas durante dos horas, le arrastraron a empujones frente a un reportero del Perviy Ganal y le ordenaron desacreditar al movimiento al que pertenecía. Ese es el motivo por el que él, y sólo él, accede a entrevistarse ante la cámara y a cara descubierta. Ya no tiene nada que ocultar.
"Me llevarán a un bosque"
Tan pronto como fue liberado, aseguró: "Hablaré, daré a conocer lo que en realidad sucedió como pueda, a través de todos los medios y recursos posibles". Y lo que contó a propósito de los métodos usados por la policía rusa resultó escalofriante. "Duermo muy mal. Presiento que vendrán tras de mí, derribarán la puerta y me llevarán a algún lugar de un bosque. Porque en Rusia esto es lo que se hace a las personas, a los activistas", escribió aquellos días. La presión le resultó tan insoportable que terminó escapando al único país no regido por dictadores al que le franqueaba el paso su pasaporte ruso: Ucrania.
"Los anarquistas rusos tenemos sentimientos enfrentados en relación a lo que sucedió en Arjangelsk", nos dice Galkin
"Los anarquistas rusos tenemos sentimientos enfrentados en relación a lo que sucedió en Arjangelsk", nos dice Galkin. "Creemos que fue un acto heroico pero también muy triste. Tenía sólo 17 años. Era un chaval con un fuerte sentido de la empatía y en algún momento, perdió la paciencia y decidió responder a las torturas de anarquistas, algo tan común en Rusia como la fabricación de pruebas o la invención de tramas u organizaciones como Network o La red, un fake creado ad hoc por la policía para justificar la brutal persecución de todo el movimiento libertario. A partir del atentado, los servicios de seguridad dejaron de diferenciar entre la actividad política legal de la mayoría y los métodos de acción directa, si es que alguna vez lo había hecho. No se conocen actos de salvajismo semejantes ni en las timbas más autoritarias del planeta", añade mientras traza círculos nerviosos con las punteras sobre el lodo.
A alguno de los activistas le ofrecíeron un mandarina tras conectarle a una dinamo y someterlo a las descargas, desnudo y boca abajo, durante más de dos horas. Las actividades criminales y la verdadera implicación en el movimiento libertario de la mayoría de ellos consistía en postear consignas antiespecistas por los foros de las redes.
Bajo amenaza nazi
Al menos, en Rusia -se consuelan-, los nazis carecen de la fuerza necesaria para actuar con la insolencia que demuestran en Ucrania. Algunas semanas antes de nuestra cita en Kiev, un anarquista fue apuñalado por un miembro del National Corps, una de las organizaciones ultranacionalistas y fascistas más poderosas del país, tras la caída del ascendiente de Svoboda. "En toda Ucrania no debe haber más de un centenar de anarquistas, y una pequeña porción de ellos somos refugiados rusos", dice Aleksey. "Carecemos de la fuerza necesaria y del número para actuar abiertamente en un entorno como este, así que recurrimos a las clásicas tácticas partisanas de acción directa", añade. Nikolai, el ucraniano, un converso libertario que abrazó la causa anarquista durante el Euromaidan, es miembro de una organización antifascista conocida como Rev Dia, o Acción Revolucionaria.
Algunos días antes de nuestra cita en el parque con los rusos, nos habíamos reunido en una de esas barriadas de la periferia de Kiev con algunos de los camaradas de Nikolai, miembros, como él, de Rev Dia. Pese a ocultar sus caras tras una balaclava, reconocimos fácilmente en la mirada de uno de ellos a uno de los activistas que aparecían en un documental producido por el británico Jake Hanrahan, de Popular Front, hace ahora medio año.
Armados con AK
El vídeo -publicado en Youtube- mostraba a algunos comunistas libertarios de riguroso luto en una especie de academia improvisada de streetfighting y disparando sus AK contra los árboles de algún bosque nevado de coníferas. "Sí, es cierto, tenemos armas, pero sólo para autodefensa. No te olvides de que aquí, en Ucrania, somos extremadamente vulnerables", nos dice Nikolai. Tras la difusión del vídeo del inglés, la policía ucraniana irrumpió en su domicilio para tratar de persuadirle que se uniera al Ejército y acudiera a combatir a los rusos del Donbass. Probablemente, lo habían identificado, pero a diferencia de sus camaradas rusos, no acabó siendo torturado en un cuartel.
