Este artículo se publicó hace 15 años.
Afganistán levanta el telón en Francia
16 jóvenes de Kabul preparan en París montajes de Molière, Brecht y uno propio sobre su día a día
Dedicarse al teatro tal como está el patio es ya de por sí toda una osadía para cualquier joven del planeta. Malos tiempos para la comedia. Ahora pongamos que el adolescente al que se le ocurre la idea es afgano. Pongamos, además, que puede ser chico o, incluso, chica. Pongamos que va en serio y realmente quiere ser un profesional, actuar en salas ante el público, ofrecer calidad. Y coronándolo todo, el muy loco va y reivindica alto y claro su independencia y su libertad radical frente a puritanos islamistas, ocupantes militares y reyezuelos locales.
Una aventura así, en el corazón del Afganistán ocupado por el ejército occidental al 30% y por los Talibán y los yihadistas al 70%, que se han atrevido a lanzar 14 muchachos y dos muchachas afganos, hoy reagrupados en la sala de ensayo del Aftaab Théâtre y a punto de iniciar su gira por algunos de los teatros de mayor reputación de Francia.
Los Aftaab son capaces de poner de pie una sala con una obra de Brecht y otra de ShakespeareEn 2005, los hoy actores profesionales asisitieron en Kabul, con otras 180 personas, a un cursillo organizado por esa maravilla de tropa que es el Théâtre du Soleil de Ariane Mnouchkine, teatrera de todos los combates y fuerza vitalicia de nuestra era. Flechazo total, en el país que tuvo el teatro y la música prohibidos bajo la era Talibán. En 2006, unos 20 de esos estudiantes crearon la compañía Aftaab Théâtre (Teatro del Sol, en lengua dari).
Cuatro años después, algún asesinato después, algún destierro familiar después, y alguna deserción que otra, Aftaab Théâtre son 16 comediantes profesionales entregados totalmente a su causa, con cuatro piezas ya en su repertorio, y una primera e inminente gira en Francia.
Qué bueno sería que los amigos Molah Omar u Osama Ben Laden recibieran este artículo traducido por alguno de sus emisarios políglotas de España o Argentina. Sería bueno, porque así podrían comprender que de ninguna manera el teatro es peligroso para la moral y la fe. Así podrían comprender que de ninguna manera una chica que se levanta el burka agrede a nadie. Y podrían comprender también que este teatro y esta tropa no son para nada un arma encubierta de Occidente. Antes al contrario, es una bomba de relojería contra Oriente y Occidente, lista para estallar con su única carga: vida, paz, intercambio cultural y, eso sí, mucha guasa.
El Soleil ha dado al Aftaab clases de Katakali, de Commedia dellArte, de máscaras...Las risas ante los Aftaab estallaron por primera vez en Kabul en 2006, durante la primera representación, y salieron de las gargantas del público, antes de los aplausos. Nada menos que una versión primeriza del Tartufo de Molière fue presentada en Kabul. La obra picante y algo guarra del genio de la comedia, que ya le trajo a él en persona no pocos problemas hace casi cuatro siglos, tenía la ventaja de tratar directamente sobre devotos excesivamente devotos, que se te meten en casa y acaban robándote hasta la camisa.
Los Aftaab, dirigidos por Hélène Cinque, una de las manos derechas de Ariane Mnouchkine, representaron entonces la versión reducida del Tartufo. Pusieron en escena el exceso de devoción, la hipocresía y el interés más vil que encarna ese personaje de Molière vistiéndolo como lo que era en la mente de su creador: un devoto armado con sotanas de imitación y crucifijos destinados a ganarse la confianza de un pobre señor, dentro de su casa, para luego robarle todas sus pertenencias y, de paso, seducir o violar a su señora.
