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¿Sabes qué es el ‘fernweh’? Si no soportas quedarte en casa quizás lo sufres…

¿Sientes que las paredes de tu casa se te echan encima? ¿Que no puedes aguantar un minuto más encerrado, que algo te impulsa a romper de forma radical con la rutina para escapar lo más lejos posible? Tal vez sientas fernweh, el reverso tenebroso de la nostalgia, el deseo de dejar atrás tu casa… ¿para no volver? 

Porque el fernweh es algo más complejo que el deseo de viajar, descubrir o explorar: este término alemán vinculado en origen al Romanticismo está asociado al anhelo de lo desconocido, de lo lejano, de sentir la caricia del infinito, de lo sublime. Por eso, un sentimiento descontrolado de fernweh se ha interpretado como una dolencia del alma… ¿o un trastorno psicológico? 

¿Qué es el ‘fernweh’? 

Melancolía - Fuente: Pexels
Melancolía – Fuente: Pexels

Se trata de un término alemán que procede de combinar el vocablo ferndistante, remoto, lejano— con wehdolor, aflicción, pena—. Por lo tanto, se traduciría como el dolor o la pena por la distancia, o el anhelo de lo lejano. Así pues, tendría una relación directa con heimweh, el dolor o la aflicción por el hogar, es decir la nostalgia, morriña o saudade.

Y es que existe una considerable tradición de términos alemanes intraducibles vinculados al movimiento, a la exploración, al viaje, tanto interior, como exterior, siempre desde una óptica de gran intensidad y dramatismo romanticista. Seguro que os suenan algunos como sehnsucht, wanderlust o zeitgeist.  

El vuelo de la nube, la flor azul de la cueva y la estela del avión 

Vuelo - Fuente: Pexels
Vuelo – Fuente: Pexels

Cuentan que fue el escritor alemán Hermann von Pückler-Muskau (1785-1871), el primer escritor en citar este término en una de sus obras. Pückler-Muskau fue uno de esos bon vivants que fueron legión en el siglo XIX vagando por Europa meridional y Oriente y descubriendo mundos mágicos y fantásticos —al menos a sus ojos— que diferían mucho de las tierras germanas, francesas o británicas. 

Para él, fernweh era la mejor forma de expresar lo contrario de la nostalgia o la morriña, como anhelo de vuelta el hogar. Fernweh era la nostalgia a la inversa, el deseo de llegar a cualquier lugar que estuviese lejos de casa, de abrir de par en par las ventanas del hogar para que entren aromas desconocidos y estimulantes.  

El solo movimiento de las nubes en el cielo puede ser suficiente para alentar el fernweh como le sucedía a la reina María Estuardo en la obra de Schiller, o como citaba Goethe en Campaña de Francia, o puede que sea la propia flor azul de Novalis, aquella que encontró en sueños en una cueva misteriosa y que se convirtió para el Romanticismo alemán en el símbolo del anhelo por encontrar la comunión de naturaleza y espíritu.  

Pero podemos irnos a la mucho más prosaica y contemporánea Madison Avenue neoyorquina para presenciar otra manifestación de fernweh: la estela del avión en el cielo muestra que la moqueta de una sofisticada sala de reuniones ya no es un lugar para Don Draper.  

Porque, no cabe duda, de que el final del camino del fernweh siempre es el mismo: el encuentro con nuestro propio yo que, a menudo, permanece oculto en la anodina cotidianidad, esa que, en determinados momentos de la vida, repudiamos como si se tratase del mismísimo infierno, pero no un averno incandescente, terrible y violento, sino un insulso, tibio y vulgar infierno en el que nunca pasa nada, y lo que pasa sucede con rigurosa inercia.

Siento ‘fernweh’: ¿me falta algo?