En total, no hay más de un centenar de anarquistas en toda Ucrania con una militancia activa (aunque son muchos más quienes dicen simpatizar con este movimiento). Y los que hay, como en Rusia, viven en las catacumbas de una sociedad que ha aceptado sin complejos que se bautizara una avenida principal de Kiev con el nombre de un asesino de judíos, ultranacionalista y colaboracionista de los nazis: Stepan Bandera. Aprovechando la atmósfera social de exaltación nacionalista, la historiografía oficial ha rehabilitado al creador de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (1909-1949) convirtiéndole en un héroe a pesar de sus crímenes, probados y abominables.
Matones y mercenarios fascistas
Ninguna de las formaciones abiertamente fascistas que concurrieron a las elecciones presenciales ganadas hace unas semanas por Volodimir Zelensky -un comediante de origen judío apoyado por uno de los mayores oligarcas del país, el multimillonario Igor Kolomoiski- obtuvieron unos resultados reseñables, pero eso no impide que ciertos grupos de ascendiente nazi como los National Corps de Andriy Biletsky sigan captando la simpatía de decenas de miles de ucranianos. El partido de Extrema Derecha se apoyó en sus inicios en los viejos veteranos del Batallón Azov, que habían combatido en el Donbass contra las fuerzas proxy de los rusos.
"Les interesa menos la política que el dinero, aunque se les llene la boca hablando de los valores nacionales", nos dice Nikolai
Algunas bandas de matones nazis como el C14 operan casi abiertamente en algunas ciudades ucranianas, algo impensable en otros países de Occidente. Tienen incluso la osadía de registrar para exhibir en Youtube sus razzias a algunos barrios de chabolas de gitanos. "Les interesa menos la política que el dinero, aunque se les llene la boca hablando de los valores nacionales", nos dice Nikolai.
En efecto, adaptándose a las nuevas circunstancias, los miembros del C14 van camino de convertirse, si no lo han hecho ya, en un pequeño ejército de mercenarios violentos al servicio de algunos empresarios del negocio inmobiliario. Suelen ser muy requeridos, por ejemplo, para intimidar a algún viejo vecindario, y sacar a la gente por la fuerza, para allanar el terreno a la especulación, o permitir que algún magnate construya alguno de esos monstruosos hipermercados sobre las barriadas de jrusovas situadas en lugares privilegiados.
Niegan ser nazis
Los miembros del C14 niegan ser nazis, y se resisten a admitir que su nombre tenga su origen en las famosas catorce palabras del supremacista blanco David Lane: "Debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos".
En Rusia el problema es su gobierno dictatorial y el temible aparato de seguridad e inteligencia que suplantó al KGB, sus servicios secretos. En Ucrania, inquietan más las bandas de fascistas y sus conexiones con algunos funcionarios policiales y del Ministerio del Interior. "La guerra en el sureste ha dado mucho fuelle a los sentimientos ultranacionalistas, pese a que la gente todavía no parece lista para apoyar masivamente en unas elecciones a alguno de sus caudillos. Nosotros nos movemos bajo la superficie porque somos tanto el blanco de la policía como de los nazis. Es la única forma que tenemos de sobrevivir y defender nuestras ideas antiautoritarias, sin ser identificados, en tanto esperamos mejores momento para contratacar", nos revela Nikolai.
"Los del National Corps no admiten ser racistas y pretenden venderse como nacionalistas respetables", añade Aleksey. "Pero si echas un vistazo a sus perfiles en las redes sociales, a sus conversaciones o sus tatuajes, no te costará trabajo concluir que son neofascistas. Lo que los hace aún más peligrosos son sus vínculos con la policía y con altos funcionarios de Interior. No sólo están patrocinados por algunos oficiales, sino que, además, eventualmente, reciben de ellos directrices".