Derrotar al enemigo con la moedia"Gracias al teatro soy como un arma frente al desorden de mi país", explica WahidullahSotanas y crucifijos en Kabul, como representación sarcástica del mal rastrero absoluto. El público se quedó estupefacto, primero, y apasionado, después. No por una supuesta perfidia de musulmanes afganos riéndose de los católicos. Como explicó una de las mujeres presentes en la sala, todo el mundo comprendió. "A la mañana siguiente, todos los afganos que trabajaban para una ONG lo comentaron durante la comida. Habían visto la denuncia de la hipocresía religiosa, y mencionaban los nombres de hombres políticos contemporáneos de Afganistán, retratados claramente a través del personaje de Tartufo. El mensaje fue transmitido, gracias a su universalidad".
Si los hombres políticos mencionados eran los líderes de la insurrección armada talibán o yihadista, o quizá los hombres que rodean a Hamid Karzai protegidos por el Ejército occidental, ese es un asunto que no nos concierne a nosotros, sino sólo a los afganos. Lo que sí nos concierne a nosotros es la universalidad. "El teatro es un gigante que deja heridos de muerte a todos los que toca", decía Georges Beaumarchais en Las Bodas de Fígaro. O, como lo dijo más claramente Ariane Mnouchkine a la tropa Aftaab en el momento en que esta estaba en gestación, "tratar al enemigo mediante la comedia, eso es realmente una manera de vivir, un auténtico enfoque de todos los problemas. Como hizo Chaplin con Hitler".
La comedia es la clave de todo para estos chavales y chavalas entrañables, con quienes Público pudo conversar algo mientras trabajaban en la preparación de su gira, cobijados en los locales de La Cartoucherie del bosque de Vincennes, en el este de París. Allí, en esa antigua sede de un polvorín militar francés, hoy reconvertido en gran centro dramático del Théâtre du Soleil y otras escenas independientes, los 16 de la compañía Aftaab se entregan a su trabajo a fondo y sin concesiones.
"¡Hasta cuándo podré pagar el autobús de los miembros de la tropa!", se pregunta uno de ellosLa tropa afgana está acogida en residencia desde marzo pasado, en el marco de la preparación de nada menos que tres piezas. Por un lado, están perfeccionando el Tartufo para hacer la versión definitiva que será presentada en Occidente en las próximas semanas. De otro, ultiman una nueva creación, Ce jour là (Ese día), representando sus propias vidas en Afganistán. Y en el tiempo que les queda, inician una creación en torno a El avaro, también de Molière. Esas tres obras, junto con El círculo de tiza caucasiano, de Bertolt Brecht, y Romeo y Julieta, de Shakespeare, conforman de momento el repertorio de la tropa.
De sol a solHélène Cinque, artista del Théâtre du Soleil y de LInstant dune Résonance, es quien asume desde el año 2006, con varios viajes a Kabul, el trabajo de capacitación de la tropa, un trabajo concebido como "un intercambio", según cuenta. El Soleil ha dado al Aftaab clases de Katakali, de teatro Nô, de Commedia dellArte, de máscaras, de indumentaria, de maquillaje, de tramoya, de construcción de decorados, de iluminación y de sonido. Esto es: de todo lo que cuenta en el teatro.
A cambio ¿qué ha recibido el Soleil? Lo cuenta Hélène Cinque: "Esta experiencia me ha hecho crecer, me alimenta, me enseña, me educa. Ellos son profesionales, profesionales que no pueden ganar dinero con su trabajo de teatro en Afganistán. Tienen que trabajar fuera para dar de comer a su familia y a sus hijos. Esa es la única diferencia respecto nuestro profesionalismo".
