Alemania Roji-rojiverde: una alternativa para frenar a la derecha en Alemania
La subida en las encuestas de Alternativa para Alemania (AfD) alimenta el debate sobre la formación de un cordón sanitario. Una coalición tripartita entre socialdemócratas, verdes y poscomunistas podría ser una opción, pero también representa problemas para La Izquierda.
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BARCELONA,
La sombra de una recesión se cierne sobre Alemania y, detrás de ella, la de una marea política: el próximo 1 de septiembre se celebran elecciones en los estados federados de Brandeburgo y Sajonia, y Alternativa para Alemania (AfD) podría convertirse en la primera fuerza política en el primero y obtener hasta un 25% de los votos en el segundo, según algunas encuestas.
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Aunque a nivel federal, AfD sigue quedando por detrás de los cristianodemócratas, los verdes y los socialdemócratas, con cada avance regional el partido consolida una importante base territorial, representación institucional y acceso a los recursos que se derivan de ella.
Como ocurre en otros países europeos, las negociaciones para la formación de coaliciones de gobierno se ven sometidas a una presión adicional bajo el peso creciente de los partidos situados a la derecha de la cristianodemocracia. Tras la consolidación estas últimas décadas de nuevas formaciones en el sistema de partidos alemán, y siguiendo el color distintivo de cada formación, a las tradicionales posibilidades de coalición entre conservadores (negro), socialdemócratas (rojo) y liberales (amarillo) se han unido otras, conocidas como coalición semáforo (socialdemócratas, liberales y verdes), coalición Jamaica (conservadores, liberales y verdes) y coalición afgana (conservadores, socialdemócratas y verdes).
Las negociaciones para la formación de coaliciones de gobierno se ven sometidas a una presión adicional
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Poco se repara sin embargo en una cuarta posibilidad, la de las coaliciones entre el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Los Verdes y La Izquierda (Die Linke). Este tipo de coalición roji-rojiverde ya gobierna en los estados federados de Berlín, Turingia y Bremen (el primer Land germano-occidental), a los que, dependiendo de los resultados, podría añadirse también Brandeburgo el próximo domingo.
Uno de los arquitectos de ese tripartito entre socialdemócratas, verdes y poscomunistas que gobierna en Turingia, Benjamin-Immanuel Hoff, concedió a comienzos de agosto una entrevista a la edición digital del semanario Der Spiegel en la que se mostró partidario de extender el modelo al resto del país.
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Según Hoff, a medio plazo podría llegar a alcanzarse este tripartito en Renania del Norte-Westfalia, lo que supondría un auténtico reto para La Izquierda. “Entonces se plantearía la cuestión de cómo se gobierna un estado federado con 18 millones de personas, y qué relación se mantiene con las empresas de armamento o con los consorcios de radiotelevisión que tienen su sede allí”, afirmaba.
Hoff, a quien el medio describe como un político realista, no se llama a engaño por lo que respecta a las posibilidades de un tripartito a escala federal. “Considero más probable una coalición entre verdes y conservadores, o entre conservadores y verdes, que una coalición entre verdes, socialdemócratas e izquierda”, reconocía. Una coalición entre Los Verdes y la Unión Cristiano Demócrata (CDU), la preferida por los medios de comunicación, sería inédita a escala federal, aunque existen precedentes en más de una docena de ciudades.
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Problemas para la izquierda
El giro a la izquierda de algunos militantes del SPD anima a La Izquierda a pensar en la posibilidad de una coalición tripartita, algo que desde hace años defiende, entre otros, la actual co-presidenta del partido, Katja Kipping.
La entrada en un gobierno federal de La Izquierda, que actualmente cuenta con 69 diputados en el Bundestag, debería superar, claro está, las reticencias de los otros dos potenciales socios, no sólo de los socialdemócratas –las disputas entre ambos son conocidas y cuentan con una larga historia, ya centenaria–, sino de Los Verdes, cuyo giro centrista, iniciado décadas atrás pero cimentado durante estos últimos años, está rindiendo resultados en las encuestas y no supone por lo tanto un incentivo para otro tipo de coalición que pueda hacer peligrar ese ascenso.
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El visible agotamiento de los dos grandes partidos tradicionales podría facilitar la apertura a una coalición tripartita
La Izquierda, en cualquiera de los casos, forma parte al fin y al cabo del sistema de partidos alemán desde hace años, un hecho que no puede ignorarse, aunque su irrupción, resultado de una fusión entre los poscomunistas de la antigua República Democrática Alemana (RDA) y socialdemócratas descontentos, fuese vista entonces con recelo por parte del SPD y Los Verdes al abrir un espacio a su izquierda. El visible agotamiento de los dos grandes partidos tradicionales, el SPD y la CDU, podría facilitar la apertura a una coalición tripartita.
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Sin embargo, una coalición tripartita a nivel federal sería no menos problemática para La Izquierda, que debería aceptar, como socio minoritario que sería, el grueso de la política exterior y económica de los otros partidos, entre la que se incluye la pertenencia a la OTAN, algo considerado hasta la fecha como una línea roja.
Si este paso atrás podría llegar a significar tácticamente dos pasos hacia adelante después es una incógnita que pocos partidos de este espacio político han logrado despejar en los últimos años y que, más bien al contrario, ha comportado numerosas disensiones internas e incluso escisiones. En el peor de los casos, significaría para el partido una cooptación que revitalizaría las mismas estructuras políticas y sociales que La Izquierda perseguía abolir.
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En sus famosas Tesis a la transformación de la democracia, Johannes Agnoli –un marxista heterodoxo que influyó en el movimiento estudiantil de los sesenta en Alemania occidental– ya advirtió de una situación así al escribir que “la expresión de la sociedad a través del Estado deviene en la articulación de una pluralidad de partidos”, lo que “significa que mientras diferentes partidos (aunque, desde el punto de vista de las tendencias dominantes, dos tienen supremacía) compiten por el reparto de poder, esos mismos se parecen entre ellos significativamente” y, de este modo, renuncian “a representar grupos concretos o intereses de clase, y se hacen parte de un equilibrio general.”
De manera superficial, continuaba Agnoli, “reúnen a todos los grupos reales y todas las posiciones políticas ideales en una relación de intercambio indiscriminado y excluyen a cualquier grupo con ideas revolucionarias o con interés en cambios estructurales.” En última instancia, estos partidos “se separan de su propia base social y se convierten en parte de asociaciones políticas estatales; se convierten en funcionarios encargados de sostener el equilibrio del Estado.”
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Y una vez en esa dinámica, recordaba, el ”ciclo abierto de rivalidad entre los grupos políticos que se combaten y excluyen será substituido por un ciclo de asimilación que en última instancia lleva a su autoliquidación”, un proceso en el que, podría añadirse, se materializa aquello que se pretendía evitar en un principio, a saber: acentuar el perfil anti-establishment de AfD.