En Asturias lo llaman ‘pillar el puntín’, un punto moderado de ingesta de alcohol que, aparentemente, —sobre todo para al que lleva el puntín pillado, tal vez no para al resto— supone un instante de plenitud en el que todo encaja, en el que los problemas son menos dramáticos y la vida se antoja mucho más sencilla y disfrutable.
Para Thomas Vinterberg, director y coguionista de Otra ronda, el puntín es el ‘cero’, una microdosificación del alcohol inspirada en la supuesta teoría del psiquiatra noruego Finn Skårderud según la cual los humanos nacen con un nivel de alcohol en sangre 0,05% por debajo de lo normal.
Y eso es lo que trata de solventar Martin y sus colegas de un instituto con su “experimento sociológico” en la película Druk: beber permanentemente para mantener una dosis moderada de alcohol en el cuerpo, intentando demostrar que con el puntín nuestra mente está a pleno rendimiento.
A continuación, exponemos lo que la ciencia dice sobre esta teoría ampliamente difundida (y controvertida) de que el alcohol, en dosis moderadas, es buena para el organismo, incluyendo nuestro cerebro.
Finn Skårderud y su teoría: “hoy serían «fake news»”
“Hay un filósofo y psiquiatra noruego, Finn Skårderud, que cree que beber es sensato” dicen en Otra ronda. Pero aunque Skårderud se sintió alagado por tanta atención, tuvo que salir al paso de su presunta defensa de una moderada (y continua) ingesta de alcohol para mejorar nuestras vidas.
Porque Vinterberg le pidió permiso para usar su idea (mientras bebían unas copas de vino en Copenhague) y Skårderud le dio su bendición —no olvidemos de que estamos ante uno de los grandes del cine danés contemporáneo con películas de éxito internacional como Celebración o La caza— quedando muy contento con la cinta que se llevó el Óscar a mejor película internacional en 2020. Pero es una película, es ficción, como Skårderud recuerda.
“Es una película fantástica. Es rica, compleja y con grandes actuaciones, así que ahora estoy orgulloso de haber sido parte de la producción”. Pero…
La “teoría” en la que se basa la película —la del 0,05% menos de alcohol en sangre que hay que compensar empinando el codo— no es ninguna teoría, solo es un extracto de un prefacio que Finn Skårderud escribió décadas atrás para la reedición del libro Sobre los efectos psicológicos del vino, escrito por Edmundo de Amicis en 1880.
“No es una teoría, sino más bien un experimento mental”, se defendió Skårderud, “trabajo con personas con grandes problemas con el alcohol y me reúno a diario con sus familias”, apostillando: “no quiero ser un profeta del alcohol”.
¿Es saludable una cantidad moderada de alcohol? ¿Qué dice la ciencia?
Con Skårderud echando balones fuera y asumiendo que Otra ronda es una ficción que se inspira en una teoría que no es tal, nos queda acudir a la ciencia para hacerle la gran pregunta: ¿es bueno beber alcohol de forma moderada? ¿Nuestro cuerpo y nuestra mente están mejor con una caña o una copa de vino? La respuesta varía según al científico al que preguntes. Veamos.
Lo primero que cabe resolver es esa incógnita que tiene tantas respuestas como bebedores: ¿qué es una cantidad moderada de alcohol? Hace apenas unos meses varios investigadores del Grupo de Inmunonutrición del Departamento de Metabolismo y Nutrición del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) perteneciente al CSIC publicaban un informe de título elocuente y prometedor: ¿Sabemos lo que es un consumo moderado de alcohol? El caso particular de la cerveza.
Los investigadores son conscientes de la “gran controversia relativa a la falta de definición respecto a lo que se considera un consumo moderado de bebidas alcohólicas desde el punto de vista de la salud, ya que, a su vez, debería ser un consumo socialmente aceptado”. Porque, como hemos visto, si un experto señala que beber tal cantidad de alcohol es moderada (y buena), en cuestión de minutos estamos todos en el bar de la esquina brindando por la ciencia.
Pero, aunque no existe una definición universalmente consensuada de consumo moderado, “se considera como tal la cantidad por debajo de 10-12 g de alcohol al día para mujeres [330 mL de cerveza de 4,5 % vol.] y de no más de 20-24 g alcohol al día para hombres [660 mL de cerveza de 4,5 % vol.]”. Es decir, una lata de cerveza al día para la mujer y dos para el hombre.
Este mismo estudio aporta conclusiones sobre los supuestos beneficios de esta ingesta moderada del alcohol: “una ingesta moderada de cerveza puede contribuir al aporte de vitaminas y de minerales en la dieta y que los compuestos fenólicos presentes en esta bebida fermentada de bajo contenido alcohólico pueden ejercer un efecto protector a nivel inflamatorio, inmunológico y cardiovascular”.
