Ecologismo de emergencia

La 'revolución' de los árboles urbanos

Rosa M. Tristán

La 'revolución' de los árboles urbanos
Un hombre porta una pancarta que reza 'Salvemos la arboleda, todos a una' durante una manifestación a favor de la vegetación urbana y contra la destrucción de parques y la tala de árboles, en el Parque de Arganzuela, a 6 de mayo de 2023, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

Cada día desde hace casi tres meses, vecinos y vecinas de Madrid Río hacen turnos junto a "la valla de la resistencia", esa franja en blanco y rojo que encierra la mitad de la arboleda histórica del parque de la Arganzuela . Informan, recogen firmas, comparten indignación. Más de 240 plátanos maduros, con 60 años de vida, van a ser eliminados porque se ha trasladado una futura estación de Metro de la calle, como se proyecto y aprobó, a un espacio verde muy emblemático, y el barrio no está dispuesto a rendirse en su defensa. Cada día, también, un obrero de Acciona (‘Sísifo, le apodan) repinta la valla en la que brotan sin cesar tantos mensajes de apoyo como hojas crecen en las esbeltas ramas esta primavera.

La movilización ciudadana en torno a la campaña Yo defiendo este árbol, que aglutina a asociaciones vecinales, ecologistas, de padres y madres, comercios y, sobre todo, muchas personas que nunca se vieron envueltas en ninguna protesta, no pierde fuerza desde que parte de la arboleda quedara ‘presa’ y amenazada de muerte. Desde comienzos de febrero, jóvenes y mayores de todo tipo han recogido a pie de calle más de 20.000 firmas manuscritas, que se suman a otras 60.000 en Change.org; han convocado manifestaciones que han dado la vuelta al mundo –han sido publicadas en medios del prestigio de The Guardian, pero también en Japón o en Indonesia, vía France Press-; han presentado expedientes para que sea considerada un Bien de Interés Cultural y han organizado sesiones con ingenieros expertos en obras públicas (también Metro), que desmontaron las ‘razones técnicas’ aducidas para el cambio de ubicación de la estación. También se han reunido con autoridades del Gobierno de la Comunidad y han acudido a Juntas Municipales de Distrito, donde el trato recibido no ha sido el que esperaban. Yo defiendo este árbol se riega con el apoyo mutuo en  un chat vecinal imposible, pero en el que el foco está bien centrado. El tema incluso ha llegado al Parlamento Europeo.

A estas alturas, tres meses después de que comenzara, ya no hay duda de que el barrio más beneficiado por esa estación de Metro Madrid Río (en la Línea 11) está dispuesto a dar la batalla con una capacidad de organización admirable, compartiendo iniciativas y organizando encuentros con varios cientos de personas involucradas, gentes de todas las edades, profesiones e incluso ideologías, un movimiento que lejos de debilitarse, sigue vivo con el tiempo y con la acumulación de despropósitos de las autoridades implicadas en el trato a la vegetación urbana madrileña.

Plantar más árboles, y desde luego conservar los que están maduros, en áreas urbanas es fundamental para reducir las temperaturas de verano y podría reducir en un tercio las muertes relacionadas con las olas de calor. Si, esas muertes que ya hubo en la capital hace menos de un año. Lo dicen investigadores internacionales que publicaron en la prestigiosa revista The Lancet un informe el pasado mes de febrero. Aumentar la cobertura vegetal al 30% estiman que reduciría la temperatura 0,4 grados a nivel local. Árboles situados en sus centros urbanos, no en descampados en las afueras. Otro trabajo publicado en Nature advertía también de la importancia de tener árboles en las calles para mejorar la salud de los ciudadanos, la física y la mental, destacando que debían ser ejemplares grandes y maduros, una herencia que ya está amenazada por el cambio climático sin necesidad de acelerarla con el hacha.

En este barrio céntrico madrileño de Arganzuela no todos conocen las conclusiones evidentes de la ciencia, pero si saben, y muy bien, que su arboleda en riesgo por la tala o un imposible trasplante –el argumento del equipo de Isabel Díaz Ayuso para intentar acallar la protesta-  les es imprescindible porque son su refugio en el abrasador verano, su espacio para compartir juegos infantiles, fiestas familiares o tardes de cartas de sus mayores. Son conscientes de que la vida es sombra, pero de esa grande y esbelta que les cobija, el refugio frente al hormigón y el granito que se impone hasta convertir las ciudades en grandes "isla de calor" insoportable.

En la valla de la resistencia a la tala, tuvo lugar el pasado 28 de febrero una primera manifestación de miles de personas que dejó huella, luego vinieron otras igualmente exitosas; también por allí han pasado políticos de casi todos los partidos (menos del PP  y Ciudadanos), ministros del Gobierno, científicos y personalidades del mundo de la cultura. Y algunos intransigentes, quienes rompen los dibujos de los niños dedicados a su arboleda aprovechando la noche, o que insultan y se niegan a conocer que ese proyecto de Metro se cambió de la noche a la mañana y que hay alternativa aprobada oficialmente. Pero nada rinde al vecindario, que cuelga pancartas de "No a la tala" de sus ventanas, cada jornada coloca y recoge su punto informativo sin faltar a la cita, idea nuevas actividades para cada fin de semana, acude a foros y organiza, con otros colectivos, protestas como la que del pasado domingo.

Estamos hablando de una ciudad que ha perdido casi una quinta parte de sus árboles maduros (78.000 de 400.700) en cuatro años, sin contar los de la Casa de Campo por la tormenta Filomena, donde cada vez más denuncian en las redes que  sus alcorques desaparecen o se ‘recauchutan’, donde se observa con perplejidad que se podan arbustos en plena primavera, y salvajemente,  y cada día se encuentran decenas de plantones secos de los cientos de miles que el alcalde anuncia a diestro y siniestro, una ciudad que no traga con esos parques de zahorra (piedra molida) en donde no crece ni una brizna pero si recalienta el ambiente.

Esta gran urbe ya ha sido noticia mundial por las altas temperaturas y las olas de calor del pasado verano, se sabe que tendrá un 2023 de récord y en 15 años sufrirá el clima de Marraquech, la puerta marroquí al desierto,  según un estudio internacional publicado en PloS One.

La buena noticia es que está en marcha la ‘revolución de los árboles’. En Arganzuela, en el parque de Comillas, el Darwin (estos tres, por la misma obra), en el barrio de la Concepción, donde el parque Calero está sufriendo una metamorfosis, en Aluche...  Una revuelta ciudadana que ha puesto a nuestros espacios verdes en el punto de mira en plena campaña electoral autonómica y municipal. Díaz Ayuso ya intentó calmar las aguas hablando de moratoria de la tala en Arganzuela, pero a nadie ha engañado porque no da respuesta a quienes le exigen la vuelta al proyecto original antes del 28M y se teme que el 29M amanezca con ruido de sierras.

Cuidar la vegetación en las grandes y contaminantes ciudades, Madrid u otras, es prioritario en todo el mundo, pero más en este país, España, que no camina sino corre hacia el desierto. Y eso pasa por conservar los hermosos árboles que ya están y nos acompañan en parques y calles, en cuidar los setos y no poner césped en tierra seca. No pasa por apabullantes promesas de futuros árboles que quizá nunca arraigarán mientras se matan los que están. Leamos los programas electorales y elijamos a quienes no nos quiera hormigonar la vida a cambio de unas cañas.

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