Odio enconado hacia Moscú
En la vida política ucraniana han sobrevivido algunos comunistas, nostálgicos de la URSS y a quienes, por otra parte, se les prohibió concurrir a las elecciones presidenciales. La ley de descomunistización de Petro Porosenko ha barrido todo rastro de la vieja iconografía soviética, pero también, al mismo tiempo, de cualquier otra cosa que recuerde a los tiempos rusos de dominación. Y el odio hacia Moscú aún se ha enconado más desde la reciente ocupación de la Península de Crimea. En Odesa, se reemplazó una estatua de Lenin por otra de Darth Vader y las antiguas arterias principales dedicadas a Vladimir Ilich, han mudado su nombre de forma sistemática por el del escritor Tarasa Sevchenko, hasta en la más remota aldea del país.
En ausencia de cualquier otra alternativa progresista que plante cara a los populistas al servicio de los oligarcas y a los codiciosos nacionalistas demagogos, ese puñado de antifas ucranianos son el único rescoldo de la revolución liderada por Néstor Majnó (1889-1934), el Durruti ucraniano, durante los años 20. Esto es todo lo que queda en el país de aquellos miles de campesinos del sureste del país que demolieron las instituciones medievales de su tierra ocupada hace poco menos de cien años.
La llamada Armada Negra fue derrotada gracias a la traición de los bolcheviques, y a los múltiples frentes que tuvo que atender, mientras luchaba contra rojos y zaristas
Esta circunstancia es sorprendente, considerando que Majnó y sus camaradas llegaron más de la mitad del país gracias al único ejército de comunistas libertarios que haya merecido tal nombre desde que protoanarquistas como Proudhon sentaran las bases de esa filosofía política. La llamada Armada Negra fue derrotada gracias, entre otras razones, a la traición de los bolcheviques, y a los múltiples frentes que tuvo que atender, mientras luchaba contra rojos y zaristas. Claro que la falta de organización y de objetivos políticos específicos también pesó en aquella derrota, según insinuaba el propio Majnó en las cartas que le dirigió al italiano Errico Malatesta desde su exilio de París.
A diferencia de Bandera, ninguna avenida principal de Kiev rinde homenaje al icónico líder anarquista de Guilapolei, más conocido y respetado por lo que verdaderamente fue en Occidente que en su país de origen. Ciertamente, la gente le conoce, pero aunque se ha preservado su memoria, está se ha desvinculado totalmente del proyecto político comunista libertario que alentó a Majnó y sus camaradas.
Majnó al lado de Bandera
Lo paradójico es que hoy se le reserva incluso un sitio de privilegio al lado de Bandera en el panteón de los héroes ucranianos: el agua y el aceite; el antiautoritarismo internacionalista y el humanismo radical de un líder campesino y el odio cerril y las pulsiones violentas de un sicario de Hitler revueltos en el mismo saco de las pulsiones rusofóbicas.
"Situar a Majnó junto a Bandera es, en primer lugar, un anacronismo, porque el anarquista vivió y luchó al menos veinte años antes. Pero que los ultras de Svoboda rindan culto a su figura es un acto inequívoco de usurpación histórica que sólo puede entenderse en el contexto de una amnesia política colectiva inducida por el Kremlin y por el anticomunismo que arraigó como una nueva religión, tras la caída de la URSS", nos cuenta un catedrático de Kiev. Teme, como todos los activistas que combaten a los grupos de Extrema Derecha, terminar en una cuneta, de manera que nos ruega que omitamos su nombre.
"La mayoría de los ucranianos creen que el anarquismo es sólo una patraña semejante al estalinismo, algo contaminante y peligroso de lo que deberían preservarse y a poder ser, no mentar tan siquiera", añade. "¿No es en realidad el anarquismo la madre del orden o alguna especie de dictadura?", nos dirá días después Soya, una recepcionista de un hotel de Mariupol.
En efecto, los bolcheviques, con Trotsky a la cabeza, exterminaron hasta el último rebelde, y con él, cualquier traza de memoria del comunismo libertario que hace algo menos de cien años inspiraba a los líderes de la Armada Negra. Muchas de las mentiras extendidas por el Kremlin arraigaron y se perpetuaron, incluso hasta el presente. El Gobierno de Ucrania niega el pasado fascista de Bandera con el mismo celo que oculta el anarquista de Majnó.