Dos dimensiones diferentesY va más lejos. Al hilo de los anatemas sufridos por algunos de estos jóvenes en sus familias bajo presión islamista, al hilo de la chica de la tropa asesinada hace unos meses por hacer teatro, al hilo de la actividad desbordante y del buen humor que respiran los dieciséis héroes de Aftaab, los del Soleil han aprendido todavía muchas cosas más. "¿Cómo podría no darlo yo todo cuando ellos vienen aquí por unas semanas? Vivimos en dos dimensiones radicalmente diferentes. Ahora hablo del teatro así: A la vida, a la muerte. Ya no diré nunca más: ¡Oh el teatro es mi pasión! No es mi pasión. El teatro es vital. Es un oficio, y nunca seré capaz de hacer otro oficio".
La bandera ahí queda plantada. Los Aftaab no son un juguete para occidentales histéricos, que buscan el último espectáculo del repeluco, proporcionado por pobres víctimas de países en guerra sanguinaria con fuerte potencial de oleoductos. Los Aftaab son unos jóvenes que hacen teatro, lo hacen bien, y son capaces de poner de pie una sala con una obra de Brecht, otra de Shakespeare, dos de Molière y una creación propia contemporánea, Ese Día, que es de nuestro mundo y sus "dos dimensiones diferentes", París y Kabul.
Mestizaje en AfganistánEl actor Wahidulah Gulistani, cuya cara por sí sola es un reflejo del gigantesco mestizaje de Afganistán durante siglos, a veces se desanima. "¡Hasta cuándo podré pagar el autobús de los miembros de la tropa! ¡Hasta cuándo podré soportar la presión de la familia!". Se desanima un instante y de imediato se pone a trabajar en el taller de La Cartoucherie con sus camaradas. De inmediato estallan las risas entre las frases que llueven en dari.
"Bajo el régimen Talibán, cuando oía música afgana en la BBC, enseguida llamaba a los amigos, para que la escucharan. O sea que me dije que iba a ser músico, porque la gente tiene sed de música. Luego supe que, gracias al teatro, yo llegaría a ser como un arma frente al desorden de mi país", explica Wahidullah.
Hélène Cinque es muy discreta sobre el contenido de Ese Día, la nueva creación propia de Aftaab, y también sobre la versión para Occidente que se hará del Tartufo. Si en Kabul Tartufo era un falso cura con falsa sotana, en París será...¿Qué será? Ahora que Washington, Londres y París buscan la manera de negociar con los Talibán para no perder demasiado la cara, quizá haya que darle la vuelta y la revuelta a ese personaje de Molière, que se ha convertido en el símbolo universal absoluto de la hipocresía mojigata vil.
De lo que sí está seguro el Théâtre du Soleil, es de que pase lo que pase, "no os abandonaremos". Se lo dijo a los principiantes Ariane Mnouchkine en 2005, y lo ha vuelto a repetir ahora, a los profesionales, Hélène Cinque. "Yo sólo sé una cosa. Soleil no los abandonará nunca. Mantendremos siempre nuestros lazos. Siempre estaremos con ellos".
Tras sus representaciones en La Cartoucherie de París y en el Théâtre des Céléstins de Lyon, entre otros, los 16 actores (héroes) de Aftaab regresarán a Afganistán en octubre. Habrán escapado a un oficialísimo festival de teatro organizado por el poder en Kabul y a la farsa electoral presidencial del próximo 20 de agosto. Pero regresarán a un país más en guerra que ayer, en el que ya casi ninguna capital occidental habla de democracia, de derechos de la mujer, ni de amor al arte. Sólo una cosa es segura: el Sol no les abandonará.
Últimos retoques antes del estreno
En el hangar donde ensayan los Aftaab, bajo la dirección de Hélène Cinque asistida por Caroline Panzera, la actividad es a la vez intensa y de apariencia caótica, pero perfectamente organizada. Mientras Aref Bahunar y Haroon Amani ensayan una miniescena de pareja, con uno de los hombres vestido de mujer y sin complejos, Mustafai Habibi y Ghulam Raza Rajabi dan los últimos retoques a unos accesorios que deben estar listos unos minutos después. Cientos de pares de zapatos de todo tipo están dispuestos en los camerinos para la siguiente escena.
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