¿Por qué cantan tanto los grillos?

Es uno de los sonidos más característicos y entrañables del verano: el canto del grillo, ese “cri-cri” que oímos en el campo, en los bosques y en los parques y que evoca lo mejor de las noches más calurosas. Pero ¿sabías por qué cantan los grillos? ¿cuál es la función de esta sinfonía nocturna de verano? 

A continuación, te explicamos por qué los grillos estridulan —el término que utilizan los entomólogos para designar el canto de estos insectos—, cómo la contaminación lumínica afecta este hábito de los grillos con más de 300 millones de años de historia, así como la influencia que tienen estos sonidos de la naturaleza en el ser humano. 

El canto del grillo como ancestral ritual de apareamiento 

Un grillo - Fuente: Wikipedia
Un grillo en su madriguera – Fuente: Wikipedia

Seguro que ya lo podías intuir. Al fin y al cabo, la vida de los animales —incluida la nuestra— se reduce a un puñado de actos fundamentales para la supervivencia: y la reproducción es uno de ellos. Los grillos macho cantan para atraer a las hembras a su madriguera, la cual ha excavado previamente en el suelo.  

Pero, aunque lo llamamos “canto”, no se trata estrictamente de ello porque los grillos carecen de cuerdas vocales. El sonido denominado estridulación no se genera en la boca, sino en las alas de los grillos macho que tienen dos partes diferenciadas: una dura y granulada con una suerte de dientes y otra lisa. Al frotar ambas partes se emite ese sonido.  

Y aunque a los humanos nos agrada generalmente este sonido por asociarlo a las noches de verano en la naturaleza, el grillo no está interesado en seducirnos con sus cantos, sino en atraer a los grillos hembra que poseen órganos timpánicos en las patas.  

Y es que el grillo no se anda con bromas a la hora de completar su apareamiento, siendo un insecto territorial muy agresivo capaz de entablar feroces combates contra sus rivales en los que fácilmente se pierden patas o alas. Así que nunca molestes a un grillo mientras canta, que para él es muy importante… y lo lleva haciendo unos 300 millones de años. 

Así lo atestigua el estudio dirigido por Hojun Song, entomólogo de la Texas A&M University de Estados Unidos y publicado en Nature en 2020. Y es que los insectos son, como señala Song, los comunicadores más diversos del planeta: alrededor de 16.000 especies de ortópteros se comunican acústicamente. De hecho, diversos saltamontes se comunican con ultrasonidos que los humanos no pueden captar.  

Entre los fósiles analizados por el equipo de Song se encontró un ala de grillo del Triásico que muestra el mismo raspador y dientes que los grillos actuales usan para emitir sonidos. A medida que la comunicación se volvió más complicada por el ambiente “más ruidoso” durante el Jurásico, los grillos “desarrollaron ritmos, patrones y frecuencias de sonido avanzados para destacarse entre otras especies y atraer parejas”, como dice Song en este artículo.  

“Había más especies emitiendo sonidos y el paisaje sonoro se estaba saturando, por lo que las especies probablemente tuvieron que encontrar su espacio para comunicarse, su canción tenía que llamar la atención de sus parejas, por lo que se especializaban, pero también tenían que evitar a los depredadores que se dirigían a través del sonido”. 

¿La contaminación lumínica afecta el canto de los grillos? 

Un grillo - Fuente: Depositphotos
Un grillo – Fuente: Depositphotos

El propio Song citaba en el artículo cómo la urbanización está cambiando el paisaje sonoro en el que se comunican estos insectos. Un estudio de la Universidad de Tel Aviv en Israel publicado en 2021 abordaba cómo la contaminación lumínica hace que los grillos canten durante el día pudiendo alterar los procesos reproductivos

“En la naturaleza, los grillos exhiben un ciclo de actividad muy regular. El comportamiento de chirrido, que llama a las hembras, ocurre al atardecer y durante la noche, y termina en la mañana”, señala Amir Ayali, líder del estudio.  

Los investigadores estudiaron docenas de grillos expuestos durante toda su vida a cuatro tipos de condiciones de luz. Descubrieron que los grillos expuestos a 12 horas de luz seguidas de 12 horas de oscuridad exhibían ritmos de actividad cíclicos de 24 horas: comenzaban a emitir sonidos cuando se apagaban las luces y se detenían cuando las luces se encendían nuevamente.  

Por su parte, los grillos que experimentaron iluminación parcial en los períodos de oscuridad perdieron sus ritmos naturales y su sincronización con su entorno: el 80% siguió un ciclo interno individual y el 5% perdió todo ritmo. Los grillos expuestos a luz constante las 24 horas del día, los siete días de la semana desarrollaron ciclos propios o perdieron el ritmo regular

Como se señala en este artículo, los grillos que son afectados por la contaminación lumínica alterando su ciclo de luz y oscuridad, “se comportan como adolescentes de vacaciones: activos o dormidos, según su reloj interno, o sin ningún ritmo”. Y si no consiguen tener un ritmo normal para emitir sonidos, no atraerán a las hembras, perjudicando el ciclo reproductivo y amenazando su supervivencia. 

¿Y si el canto de los grillos afinase el cerebro humano? 

Una niña en un bosque - Fuente: Unsplash
Bosque – Fuente: Unsplash

Seguro que muchos de vosotros disfrutáis escuchando el sonido de los grillos en una noche de verano. Pero no solo es satisfactorio o evocador, también podría mejorar el rendimiento cognitivo del ser humano tal y como se indica en un estudio de varias universidades norteamericanas publicado en 2018 en Psychonomic Bulletin & Review

En concreto, este estudio aborda cómo los estímulos de la naturaleza pueden restaurar el funcionamiento de la atención dirigida al reducir las demandas sobre el sistema de atención endógeno siguiendo la teoría de la restauración de la atención (TRA). 

Y es que la contaminación acústica se ha asociado con mayores cantidades de estrés y distracción lo que puede provocar problemas crónicos de aprendizaje y atención. La vida urbana requiere un enfoque cognitivo mientras se ignoran las distracciones, algo que no sucede de forma tan evidente en entornos más naturales en los que el ruido no es tan intrusivo: es la fatiga de la atención. 

Para evaluar la atención dirigida e investigar los beneficios de los sonidos más naturales, los voluntarios del estudio completaron un cuestionario antes y después de escuchar y juzgar estéticamente paisajes sonoros naturales o urbanos.  

En comparación con los participantes que estuvieron expuestos a paisajes sonoros urbanos, se observaron mejoras significativas en el rendimiento cognitivo de las personas expuestas a la naturaleza, pese a que los paisajes sonoros urbanos no afectaron sistemáticamente el rendimiento ni de forma adversa ni beneficiosa. 

Así pues, la próxima vez que te sorprendas relajado y sereno y con la mente despejada mientras paseas por un campo amenizado por los sonidos de la naturaleza recuerda el valor que tiene el canto de los grillos, incluso para nuestro rendimiento cognitivo. 



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