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La Crisis de los Misiles, tal como la vivieron los cubanos de a pie que estaban en primera línea de fuego

En el 50 aniversario del desafío nuclear que estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial, Público pregunta a los ciudadanos que vivieron esa crisis pensando que serían los primer

FERNANDO RAVSBERG

Habrá en la isla una conferencia por el 50 aniversario de la Crisis de los Misiles en la que participarán estudiosos y los pocos protagonistas que aún quedan vivos en EEUU, Rusia y Cuba. Otra vez se hablará del tema desde la óptica de quienes decidían en aquellos días la suerte de la humanidad.

En Público buscamos a los otros protagonistas, los que hablan de la 'Crisis de Octubre' y la vivieron en la primera línea, con un arma en la mano o prestando su finca para guardar cohetes nucleares. Es la gente común, tal vez los primeros que hubieran muerto en caso de desatarse la guerra.

La mayoría de los cubanos sabían los riesgos que corrían. Me cuentan que en julio de 1963 nacieron en Cuba miles de niños conocidos como 'los hijos de la Crisis' porque fueron producto de la intensa y descuidada pasión sexual que provocó entre los cubanos pensar que muy pronto el mundo se iba a acabar.

Serafín Guilleaux, un campesino devenido militar por obra y gracia de la Revolución, nos cuenta: 'Yo cuidaba un polvorín en el Castillo de Atarés y me escapaba para hacer el amor'. Confiesa que su hijo mayor es producto de aquellas escapadas, cuando aún 'uno estaba joven y fuerte', recuerda con nostalgia.

Saliendo de la capital encontramos a la familia Chusco, son originarios de México y tienen una finca en Madruga, en la carretera que une a La Habana con la provincia de Matanzas. En sus tierras se instaló 'un alto mando ruso de esos', según recuerda desde sus 76 años Rosa Chusco.

Su memoria se traslada a aquellos días en que era una adolescente: 'Los rusos hablaban español y eran muy buenos, le traían cosas a mi mamá y a mi papá, latas de leche, galletas y carne rusa (enlatada). Eran gente muy buena, eran gente socialista', nos dice.

Nos acompaña a una cueva donde vemos taladrados en la pared dos túneles del tamaño exacto, de largo y ancho, para guardar misiles nucleares como los que había entonces en Cuba y existen todavía hoy fuertes estructuras de hierro en el piso.

'Yo veía que eran armas grandes y les pregunté a los guardias qué traían y me dijeron que un cohete'En el 2002 Emilio Chusco -ya fallecido- recordaba que antes de iniciarse la crisis los militares los sacaron de la finca y entraron camiones cubiertos con lonas. 'Yo veía que eran armas grandes y les pregunte a los guardias qué traían y me dijeron que un cohete y que lo metieron para la cueva', nos relató.

Mientras esto ocurría en Madruga, al otro extremo de La Habana un sargento de la marina llegaba a la base naval de Mariel para ponerse en la primera línea de combate. Luis Adrián Betancourt tenía solo 24 años y un hijo recién nacido al que casi no había podido ni ver.

Apenas bajaron de los camiones 'los altavoces de la base gritaron: Atención, atención, la unidad en pie de guerra, todos a sus puestos. Siempre hacíamos esos entrenamientos pero cuando nos concentraron a los jefes nos dijeron: ahora si es de verdad'.

La tensión aumentaba cada día, 'pasaba muchas horas sin dormir, llegué a pasar dos días sin dormir, porque constantemente llegaban informaciones, que se vio un barco por aquí, que se vio un barco por allá, hasta una mañana en que encontramos una cortina de barcos'.

La marina de guerra de EEUU estaba tan cerca que se podían distinguir fácilmente que tipo de barco era cada uno, 'a eso súmale que todos los días, a las 8 u 8 y pico de la mañana pasaban dos aviones americanos en vuelo rasante por encima de las cabezas de nosotros. Un ruido tremendo y se les veían los cohetes'.

Luis Adrián recuerda que una mañana la posibilidad de la guerra se hizo más patente que nunca, el propio Fidel Castro dio la orden a todas las unidades de disparar a los aviones militares estadounidenses que violaran el espacio aéreo cubano.

'Estaba al frente de una brigada con tres piezas de cuatro bocas chinos (antiaereas) y tenía muchachitos de 14 o 15 años manejándolas'. La noche antes uno de ellos le dijo no se atrevería a tirarles, '¿Ud. ha visto los cohetes que tienen?', le preguntó.

'Yo sé que mañana nos van a barrer de aquí pero tú y yo, con miedo y cagados en los pantalones, les vamos a tirar'Betancourt fue sincero: 'Yo sé que mañana nos van a barrer de aquí pero tú y yo, con miedo y cagados en los pantalones, les vamos a tirar porque en definitiva si bombardean nos van a alcanzar de todas maneras'. Felizmente, por primera vez, ese día los aviones no pasaron.

Sabían que se arriesgaban a una guerra nuclear, 'yo tengo todavía por ahí un libro que repartieron entonces, era norteamericano precisamente, sobre cómo protegerse lo más posible en una guerra nuclear. Sí, eso estaba claramente entre las posibilidades'.

'El día más duro, más terrible, fue cuando tuve en mis manos un mensaje que decía en estos momentos sobre la Ciudad de la Habana vuelan súper fortalezas con armas atómicas'. Ese día yo no dormí, me senté en un lugar abandonado a pensar en mi hijo'.

Recuerda que entonces su principal motivación fue sentirse 'el escudo detrás del cual estaban nuestras familia, nuestros padres, nuestros hijos, nuestras esposas, y estaba el país. No podíamos fallar, nosotros teníamos que hacer de escudo porque era la defensa de todos'.

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