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¿Es cierto que buscamos a nuestra madre o padre en nuestras parejas?

Todos los niegan, pero la realidad es que no pocas personas buscan, aunque sea inconscientemente, parejas que se parezcan a sus padres y madres.

Al menos así lo concluyen (aunque con matices) diversos estudios científicos que exponen conceptos como la impronta sexual, el apego, la homogamia, el emparejamiento fenotípico o el efecto Westermarck para explicar esta supuesta tendencia a rodearnos de personas que se parecen a nuestros padres, tanto desde un punto de vista físico como psicológico. 

¿Por qué buscamos parejas que se parezcan a nuestros padres? 

Fotos antiguas - Fuente: Pexels
Fotos antiguas – Fuente: Pexels

¿Sexo, pareja y madre o padre en la misma frase? Solo de pensarlo seguro que te entra, como mínimo, un escalofrío, pero la ciencia debe estar por encima de los tabúes. Es el caso del trabajo de la investigadora y profesora polaca Urszula Marcinkowska que lleva más de una década trabajando en las bases evolutivas de la selección sexual humana. ¿Qué nos lleva a elegir una pareja y no otra? ¿Es el amor, los flechazos, la química?  

Marcinkowska dejó a un lado la literatura y la poesía y prefirió centrarse en la historia evolutiva de las especies, particularmente del ser humano. La investigadora polaca partió de estudios precedentes centrados en otras especies que ya analizaban el concepto de impronta sexual definido como el proceso mediante el cual las preferencias de pareja se ven afectadas por el aprendizaje a una edad muy temprana, generalmente utilizando a uno de los padres como modelo.  

También se inspiró en estudios como este de la Universidad de Pécs en Hungría. En él se ahondaban en conceptos como la propia impronta sexual, pero también en la homogamia, que explicaría la elección de la pareja en base a la similitud y que, en el caso de los humanos, se manifiesta con parejas que comparten diferentes características no solo físicas y/o psicológicas, sino también sociales, como edad, nivel educativo, nivel socioeconómico, religión, raza e, incluso, tendencia política. 

El emparejamiento fenotípico: hijas que buscan parejas como sus padres 

Un hombre mayor con una mujer joven - Fuente: Pexels
Un hombre mayor con una mujer joven – Fuente: Pexels

Así mismo, los investigadores de Pécs exploraron el emparejamiento fenotípico que permite que los organismos detecten a otros similares por su parecido con él mismo, algo imprescindible en el reino animal para garantizar la supervivencia de las especies. En este sentido, se ha demostrado que, durante la formación de parejas, los adultos tienden a preferir parejas sexuales de la especie que les dio cuidado parental cuando eran jóvenes en lugar de otros adultos de su propia especie. 

Partiendo de la base de que la homogamia en humanos se logra en parte por la impronta sexual en el progenitor del sexo opuesto durante la infancia, se planteó la hipótesis de que los niños y niñas crean un modelo mental del fenotipo de sus padres del sexo opuesto que se utiliza como “plantilla” para buscar pareja.  

Para corroborar esta hipótesis, los investigadores analizaron diferentes familias con hijas adoptivas. Se encontró un parecido significativo entre la pareja de la hija y el padre adoptivo. Además, este parecido se refuerza o disminuye por el tipo de relación padre-hija durante la infancia: “Las hijas que recibieron más apoyo emocional de su padre adoptivo eran más propensas a elegir compañeros similares al padre que aquellas cuyo padre proporcionaba una atmósfera emocional menos positiva”. 

La impronta sexual y la elección de pareja 

Úrszula Marcinkowska, ya trabajando en la Universidad de Turku en Finlandia, partió de estos estudios para publicar en 2012 una de sus primeras investigaciones sobre las bases evolutivas de la selección sexual humana.  

En este sentido, la impronta sexual positiva, elemento vertebral del estudio, se define como una preferencia sexual por individuos que poseen las características de sus padres siendo el resultado de adquirir preferencias sexuales a través de la mencionada exposición al fenotipo —manifestación externa de un conjunto de caracteres hereditarios que dependen tanto de los genes como del ambiente— de los padres durante un periodo sensible de la primera infancia.  

