Otras miradas

Becas 'cayetanas' y resentimiento

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología. MBA en gestión cultural. Editora y ensayista

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, decora el árbol de navidad en la Real Casa de Correos, y presenta el programa de actividades organizadas para estas fechas navideñas este jueves en la Puerta del Sol. - Aitor Martín | EFE
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, decora el árbol de navidad en la Real Casa de Correos, y presenta el programa de actividades organizadas para estas fechas navideñas este jueves en la Puerta del Sol. - Aitor Martín | EFE

Estos días hemos conocido las consecuencias del programa de Becas para rentas medias que el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha impulsado y que está destinado a estudiantes de bachillerato en centros privados puros y concertados. Nos queda por saber cómo se han distribuido los hasta 83,6 millones de euros que este Gobierno ha previsto destinar a becar alumnos de centros privados de Educación Infantil, Formación Profesional de Grado Medio y Formación Profesional de Grado Superior. Sumados a los 43 millones repartidos en las enseñanzas no obligatorias de bachillerato en centros que a menudo segregan por sexo y que muy habitualmente están gestionados y son propiedad de la Iglesia Católica, el monto total es de 127 millones de euros.

Las cifras son importantes porque dan cuenta de la magnitud de esta operación. 127 millones de euros desviados a empresas privadas a través de ayudas a familias con unos ingresos que pueden llegar a ser muy altos. El concepto "rentas medias" está atravesado por la misma imprecisión que el igualmente inútil "clases medias". Veamos el detalle, tengan paciencia con los datos.

Pueden optar a recibir la ayuda aquellas parejas con un hijo que ingresen hasta 107.739 euros al año, cuando antes el límite era de 30.000 euros para los que optaban a una ayuda para Bachillerato, de 60.000 para los de Formación Profesional (FP), o de 75.000 para los de Educación Infantil. De igual manera, las parejas con dos niños que tengan unos ingresos globales de 143.652 euros también pueden pedir estas becas; o las que tengan tres hijos y unos ingresos en el hogar de 179.565 euros.

Con la excusa de que las rentas medias aportan mucho y no reciben gran cosa del Estado -como si la solidaridad tuviera que ser un camino de ida y vuelta, un toma y daca y no un eje de vertebración de la sociedad- la Comunidad de Madrid transfiere recursos públicos a empresas privadas. Las familias reciben un dinero que invertirán necesariamente en los centros, con lo que no podemos decir que estemos hablando de becas, cuya naturaleza y propósito es profundizar en la redistribución y en la igualdad social sino, directamente, de un dinero público que busca beneficiar a la empresa privada y cuya transferencia genera, además, un efecto contrario al que las becas de verdad persiguen, pues profundiza en la desigualdad al recaer en familias con rentas, de entrada, lo suficientemente altas como para llevar a sus hijos a centros privados en lugar de matricularlos en la pública, que en esta comunidad se encuentra en una situación de abandono institucional y presupuestario. Ah, por si no lo sabían, Madrid es la autonomía del Estado que menos gasto tanto bruto como por alumno dedica a la educación pública, ¡Sorpresa!

Al otorgar ayudas a empresas privadas a través de familias –llamando a esta operación de transferencia de recursos "becas"– se refuerzan lo privado y la moral tradicional por el mismo precio. En virtud de las becas cayetanas la empresa privada y la familia resultan beneficiadas por los recursos públicos en perfecto cumplimiento del mandato ultraliberal. Si además tenemos en cuenta que los centros privados tienen una orientación ideológica conservadora y que sus estudiantes de bachillerato salen con notas infladas a competir con los de la pública a la prueba de acceso a la universidad, es decir, si tenemos en cuenta que estos centros forman elites madrileñas (el colegio El Pilar ha recibido a través de las becas otorgadas a algunos de sus alumnos 239.000 euros) la operación becas cayetanas es un éxito total. Y en esto consiste básicamente la tan traída y llevada libertad, en socavar los principios de solidaridad, redistribución e igualdad y en pulverizar a la sociedad.

El sueño neoliberal del último tercio del pasado siglo consistía en desmontar la sociedad, ahogar la democracia y reconfigurar el Estado para eliminar así cualquier cuestionamiento o amenaza a su modelo. La democracia, ciertamente, está siendo estrangulada en las primeras décadas del siglo XXI pero la movilización ultraderechista y la acción desde el poder de dirigentes demagogos han hecho que el sueño húmedo ultraliberal de la neutralidad política del Estado se aleje por completo del horizonte. El Estado, sus instituciones, ya no trabajan por la responsabilidad democrática y el bien común, pero tampoco lo hacen para sostener el orden mínimo que soñó Hayek en un mundo de intercambios económicos magnánimos y espontáneos, sino para la difusión de un ideario reaccionario gracias a, como explica la filósofa norteamericana Wendy Brown, una devaluación de los valores. Esto supone que ante acontecimientos brutales o inefables asintamos sin más, en lugar de expresar conmoción y actuar en consecuencia.

Brown habla del nihilismo de la conciencia y de su depresión radical en alusión a la pérdida completa de capacidad de autocontención en las sociedades actuales. Los agraviados sangran abundantemente por esa herida y están dispuestos a transgredir todos los límites. Sus representantes también. Por eso Donald Trump podía disparar a un transeúnte en la Quinta Avenida y seguir siendo presidente de Estados Unidos. Por eso Isabel Díaz Ayuso pudo aprobar los protocolos de la vergüenza que desasistieron a 7.921 ancianos que fallecieron en residencias y seguir gobernando esta comunidad con el apoyo de quienes teniendo intereses contrarios a los que este tipo de líderes ultraliberales y populistas defienden sienten que han sido perjudicados o desposeídos sea por acción de la globalización, el multiculturalismo, las políticas de identidad, el marxismo cultural o lo woke. Los agraviados consideran que no necesitan tener de su lado la verdad. Ni siquiera necesitan ser coherentes. Basta con que se junten un puñado de ellos y griten muy alto y muy fuerte consignas que refuerzan sus agravios. Basta con que profieran al unísono insultos con los que señalan, denigran y amenazan a otro sobre el que proyectan todo su resentimiento y, llegado el caso, sed de venganza.

La socióloga franco-israelí Eva Illouz explica que el resentimiento en las sociedades actuales ya no es como acostumbraba, de abajo a arriba, sino multinivel. Ya no es un resentimiento plebeyo que posee un germen revolucionario frente a unas elites interesadas en sostener un sistema de privilegios; ahora es lo que permite que quienes dicen sentirse víctimas se conviertan en victimarios, que persigan de manera consciente y abierta vengar su agravio. La venganza está también en el corazón mismo de la acción de gobierno de políticos ultraderechistas como Isabel Díaz Ayuso quien reparte becas para ricos mientras desatiende las necesidades de las mayorías sociales que, abandonadas a su suerte, leen su desamparo en ese lenguaje político nihilista que cada vez hablan un mayor número de personas. El lenguaje del resentimiento, la desconfianza, el odio y la percepción del otro como enemigo. El lenguaje de la aniquilación del adversario.

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