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Afganistán, Irán y Palestina, en la trastienda del encuentro de Biden y Bennett

Las cosas no van a cambiar un ápice en Oriente Próximo. La de Afganistán se suma a otros desastres de la región, entre las que destacan la ocupación israelí, la crisis de Irán, la guerra de Yemen y la lucha contra el islam político. Es un contexto pésimo para lograr una estabilidad en la que ni EEUU ni Europa están genuinamente interesados.

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro israelí, Naftali Bennett. — Sarahbeth Maney / POOL / EFE/EPA

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El primer encuentro entre el presidente Joe Biden y el primer ministro Naftalí Bennett se celebró el viernes en la Casa Blanca, con un día de retraso sobre lo previsto debido a los atentados del Estado Islámico de Jorasán en Kabul, abordándose distintas cuestiones relacionadas con Oriente Próximo, principalmente Irán y los palestinos. 

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Sus declaraciones y las filtraciones que han trascendido a los medios americanos e israelíes son muy limitadas, pudiéndose comprobar que el secretismo impera una vez más en este tipo de reuniones, una indicación que no es positiva para Oriente Próximo. 

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El Canal 12 hebreo reveló que ambos mandatarios se comprometieron a que no haya "sorpresas", lo que debe interpretarse como que Bennett no iniciará una campaña hostil contra la administración americana al estilo de Benjamín Netanyahu por el regreso al acuerdo nuclear con Irán, y que Biden no le molestará con una iniciativa inesperada sobre la cuestión palestina. 

Entre los errores y torpezas que ha cometido Biden desde enero en política exterior, uno de los más graves es haber aplazado sine die la vuelta al acuerdo nuclear con Teherán, un asunto que se envenena más cada día que pasa, especialmente después de lo ocurrido en Afganistán, de manera que ahora es más difícil que Biden lo haga debido al fuerte asedio republicano. 

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Irán es una cuestión capital para Israel por dos motivos. En primer lugar, le sirve de tapadera para la brutal ocupación de los territorios palestinos y la constante expansión colonial judía. Y en segundo lugar, le sirve para meterse en el bolsillo a los países conservadores de la región, especialmente los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que, como Israel, apoyan una lucha sin cuartel contra el islam político. 

El combate contra el islam político le está saliendo bien al tándem que forman Israel y los Emiratos, siendo Túnez la última víctima. A medio plazo es una jugada arriesgada puesto que la represión que conlleva puede volverse algún día contra los autócratas que la dirigen, pero a la vista de su comportamiento cuenta con el plácet de EEUU y de los mandatarios europeos Angela Merkel y Emmanuel Macron a quienes solo les preocupa lo inmediato. 

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Los intereses israelíes son bien distintos a los americanos, y Bennett guarda en la manga la baza y amenaza de poder desencadenar una campaña contra Biden en el momento oportuno, si es necesario, campaña tanto de orden mediático como de orden político, y eso es lo último que Biden desea en estos momentos, de manera que su capacidad de maniobra es escasa conforme le crecen los problemas. 

El mismo contexto sirve para los palestinos. El domingo el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, se reunió inesperadamente con el presidente palestino, Mahmud Abás, en un encuentro que el entorno de Bennett calificó de ordinario, aclarando a los despistados que Israel no está llevando a cabo una negociación política con los palestinos ni la va a iniciar en el futuro

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Bennett es el primer jefe de gobierno que siempre se ha expresado contra un acuerdo con los palestinos y que jamás ha hablado de la llamada "solución de los dos estados". La administración demócrata insiste en que ese es el único camino para resolver el conflicto, pero lo hace sin convicción. La manifiesta debilidad política de Biden aborta cualquier medida coercitiva en esa dirección, lo que significa que las cosas van a seguir deteriorándose. 

El problema de la ocupación es capital y está relacionado de una manera directa, tanto cuando lo parece como cuando no, con prácticamente todos los conflictos de Oriente Próximo, incluido el de Irán. Sin embargo, en la reunión del viernes, Biden y Bennett dieron la impresión de que ambos lo ignoraban, como si no viesen el enorme elefante que había en la sala

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Cuando Bennett dijo que llevaba a la Casa Blanca un "nuevo aire", debe interpretarse solamente como que el primer ministro quiere tener una relación fluida con Biden, después de los numerosos estropicios que Netanyahu causó con el partido demócrata. El "nuevo aire" no significa nada más, es decir no significa que Israel vaya a cambiar ninguna de las dañinas políticas de Netanyahu en Oriente Próximo. 

Es previsible que todas esas políticas que con Bennett siguen vigentes, incluido el aplastamiento del islam político y la crisis iraní, les exploten en la cara a medio plazo a los europeos, pero ni Merkel ni Macron mueven un dedo para intentar solucionar los problemas. Su pasividad no solo es perjudicial para Europa sino también para las poblaciones de la región

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Con respecto a Irán, y después de lo ocurrido en Afganistán, Biden puede tener la tentación de seguir procrastinando y aplazando el reingreso de EEUU en el acuerdo nuclear firmado por Barack Obama. Sería un grave error. Aunque puede ser comprensible debido a su manifiesta debilidad, seguir aplazando el acuerdo con Irán tendrá una incidencia negativa en la mayoría de los problemas de la región.

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