Hombres de ojos azules con mujeres de ojos azules 

Una familia - Fuente: Pexels
Una familia – Fuente: Pexels

Marcinkowska cita también una serie de investigaciones en la que se encuentran evidencias de apareamiento selectivo positivo en relación con el color del pelo y de los ojos de los padres y las madres, demostrándose que el efecto del progenitor del sexo opuesto es más significativo que el del progenitor del mismo sexo en la predicción del color del cabello y los ojos de la pareja.  

En este sentido, uno de los estudios encontró que los hombres de ojos azules, de entre los encuestados, fueron el grupo con la mayor proporción de parejas del mismo color de ojos interpretándose como una “garantía de paternidad basada en el fenotipo (es decir, cuando los fenotipos del padre y de la descendencia coinciden), así como una defensa contra la infidelidad (es decir, cuando los fenotipos no coinciden)”. 

Ahondando en todas estas investigaciones, Marcinkowska reunió a 70 familias con un total de 210 voluntarios rellenando cuestionarios sobre los recuerdos de la infancia, además de preguntas generales sobre demografía e información personal sobre sus padres y pareja. 

Mujeres que buscan parejas de alta calidad genética… y no necesariamente como sus padres 

Un hombre y una mujer en una cama - Fuente: Unsplash
Un hombre y una mujer en una cama – Fuente: Unsplash

El resultado del estudio divergió de varios precedentes al concluir que los hombres tienden a emparejarse con mujeres que se parecen a sus madres “más probablemente de los que esperaríamos por causalidad”, pero las mujeres no tienden a emparejarse con hombres que se parecen a su padre.  

Así mismo, y al contrario que el estudio de la Universidad de Pécs, la calidad de la relación entre un participante y sus padres no se asoció con el parecido facial entre el cónyuge del participante y sus padres. 

Una de las razones que expone Marcinkowska para las diferencias en la impronta sexual entre hombres y mujeres es el efecto Westermarck, la aversión sexual que supone no vincularse con otros individuos que se criaron en el mismo grupo de pares o familia, siendo esta aversión más fuerte entre mujeres que entre hombres.  

“Como la evitación de la consanguinidad sería un factor que suprime la posible impronta sexual de los rasgos parentales, entonces cuanto más débil es la evitación de la consanguinidad, más fuerte es la impronta sexual”. Así pues, en las mujeres que muestran una fuerte evitación de la endogamia, la impronta sexual es menos visible

Además, la investigación sugiere que, en el caso particular de las mujeres, la elección de la pareja sería un proceso adaptativo, buscando aparearse con parejas de alta calidad, por lo que, según Marcinkowska, “las preferencias de la mayoría de las hembras serían similares, con poca variación aparente dentro de una percepción común de lo que es físicamente atractivo en el sexo opuesto, independientemente de las características de los padres: esto también podría explicar por qué no encontramos similitud facial entre los padres y sus yernos”. 

No siempre nos emparejamos con quien queremos 

Relación de pareja
Pareja sentada frente al agua/Foto: Unsplash

Por último, Marcinkowska aporta un matiz interesante a esta supuesta tendencia de buscar una pareja que se parezca a nuestro progenitor del sexo opuesto: “en todos los animales, incluidos los humanos, el emparejamiento no siempre refleja las preferencias exactas de un individuo”.

Es decir, la realidad más allá de la teoría expone que no siempre estamos con la pareja “ideal”: escoger pareja no es abrir un catálogo y decir “póngame esta, que tiene los ojos azules y se parece mucho a mamá”. Es un poco diferente, ¿no? 

Como dice Marcinkowska, “la competencia para formar asociaciones y muchas otras limitaciones socioculturales pueden impedir que los individuos se apareen con personas que tengan sus rasgos preferidos”. Y entre los seres humanos también hay un poco de competencia y limitación a la hora de aparearse. Así pues, más bien cabría hablar de parejas preferidas “entre las que están disponibles”. 



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