Diluvia en Nueva York, uno de esos diluvios en los que la ciudad casi desaparece. El tráfico es un caos. En la calle 25 esquina con Broadway todo está paralizado, no tanto por la lluvia como por las medidas de seguridad. El presidente Barack Obama asiste esa noche a un evento recaudatorio organizado por Beyoncé y su marido, el rapero y empresario Jay-Z, en el Club 40/40 una discoteca estilosa tirando a hortera propiedad de la pareja.
La cita es muy selecta para el centenar de convidados que han desembolsado 40.000 dólares por cabeza. Es un evento informal, los asistentes se han repartido en los sofás; en las mesas, vino, champán y algo de picar. Beyoncé está de rojo, Jaz-Z de traje. Antes de soltar el discurso de campaña que repite un día sí y otro también ('hicimos historia hace cuatro años y vamos a volver a hacerlo en las próximas semanas'), Obama bromea un poco: 'Jay-Z y yo tenemos mucho en común, los dos tenemos esposas e hijas más populares que nosotros, no es fácil pero vamos tirando'.
Unas horas antes, el presidente estadounidense asistía a un cóctel para unas 200 personas, a 12.500 dólares por familia, en el hotel Waldorf Astoria. Ha sido una buena noche en Manhattan para Obama. En cuatro horas, entre las siete y las once, ha recaudado aproximadamente unos seis millones de dólares, antes de regresar, pasada la medianoche, a la Casa Blanca.
En una fiesta organizada por Beyoncé, cada invitado desembolsó 40.000 dólares para la campaña de Obama
En los últimos meses el presidente ha realizado varios viajes a Nueva York donde ha amenizado sendas veladas políticas en suntuosas residencias privadas como las del presidente ejecutivo del fondo de inversiones, Marc Lasry, o Steven Rattner el financiero que ayudó a Obama a reestructurar la industria automovilística, o Robert Wolf el presidente ejecutivo de UBS. En su afán por buscar fondos el presidente ha tenido que cortejar a los 'ricachones' (fat cats ) de Wall Street que tantas veces ha denunciado en sus discursos.
Cada cuatro años se rompe un nuevo récord. Las campañas presidenciales en Estados Unidos, más que una lucha por los votos, se han convertido en una carrera por el dinero. En esta contienda se podría franquear la barrera de los mil millones dólares... por bando. Hablemos de cifras (oficialmente computadas hasta mediados de agosto). Según The New York Times, las dos campañas van más o menos parejas en sus esfuerzos recaudatorios. Los demócratas han recaudado 690 millones de dólares, los republicanos 633 pero los demócratas se lo gastan más rápido: más de 615 millones ya se han esfumado en propaganda, 'sólo' 530 han salido de las arcas republicanas.
En principio todo está regulado. Las reglas de la Comisión Electoral Federal son muy estrictas. Un individuo no puede donar más de 70.800 dólares al año a su causa, sea directamente al candidato (2.500 dólares máximo), al partido nacional (30.800 dólares), al partido local (10.000) o a cualquier otra plataforma relacionada, tipo Political Action Committee, conocidos como PAC (5.000).
Y luego están los llamados Super PACs que no cuentan con estas limitaciones y han roto la baraja en la siempre tortuosa relación entre dinero y política en Estado Unidos. Fueron creados tras la decisión de la Corte Suprema de julio de 2010 (Citizens United v Federal Election Commision) que reconoció el derecho de las empresas y de los sindicatos a realizar contribuciones ilimitadas a los candidatos, sin tener apenas que divulgar su procedencia. Su única limitación es que no pueden coordinarse con las campañas oficiales, aunque pueden contratar a personas directamente relacionadas con los candidatos.
En febrero de este año, el propio Obama, viendo como los republicanos se estaban adelantando en la carrera hacia el dinero, autorizó a los miembros de su equipo y de su gobierno a respaldar los esfuerzos recaudatorios de los Super PACs afines a la causa. Los demócratas se habían resistido hasta entonces la realidad, criticando el flujo incontrolado de dinero.
La iniciativa de pequeñas contribuciones que lanzó Obama en 2008 ya no es relevante en la carrera hacia la Casa Blanca
Hace cuatro años la campaña de Obama se enorgullecía de haber lanzado un movimiento cívico de pequeñas contribuciones. Ya no es el caso. Estas, sea por la crisis o por la falta de entusiasmo, no juegan un papel tan importante en las finanzas de la contienda hacia la Casa Blanca.
Los llamados bundlers (los que literalmente 'atan' a sus amigos ricos para animarles a contribuir) han recaudado, siempre según The New York Times, unos 200 millones de dólares. La diferencia con los republicanos es que los demócratas hacen públicas sus contribuciones. Para desenmarañar el resto están organizaciones como The Center for Responsive Politics que lleva la estupenda página web OpenSecrets.org. En la lista de los que más han donado a los demócratas: Jeffrey Katzenberg, el magnate de Hollywood y uno de los tres creadores de los estudios Dreamworks (2 millones); Steve Mostyn un abogado de Texas (dos millones); James Simon, presidente del fondo de inversiones Euclidean Capital y Jon Stryker un activista de la causa gay.
Los republicanos tienen millonarios aún más generosos: Bob Perrry, un constructor de Houston que ya financió la campaña de desprestigio que acabó con la campaña de John Kerry en 2004 (8 millones); Sheldon Adelson el omnipresente magnate de Las Vegas que ya no necesita presentación (de momento cinco millones), su mujer, Miriam (otros cinco) y Julian Robertson del fondo de inversiones Tiger Management.
En los Super PACs, los republicanos tienen un clarísima ventaja. Restore our Future, el Super PAC oficial de Romney ha recaudado casi cien millones de dólares comparados con los 'modestos' 36 de Priorities USA, el de Obama.
El bando ultra conservador lleva ya cuatro años movilizándose a marchas forzadas: está American Crossroads (25 millones), creada por Karl Rove, el cerebro de George Bush y Americans for Prosperity de los hermanos multimillonarios Charles and David Koch (31 millones). Estas organizaciones se han amparado en una figura legal aún más opaca conocida por el párrafo del reglamento fiscal que las rige 501(c)(4) y que ha permitido crear unas asociaciones teóricamente sin fines lucrativos y sin ninguna obligación de revelar sus fuentes de financiación.
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