/ Cultura

Cariño. Foto: Universal Music
Cariño. Foto: Universal Music
Cariño. Foto: Universal Music
Cariño. Foto: Universal Music

Cariño contra el PP: ¿Los partidos pueden utilizar canciones sin el permiso de los artistas?

La música se ha convertido en un cordón umbilical entre los partidos y el electorado. Todos intentan hacerse un hueco en la memoria del votante, pero en su empeño algunos candidatos se han llevado más de un zasca por usar temas de artistas que no se vinculan con su ideología. Las últimas en quejarse por la utilización política de uno de sus éxitos han sido las integrantes de la banda Cariño. En esta entrevista tratamos de conocer mejor al trio madrileño.

Aurora Muñoz

Va, pensiero, del compositor Giuseppe Verdi; la canción popular italiana Bella Ciao reconvertida en himno partisano o la melodía tradicional catalana popularizada por Pau Casals, El cant dels ocells [El canto de los pájaros] son solo algunos ejemplos del poder de la música en la política. Los asesores de los principales candidatos saben que, para la mayoría de los ciudadanos, el voto no depende tanto de un programa electoral como de la conexión con las siglas. Por lo tanto, gran parte de la campaña electoral depende de que los equipos de comunicación logren generar emociones en el electorado y un sentimiento de pertenencia. Es aquí donde las canciones juegan un papel determinante.

No olvidemos que hace 49 años se inició la Revolución de los Claveles en Portugal con Grândola, Vila Morena, del cantautor José Afonso. Era la señal para acabar con el Estado Novo que impulsó Salazar en 1932. Al escucharla por la radio, todos debían levantarse contra la dictadura más longeva de Europa… y lo consiguieron. Nunca sabremos si el himno escogido fue determinante, pero lo cierto es que es imposible desvincular esta banda sonora de la historia. Quizás por eso, los principales partidos ponen esmero en diseñar las playlists de sus campañas y algunas han levantado grandes polvaredas.

La música reniega de Trump

Es el caso de Donald Trump, que en su camino hacia la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016 utilizó temas de Elton John, Los Beatles, Queen o Pavarotti. Algunos de los escogidos ya no estaban para pronunciarse al respecto, pero los Rolling Stones advertieron al magnate de que no usara You Can’t Always Get What You Want en sus mítines e incluso amenazaron con llevarlo a los tribunales. No era la primera vez que el político neoyorquino veía como le negaban grandes éxitos.

Su equipo había elegido Rolling In The Deep para sus actos con simpatizantes, pero les duró poco. La cantante Adele envió un comunicado en el que dejaba claro que no había dado su permiso para que su música se usara en ninguna campaña política. Lo mismo hizo, Steven Tyler, el líder del grupo Aerosmith, que publicó una carta a Trump en la que le solicitaban que dejara de hacer sonar Dream On en su periplo por Estados Unidos y argumentaba que aquello producía la «la falsa impresión» de que le apoyaba en su carrera presidencial.  Y volvió a sucederle con REM, después de que se decantara por It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine). Esta elección provocó que el cantante del grupo, Michael Stipe, hiciera una declaración contundente: «No use nuestra música o mi voz para su estúpida campaña». Anteriormente, el entonces candidato también se había valido de Rockin’ in the Free World y Devil’s Sidewalk de Neil Young para anunciar su candidatura y el artista exigió a los organizadores del evento entre 750 dólares y 150.000 dólares por cada infracción de derechos de autor, al tiempo que aprovechó para declarar su apoyo al candidato demócrata Bernie Sanders.

¿Cuál es el marco legal?

En todas estas ocasiones, Trump utilizó Twitter como altavoz y respondió a los intérpretes que tenía derecho de usar la canción, pero optó por reemplazarlas. ¿Llevaba razón? Desde un punto de vista legal, los responsables de las campañas se aferran al pago de las tarifas que establecen las entidades de gestión de derechos de autor para la utilización de las músicas en sus repertorios, pero si el autor original iniciase una batalla en los tribunales podría encontrar respaldo a su demanda. El dinero no lo es todo y el abono de unos royalties es suficiente para justificar el uso de una obra, ya que tiene implicaciones emocionales tanto para su creador como para quienes la escuchan. Los cantantes pueden negarse a que su música quede vinculada a ciertas ideologías, alegando en su defensa criterios morales, profesionales o personales.

