Pánico a bordo. Los demócratas intentaban ayer rescatar su plan de salud de la traumática derrota de Massachusetts, donde un candidato republicano, Scott Brown, consiguió arrebatar el escaño del difunto senador Edward Kennedy, en unas elecciones que mostraron el profundo descontento de la opinión pública, sobre todo de los independientes, con Washington.
La victoria de Brown arrebató al partido del presidente Barack Obama la súper mayoría que le había permitido superar la obstrucción conservadora en el Senado y con la que esperaba rematar el proyecto de ley de la reforma sanitaria en las próximas semanas.
'Sería un error darse ahora por vencidos', dicen en la Casa Blanca
Con el slogan 'El escaño del pueblo' (léase ni de los Kennedy ni de los demócratas) el hasta ahora desconocido senador local aplastó a su contrincante, Martha Coakley por un amplio margen (52% frente a 47%) en un Estado donde Obama ganó las presidenciales con 26 puntos de ventaja hace tan sólo año y medio.
Brown supo aprovechar el ánimo populista y antigubernamental, que en parte llevó a Obama a la Casa Blanca, y presentar a los demócratas como el partido en el poder, el de regateo político en el zoco partidista. 'No queremos que en Washington todo siga como siempre', dijo el nuevo senador al celebrar la victoria mientras sus simpatizantes entonaban en coro un slogan familiar: 'Sí se puede'.
Lo irónico es que el 98% de los habitantes de Massachusetts goza de cobertura médica pública, más que ningún otro Estado. Cobertura que el propio Brown votó cuando el entonces gobernador republicano y ex candidato a la presidencia en 2008, Mitt Romney, propuso la reforma, hace cuatro años.
El nuevo senador republicano quiere ser elegido ya para retrasar la reforma
El Gobierno encajó la derrota como pudo. 'No vamos a abandonar las cosas que nos parecen importantes', dijo el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, 'y vamos a trabajar aún más duro'.
El triunfo conservador ha pillado la reforma sanitaria en pleno proceso legislativo. Tras ser aprobada, en versiones sustancialmente distintas, primero por la Cámara de Representantes, en noviembre, y por el Senado, el día de Navidad, tocaba ahora a los legisladores pactar un texto común y presentarlo de nuevo a votación.
Ya no podrá ser. Aunque los conservadores siguen en minoría en el Senado (49 contra 51), el escaño de Brown les permite alargar eternamente el debate (el controvertido filibusterismo) y acabar de hecho con el proyecto.
En la Casa Blanca y en el Capitolio los demócratas buscaban atajos legislativos. Pero muchos dentro del partido, inquietos por los puestos que se juegan en las legislativas de noviembre, se oponían a la idea.
'Debemos suspenderlo todo hasta la llegada de Brown', dijo el senador demócrata de Virginia, Jim Webb. 'Las elecciones han sido un referéndum sobre el plan de sanidad y la integridad del proceso '.
David Axelrod, uno de los principales consejeros de Obama, pedía no tirar la toalla porque 'sería un tremendo error darse ahora por vencidos' y 'dejar el estigma de la caricatura' de un proyecto de ley fallido. 'No es una opción evadir un asunto que sólo va a empeorar', dijo.
La mayoría demócrata calibraba el riesgo político de acelerar el proceso antes de la llegada del nuevo senador o presentar la versión del Senado en la Cámara de Representantes (donde no hay problemas de mayoría) y apañar luego los detalles.
Los republicanos no pensaban dejarse adelantar. Brown debía ocupar su escaño a principios de febrero pero ayer anunció que iría hoy mismo a Washington para acelerar la toma de posesión. En el Senado, el ex candidato presidencial John McCain pidió con vehemencia 'parar todo el proceso y reanudar la negociación desde el principio'.
'¿Se verá Obama obligado a hacer más concesiones a los republicanos para hacer avanzar el proyecto de ley en el Congreso, aunque con eso aliene a los liberales que ya le acusan de ser demasiado acomodaticio ideológicamente? ¿O buscará unir a su partido enfrentándose a la oposición, aunque se arriesgue a renunciar a gran parte de lo que ha conseguido en este año?', se preguntaba ayer en el New York Times el comentarista político Adam Nagourney, '¿Encontrará una forma de forzar un voto para que su partido pueda considerarlo un logro? ¿O escuchará a los republicanos, y a algunos demócratas, que desaconsejan ignorar el mensaje de las elecciones del martes y de la insatisfacción con el Gobierno actual'.
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