Dos décadas antes, Ramón Estruch del Hospital Clínic de Barcelona presentaba este informe sobre los Efectos del alcohol en la fisiología humana señalando que: ”existen posibles efectos beneficiosos del consumo de cantidades moderadas como antiséptico gástrico e intestinal, sobre el sistema cardiovascular (reducción de la mortalidad global y de la mortalidad coronaria) y sobre la enfermedad de Alzheimer”.
Pero todavía no descorchemos el champán, porque no todos los estudios científicos van en la misma línea que estos dos. Especialmente tajante es el informe técnico firmado Montserrat Rabassa del Centro Cochrane Iberoamérica y publicado por la Universitat Pompeu Fabra con el aval del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
“Es un mensaje falso que el consumo moderado del alcohol es moderado para la salud”. Para llegar a esta rotunda conclusión el informe aborda el análisis de multitud de estudios científicos. Entre ellos, uno publicado por la United European Gastroenterology en el que alerta de los riesgos de cáncer de esófago, hígado, páncreas, colorrectal y gástrico por el consumo de una bebida de alcohol al día.
Así mismo, el grado certeza sobre la máxima de que el consumo de alcohol a niveles bajos podría no tener un efecto protector en la mortalidad es bajo o muy bajo.
El informe concluye ahondando en su rotundidad: “Teniendo en cuenta estos resultados, no hay justificación para recomendar beber, ni para empezar a beber por razones de salud”.
Además, según este informe, el consumo moderado de alcohol es inferior a 14 unidades por semana, equivaliendo cada unidad a un quinto de cerveza, una caña, una copa de vino o un chupito: es decir, 14 cañas a la semana distribuidas de forma uniforme, no todas el mismo día.
Este informe es respaldado por otros estudios previos como este también de título muy significativo: Alcohol y salud: ¿Alcohol y salud?: revisión bibliográfica. Los profesores de la cátedra de Estomatología de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina señalan cómo en los últimos años se han destacado sus propiedades anticancerosas, antioxidantes y proyectivas contra la enfermedad cardíaca coronaria, lo que ha generado controversias entre beneficios y perjuicios del consumo.
Su conclusión también es diáfana pero manifiesta las dudas que aún se manejan en relación a los posibles beneficios del consumo moderado de alcohol, sin olvidar los riesgos que cualquier consumo de alcohol supone para el individuo:
“La integración de los riesgos y beneficios en una recomendación sobre el consumo de alcohol representa un desafío para los profesionales de la Salud. Si bien se publicita que el consumo moderado de alcohol puede realmente mejorar la salud, es sabido también que una dieta sana puede suplir perfectamente tales beneficios. Se afirma que ningún nivel de consumo de alcohol puede ser considerado como seguro para algunas personas”.
¿Y los beneficios “espirituales” del consumo de alcohol?
Como hemos visto, la ciencia aún tiene asignaturas pendientes en relación al estudio de los supuestos beneficios del consumo moderado de alcohol, ya que no existe ninguna duda científica de que el consumo no moderado o agudo de bebidas alcohólicas es altamente tóxico y perjudicial para el organismo.
El problema, por supuesto, reside en la adicción que puede suponer en el individuo este tipo de sustancias. Porque, por lo general, toda persona que empieza a beber, lo hace de forma moderada, hasta que cruza la línea: el alcohol es responsable de 3,3 millones de muertes en todo el mundo (el 7,6% y el 4% de la mortalidad global en hombres y mujeres, respectivamente), según datos de la OMS de 2012.
Pero hay un aspecto aún no valorado suficientemente por los estudios científicos por la dificultad que conlleva: son los beneficios, llamémosles “espirituales” que supone una ingesta moderada de alcohol. En este caso, no hablamos de neuronas, ni de cánceres, ni del esófago, sino de la creatividad, la sociabilidad, el optimismo, la alegría, lo que Vinterberg señalaba como punto de partida de su película.
Pese a que estos efectos a menudo duran un suspiro, lo que tarda nuestro cuerpo en filtrar el alcohol, pueden aportar incuestionables beneficios mentales al individuo. Pero, por supuesto, a cambio de los riesgos que sabemos conlleva que el consumo del alcohol supere la moderación.
Así pues, más allá del interesante experimento de Martin y sus colegas en Otra ronda, nos tememos que, aunque le pese a Homer Simpson, el alcohol siempre estará bastante más cerca del problema que de la solución.