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¿Por qué sacamos la lengua cuando queremos concentrarnos?

¿Y si sacamos la lengua al concentrarnos como una reminiscencia de nuestras primeras experiencias de comunicación? Así lo sugiere la profesora de Psicología Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Sussex en Inglaterra Gillian Forrester que lleva buena parte de su carrera tratando de comprender mejor el comportamiento de los humanos y su evolución hasta convertirse “en los grandes simios que caminan erguidos, hablan y usan herramientas que somos hoy”. 

Y es que, para Forrester, el uso de herramientas que conlleva el desarrollo de habilidades motoras finas y que implica el uso de músculos pequeños y las articulaciones en nuestros dedos y manos, y el propio lenguaje comparten un proceso cognitivo. Os lo explicamos a continuación. 

La evolución del lenguaje: de los gestos al habla, de la mano a la boca 

Una niña trabaja con sus manos - Fuente: Depositphotos
Una niña trabaja con sus manos – Fuente: Depositphotos

En 2015, Forrester y su colega Alina Rodríguez publicaron en la revista Cognition un estudio titulado Lapsus de la lengua: Implicaciones para la evolución y el desarrollo del lenguaje en el que abordaban la teoría predominante sobre la evolución del lenguaje que implicaría una etapa gestual anterior a la aparición del habla.  

Para ahondar en esta teoría se ocuparon de ese gesto tan aparentemente intrascendente habitual en niños (y no tan niños) de sacar la lengua a la hora de concentrarse en algo, especialmente cuando se está manipulando algo con la mano: por ejemplo, dibujando, creando una figura de Lego… o peleándose con el montaje de un mueble de IKEA. 

¿Y si esta “protuberancia de la lengua” estuviese relacionada con alguna actividad cerebral? No puede ser una coincidencia que tantas personas saquemos la lengua cuando nos ponemos “en modo” motricidad fina. Forrester y Rodríguez consideraron que este acto de sacar la lengua podría ser una reminiscencia del origen de la evolución del lenguaje, cuando este pasó de los gestos al habla, de la mano a la boca, a la lengua.  

Y es que no hay que olvidar que el término “lenguaje” entendido como facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos, según la RAE, proviene de la palabra “lengua”, aunque no todos los lenguajes sean ejecutados con la boca, ya que también existe el lenguaje de signos, entre otros. 

Niños sacando la lengua 

Un niño escribe sacando la lengua - Fuente: Depositphotos
Un niño escribe sacando la lengua – Fuente: Depositphotos

Para probar sus teorías, las investigadoras pusieron a un grupo de 14 niños de cuatro años a trabajar en varias tareas de cierta dificultad que implicasen diferente grado de control motriz: recordar una historia, experimentar con un candado y una llave, jugar un juego manual con un investigador, etc.  

En todos ellos, los niños terminaron por sacar la lengua durante algunos procesos de pensamiento intenso, pero al analizar los videos se percibió que los niños sacaban la lengua más dependiendo del tipo de tarea. Y el resultado no fue el esperado ya que, según su hipótesis de partida, lo “lógico” era que los niños sacaran más la lengua con el ejercicio que requería más destreza de motricidad fina: el juego del candado y la llave. 

Sin embargo, fue otro juego el que sacó más lenguas: uno en el que los niños debían hacer lo contrario que los investigadores: si este golpeaba la mesa con el puño, el niño debía hacerlo con la palma de la mano, y viceversa. 

Las investigadoras, pese a la sorpresa, concluyeron que este hallazgo tenía sentido desde un punto de vista evolutivo ya que el juego requería coordinación, rapidez de pensamiento y gesto y capacidad para manejar reglas, todos los componentes de un sistema de comunicación

Desbordamiento neuronal 

Además, Forrester y Rodríguez señalaron un segundo hallazgo en su experimento: las protuberancias de la lengua solían tender hacia la derecha en la mayoría de las tareas, lo que indicaría que están controladas por el hemisferio izquierdo del cerebro.

No hay que olvidar que este es el lado responsable de procesar el lenguaje, por lo que, para las investigadoras, este segundo hallazgo también reforzaría su hipótesis: sacamos la lengua mientras ejecutamos una tarea porque vincula a los mismos aspectos del cerebro que nos ayudan a comunicarnos. 

Todo ello estaría relacionado con lo que se conoce como desbordamiento motor que ha sido analizado más recientemente por este estudio publicado en Frontiers. Según las neuroimágenes analizadas, la región del cerebro que se dedica al lenguaje y que se ubica en la circunvolución frontal inferior se superpone en gran medida a las redes neuronales dedicadas a la destreza y el uso de herramientas.  

Según esta teoría, las neuronas que se activan en la región de la destreza se desbordan hacia el tejido neural vecino que pasa a dirigir la boca. Así, al estar tan concentrados en una tarea de motricidad fina, este efecto se desborda hacia la región del lenguaje lo que provocaría que la lengua también se active

Todo ello también se vincula con las hipótesis de Forrester y Rodríguez en relación a la evolución del lenguaje. De hecho, Gillian Forrester también estudia de cerca a los simios y ellos, como sabemos, usan principalmente sus manos para comunicarse.

¿Surgió el habla cuando ocupamos las manos?

Un niño escribe junto a una mujer - Fuente: Depositphotos
Un niño escribe junto a una mujer – Fuente: Depositphotos

Es posible que los primeros humanos también se comunicaran con las manos, pero entonces sucedió una cosa que alteró la comunicación: empezaron a usar herramientas con las manos y ya no podían comunicarse… Y entonces el lenguaje pasó de la mano a la boca. No, por supuesto, de un día para otra. Pero así pudo trazarse la evolución del lenguaje.  

De hecho, no pocos adultos siguen sacando la lengua cuando ejecutan determinadas acciones aunque se trata de evitar para no parecer demasiado “infantiles”. Pero si hasta Michael Jordan no lo podía evitar, no luches contra uno de nuestros gestos más entrañables y que, además, y según las investigaciones, es un recuerdo de nuestros orígenes ancestrales



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