El marco normativo varía según el país, pero en España los partidos pagan una tasa a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), lo que da permiso a poner la canción, pero no a modificarla. Además, los artistas musicales podrían alegar que se exigiera el respeto a la integridad de la obra, recogida como parte de sus derechos morales de acuerdo con la Ley de Propiedad Intelectual.

Macaco, el precedente español

Se han dado casos de cantantes en nuestro país que han querido apoyar a un partido con sus letras. Pignoise cantó para el Partido Popular (PP) vasco Marta Sánchez, para Ciudadanos Sabina, Serrat, Miguel Bosé o Soledad Giménez escoltaron a José Luis Rodríguez Zapatero para que se convirtiera en el quinto presidente del Gobierno de España. Su sucesor, Pedro Sánchez, creó su propia lista de reproducción de Spotify bajo el título: La España que quieres, con éxitos de Rosalía y Chenoa. En esta campaña, esta playlist salió a relucir en su entrevista con Carlos Peguer y Mariang Maturana, los creadores del podcast La Pija y la Quinqui, y el líder de los socialistas supo sacar ventaja y aprovecho para dar nombres de artistas nacionales que la actualizarían, entre los que destacó Rigoberta Bandini. La mención no cayó en saco roto y Paula Ribó, la intérprete que está detrás de este alter ego artístico, no tardó en reaccionar en positivo por redes sociales.

Sin embargo, no siempre se produce esta sintonía entre el candidato y el músico. Macaco (Dani Carbonell) quiso aclarar que su música no se había escrito para acompañar a ningún discurso político. Lo hizo después de que se escuchase Seguiremos en un mitin del PP, un tema que escribió con la intención de dar aliento a los más vulnerables y que se ha utilizado (con su beneplácito) en una campaña de recaudación de fondos para la investigación del cáncer infantil en el Hospital Sant Joan de Déu. Aquella vez, en cambio, el partido conservador la seleccionó para presentar la candidatura de Xavier García Albiol para Cataluña en 2015 y las imágenes sincronizadas a su música se retransmitieron en todos los informativos.

El cantante saltó como un resorte y llegó a publicar un artículo en El País donde denunciaba que no era la primera vez que veía como sus éxitos se utilizaban con fines propagandísticos sin su consentimiento. En 2009, los conservadores se decantaron por Moving  para el vídeo con el que arrancaron la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo. Este single tenía muchas derivadas que su autor no quería que fuesen desvirtuadas. Se había entonado como himno en manifestaciones por el derecho a una salud digna y también formó parte de una colaboración con National Geographic para sensibilizar a la gente con respecto a la importancia de cuidar un planeta. Carbonell consideró que muchas de las políticas del PP remaban justo en sentido contrario y por eso, a través de su compañía, EMI, hizo público un comunicado en el que explicó que el sello nunca concedió el permiso que les solicitaron desde el partido para hacer uso del tema y solicitó la retirada inmediata del spot. Como no sucedió, demandó a la formación política y la Justicia le dio la razón. La sentencia recoge que el PP incurrió en una vulneración de los derechos de propiedad intelectual y que lesionó gravemente la imagen del artista mediante una acción que se califica de «ilícita y ofensiva».

Ya había un precedente. Esperanza Aguirre usó en la campaña electoral de 2003 la canción Color Esperanza, interpretada por Diego Torres. En cambio, este tema que se había popularizado un año antes por la cover de los concursantes de la primera edición de Operación Triunfo, lo compuso Coti, que aseguró tiempo después que nunca le vendió los derechos a la expresidenta de la Comunidad de Madrid. En su lugar, donó sus derechos a la Asociación Española Contra el Cáncer.

El ‘tontipop’ no quiere tratos con los conservadores

Este 23J también ha dado algún que otro disgusto a la música española. «Hoy nos hemos levantado y hemos visto que el PP ha usado nuestra canción en un post de Instagram, lógicamente sin nuestro permiso. Nunca apoyaremos de ningún modo cualquier partido que vaya en contra de nuestros principios y de los derechos humanos», publicaba el grupo de indie pop electrónico Cariño en su perfil de Twitter justo un día antes de los comicios. La banda madrileña formada por formado por Paola Rivero, Alicia Ros y María Talaverano, ha querido desmarcarse del Partido Popular después de descubrir que ha convertido en protagonista de su campaña a una de sus canciones más conocidas, Si quieres.