"Majnó era un maldito bandido que mató a mucha gente de mi familia", nos dice la camarera de una pizzería en el puerto de Berdiansk, mientras nos cuenta un par de historias sobre sus aristocráticos orígenes y algún abuelo de su abuelo, que ostentó en el pasado el título de atamán. Que la Armada Negra de Majnó luchara contra los rojos, los zaristas y sus aliados extranjeros es la parte que subraya el Gobierno de Kiev para rehabilitarlo sin ensuciarse. De lo que no mencionan nada es de sus esencias libertarias.
Ni patria ni patrón
Ni patrón, ni patria, fuere rusa, polaca, austro-hungara o ucraniana. Esa era su filosofía. La bandera impresa sobre la carcasa del único de los siete aviones de su ejército que logró elevarse - la enseña que literalmente pendía de sus tachenkas de combate- era la jolly roger, las tibias y la calavera de los piratas sobre un harapo negro. Había en ello un mucho de romanticismo libertario. Hasta ser derrotada, la Armada se extendió por Ucrania como un engrudo negro y correoso que estrangulaba cualquier forma de autarquía autoritaria.
"Cuidaros de los bolcheviques. Nos traicionaron a nosotros y acabarán con vosotros tan pronto como puedan", advertía Majnó
Majnó era un pobre campesino, que consiguió adquirir cierta cultura en contacto con los presos del penal moscovita de Butyrka, donde le confinaron por sus ideas, y en particular, gracias a un recluso con el que compartía celda llamado Piotr Arshínov. Le conmutaron la pena de muerte por prisión perpetua, pero logró zazarse del presidio y salió convertido en un recalcitrante anarquista. "Cuidaros de los bolcheviques. Nos traicionaron a nosotros y acabarán con vosotros tan pronto como puedan", le advertía en una carta a los miembros de la CNT, a las puertas de su muerte, en vísperas de la Guerra Civil española. En dos misivas dirigidas al italiano Errico Malatesta, también desde su exilio parisino, admitía que su derrota tuvo también que ver con la falta de rumbo de la revolución que lideró.
Nos hemos desplazado casi mil kilómetros en dirección hacia el Donbass, menos para pulsar la situación del conflicto bélico que enfrenta a los ucranianos contra los proxies rusos que para visitar Guliaipolei, el corazón del Territorio Libre de Ucrania, la ciudad natal de Majnó, y el emplazamiento original de su cuartel de campaña.
La intricada red de carreteras secundarias del suretes -completamente reventadas, como un campo de minas- conectan una miriada de minúsculas poblaciones de evocadores nombres comunistas. Han eliminado la simbología soviética de los viejos koljos, pero por algún motivo, la cenicienta atmósfera de aquel sueño socialista fracasado ha pervivido en la pobreza. La mayoría de los campesinos siguen viviendo en sus antiguas granjas de madera, barro y uralita. Muchos siguen sin tener agua corriente o electricidad.
En la ciudad natal de Majnó
En la ciudad natal de Majnó le han levantado una pequeña estatua que, por supuesto, reemplaza a la de Lenín. El miliciano ha sido cubierto por una pátina brillante de color dorado. Algo desatinadamente kitsch y ostentoso para un tipo bajito que vestía con harapos. A menos de cien metros del museo local de historia y de la replica de una de esas tachenkas con las que libraron mil escaramuzas en la estepa, se han abierto varias tiendas de souvenirs con imanes de nevera, copas de chupito y platos de cerámica con su rostro. Nada, en todo caso, que recuerde que Majnó fue comunista libertario.
"No creo yo que en verdad fuera anarquista. O si lo era, no debía serlo del todo", nos dice un historiador local de origen ruso que nos acompaña hasta el cementerio de Guliaipolei a visitar las tumbas de sus familiares. "¿Cómo?", respondemos por reflejo. Se diría que está tratando de exculparlo. En Ucrania, el anarquismo es un pecado capital, alguna variante criminal y fallida de la inteligencia humana.
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