Hombre maleta
Hombre y maleta/Foto: Unsplash

En nuestra vida siempre falta algo. Nunca estamos completos. El ser humano es así y así debe ser. Aun teniendo cerca todo lo que queremos, amor, salud y suficientes bienes materiales para satisfacer las necesidades básicas, siempre falta algo. Y no hablamos de otro coche u otra casa más grande. Es ese “algo” difuso, indefinible que poco tiene que ver con lo material, aunque algunas personas lo traten de sedar consumiendo, comprando. 

Ese “algo” que supone que las piezas de nuestra vida no encajen a la perfección es el acicate del fernweh… y de casi cualquier proyecto de cierta trascendencia. Y para encontrar el Santo Grial de lo indeterminado, buscamos más allá, lo más lejos posible, porque creemos que nunca lo vamos a encontrar a la vuelta de la esquina o porque sospechamos que para encontrarlo precisamos un vuelco en nuestra vida que no pasa por cambiar de coche ni ir de vacaciones a un spa.  

Llegados a este punto, es cuando las paredes de nuestra casa, eso que llamamos “hogar” empiezan a estrecharse sobre nosotros, el ambiente se densa, y nos falta el aire. Y el deseo de irnos de casa, de dejar atrás nuestras raíces, se vuelve algo más que un anhelo de aventura: es una cuestión de vida o muerte… espiritual

Porque una de las facetas del fernweh es casi un tema tabú en nuestros días: el desarraigo… deseado, no impuesto, aquella persona que no quiere echar raíces ni integrarse y que no siente mayor interés por explorar las que ha dejado atrás. Porque el ser humano no es un árbol, necesita moverse, aunque sea para al final volver al mismo lugar. Permanecer siempre en el mismo espacio rodeado de las mismas personas no es para todo el mundo: para unos es sinónimo de plenitud, para otros es asfixiante

¿Hay solución para el ‘fernweh’? 

Síndrome de la vida ocupada
Prisa – Fuente: Unsplash

Si te has visto reflejado por algunos de los “síntomas” del fernweh, no temas: es una sensación más común de lo que parece: la enigmática pulsión de huida, aunque no haya nada “malo” a nuestro alrededor ni nuestra vida cotidiana sea negativa. Simplemente, algo nos dice que debemos movernos… lejos.  

La solución más lógica al fernweh es moverse, romper con la cotidianidad de alguna forma. No tiene por qué ser hacer un viaje al otro lado del mundo ni abandonar a tu familia. Pero si esa necesidad de ruptura se vuelve demasiado intensa, debes corresponderla de alguna manera antes de que sea demasiado tarde. Ante la duda, muévete.

Desde luego que no es sencillo buscar las causas de sentimientos tan complejos como el que define este término alemán. Pero si percibes que estas sensaciones se desequilibran y que no eres capaz de encajar las piezas por ti mismo, tal vez sea el momento de consultar también con un profesional psicológico, fuera de tu círculo íntimo, que te ayude a explorarte y alcanzar la raíz de tu malestar.

Porque si el fernweh es una dolencia del alma, también puede ser la antesala de un trastorno psicológico si no conseguimos dominarlo, entender sus causas y ponerle solución.  



1 Comment

  1. El “Fernweh” o no soporto quedarme en casa.Como siempre mi enhorabuena por dejar este sabor a sabiduria en vuestros artículos. Este rechazo o evitacion emocional puede deberse a diferentes factores.A veces escapamos de cierta emociones por miedo .Miedo a la rutina,al desencanto y a toda la simbologia que le damos a ciertos estimulos, que tal vez nos hacen sufrir o son dolorosos para nosotros .También podemos evitar las emociones, porque queremos evadirnos y no enfrentarnos
    a nuestra propia realidad .En otras ocasiones racionalizamos en demasía las emociones, como consecuencia hacemos una gran mochila emocional, por esta razón queremos “escapar” de nuestra propia casa,evitando una y otra vez las emociones dolorosas o disfuncionales.En casos de estrés postraumático, arrinconado esos pensamientosn en el subconciente.Gracias

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