Una semana atrás, la sección del PP de la Comunidad de Madrid había asignado este single a una publicación de Instagram para promocionar el acto central de campaña que los conservadores celebraron en Puente del Rey (Madrid) y que contó con el candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, el alcalde de la capital de España, Jose Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. El cartel no hizo más que aumentar la indignación de las artistas, que no dudaron en dejar un comentario entres los mensajes de respuesta a ese post: «No uséis nuestra canción para promover vuestras políticas de mi3rd4», han dejado escrito en el perfil del PP en esta red social.

¿Quiénes forman este trío madrileño?

El recopilatorio Generation Next (editado por Subterfuge y patrocinado por Pepsi, la multinacional que capitalizó la música indie en España) incluyó temazos de grupos como UndropAustralian Blonde o Najwajean, pero todos lo recordaremos por los dos primeros versos de la tercera canción de su tracklist: «No es que me emocione otro amanecer. / Es que es el primero en que me vienes a ver». Trece segundos después de este mítico arranque, nadie podía dejar de saltar. Corría la década de los 90 y Al amanecer desataba la euforia de toda una generación. Era el tema que cerraba todos los bares y sin embargo, un sector de la crítica musical se resistía a tomarse en serio a Los fresones rebeldes, la banda que lo entonaba. Miguel López Blanco, Joaquín Felipe Spada, Cristina Segura y Eugènia Broggi tuvieron que escuchar una y otra vez cómo se les acusaba de componer un pop naif infantiloide y facilón, incluso ellos mismos llegaron a autodenominarse «la peor banda española» en sus conciertos en el extranjero como un ejercicio de sarcasmo.

Así fue como nació el tontipop, una etiqueta despreciativa que acabó por dar nombre a un subgénero musical que integra a bandas como Astrud, La Casa Azul o Chico y Chica. Estos grupos pueden tener variantes en la evolución de su sonido, pero todos comparten el desprejuicio absoluto por ponerle una capa de almíbar a nuestro día a día con canciones-gominola. No vivimos en un mundo de piruleta, eso está claro, pero Cariño irrumpió en el mercado en 2017 con el EP Movidas y ya por aquel entonces sus integrantes [Paola Rivero, Alicia Ros y María Talaverano] venían dispuestas a inyectarnos una buena dosis de insulina. Su disco homónimo solo ha agrandado el fenómeno. Público ha podido conversar con ellas y analizar por qué sus temas coloristas son una especie de repelente para los conservadores:

Locochona habla de chicos game boy y representa una lucha interna entre querer disfrutar del momento y acabar pillado hasta las trancas. ¿Ha llegado el momento de hacer alegato de no enamorarse?

Bueno, siempre llega en algún momento de la vida, pero nosotras somos más románticas. Intentamos no hacerlo, pero al final caemos y nos enamorarnos.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de cariño (@cariniopop)

En vuestras letras hay un punto retro, casi de nostalgia millennial. De hecho, uno de vuestros temas más celebrados lleva el nombre de la mascota tecnológica que marcó a esa generación: Tamagotchi. ¿Hay algo de cierto en eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor?

No. Cuando lo miras desde el presente, hay cosas que puedes valorar más de entonces y te quedan recuerdos bonitos, pero no podemos quedarnos en ese punto nostálgico. Siempre se está evolucionando.

@cariniopopAAAAAAAAA 🌟 más info tanoche en IG 🎶🫣❤️😈♬ tamagotchi – Remix – Cariño & Lara91k

La primavera pasada coincidisteis con C. Tangana en el Spring Festival de Alicante. ¿Sabéis si le ha gustado vuestro Llorando en la Limo? Porque más que una versión, es una parodia…

Creemos que sí. En su día nos puso algo así como «Eso es». Nosotras hicimos hace como cuatro años ese tema porque el suyo nos gusta. No se trataba de ensalzarle como icono, sino de llevar la canción a un terreno diferente y en nuestro mundo no hay limos ni Ferraris.


¿Hay alguna cover a la que le tengáis ganas?

Se nos apetecen cosas diferentes todo el rato. A lo mejor no para grabarlas, pero quizás molaría tocarlas en los conciertos. Nos apetece reggaetón y también hemos intentado hacer nuestra propia interpretación de El Makinón, de Karol G.

Bisexual se convirtió casi en un himno, pero vosotras habéis dicho en varias ocasiones que no queréis hacer propaganda ideológica con las canciones. En cambio, los partidos sí que os escogen a vosotras. Una vez que os encontráis en esa tesitura, ¿creeis que lo personal es político?

Sí, claro. Es inevitable, pero esta canción en concreto no estaba planteada como un himno protesta. Solo narra una vivencia, pero cuando se comparten experiencias personales con el público, se convierten en algo político. Quizás la clave de que se viralizara es simplemente que da visibilidad a la diversidad. Ya está. No cuenta la historia desde la misma perspectiva que todas las demás canciones, pero tampoco nos esperábamos que fuera a dar el pelotazo. El punto de partida era muy ingenuo, incluso pensamos que iban a ser de los temas menos escuchados del disco y luego, mira.

El videoclip de No me convengo arranca con el robo de un maletín repleto de casetes con música nueva de la banda y los culpables son los miembros de una banda rival. ¿Os habéis encontrado muchas movidas feas en la industria?

Alguna que otra, sí. Tampoco han sido muy graves, pero podría decirse que nos han tocado bastantes. Hay mucha turbiedad en la industria musical y bastante desinformación. Los contratos son muy complejos jurídicamente, pero nadie te los explica. Tú firmas y luego te encuentras con las movidas. Esa opacidad contribuye a que haya injusticias.

Lola Índigo reivindicaba en este medio la necesidad de acabar con las listas de éxitos segregadas por género. ¿Qué opináis sobre esto?

Nos parece exactamente lo mismo. Estamos cansadas de que se nos valore como mujeres, no como una banda de música y ya está. Eso es lo que somos. A nosotras nos toca escuchar una y otra vez la pregunta sobre cómo es formar parte de un grupo de chicas y mientras que la prensa ocupa el tiempo de nuestras entrevistas con eso, a ellos les dan la oportunidad de hablar sobre su música. Eso es una forma de discriminación.

A pesar de las dificultades, habéis conseguido colocar vuestros temas en los tops de música indie e incluso multinacionales como Tinder os ponen como ejemplo de éxito nacido gracias a su app. ¿Es esa la prueba del algodón para saber que ya eres mainstream?

Bueno, no está tan claro que nos conociésemos en Tinder. A lo mejor fue en Wapa, tampoco nos acordamos. [Risas] En cualquier caso, tampoco creemos que seamos un grupo masivo. Vemos que cada vez va más gente a los conciertos, pero no es algo tan exagerado como para que nos paren por la calle. Seguimos manteniendo nuestro anonimato.

Habéis tenido la oportunidad de actuar en Coachella y compartir cartel con Billie Eilish y Harry Styles, pero volvamos a la raíz. ¿Para cuándo un videoclip en la villa coruñesa de Cariño?

¡Ay, sí! Lo tenemos muy presente desde que nos enteramos de que había un pueblo con ese nombre, pero al final siempre da pereza irnos hasta allí para grabar. Todavía no hemos estado nunca y hay ganas.

Para mucha gente 2020 fue un año de mierda, como dice vuestro tema. ¿Cómo os ha ido en lo que va de 2023? ¿Hay alegrías a la vista?

¡Muy bien! Está siendo más tranquilo que el anterior, pero se ve todo más asentado. Es un año de transición. Estamos haciendo música, preparando nuevo disco y no vamos a tocar tanto como en 2022. Eso nos da espacio para que surjan nuevas cosas.

Hace poco David Bisbal nos confesaba como sobrevive al ajetreo de las giras. ¿Qué hacéis vosotras para cuidar de vuestra salud mental en esas temporadas?

Intentamos ponernos fuertes, comer bien y ahora le damos mucha importancia a dormir, porque al principio todo era una fiesta y ahora casi no salimos. También hemos aprendido a decir que no, a poner límites y tomarnos tiempo para las cosas, porque con prisas no se puede crear nada. Hemos evolucionado mucho.

Saquemos al genio de la lámpara, ¿qué deseo le pediríais?

Un WiZink estaría bien, pero tampoco es nuestro sueño. Nos importa más que nos respeten y se nos reconozca como compositoras. Ahora que, puestas a pedir, un Grammy sería lo suyo.