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El curioso caso de Medvédev o cómo se ha convertido en el principal influencer de la guerra a base de insultos y amenazas

Inna Afinogenova

Periodista rusa. Colaboradora en La Base de Canal Red.

El curioso caso de Medvédev o cómo se ha convertido en el principal influencer de la guerra a base de insultos y amenazas
15 de enero de 2020, Rusia, Moscú: El presidente ruso Vladimir Putin (L) habla con el entonces primer ministro ruso Dmitry Medvedev durante su reunión. Foto: -/Kremlin /dpa

"Tenemos posibilidades de enviar a todos nuestros enemigos al infierno". "Estamos a merced de Dios y de los misiles". "Nuestro objetivo es parar al señor del infierno, sea cual sea su nombre: Satanás, Lucifer o Iblís". "Los detesto. Son unos cabrones y unos malparidos". "En nuestra contra está parte de un mundo moribundo. Un puñado de nazis drogadictos enloquecidos junto con un pueblo al que tienen espantado, y una enorme jauría ladrando desde la perrera occidental". 

Puede parecer una parodia de declaraciones amenazantes de Kim Jong Un previas a una enésima prueba misilística o un discurso de cualquier líder islamista radical de hace una década. Pero ni son del amado líder norcoreano, ni son de un sucesor de Bin Laden, ni, lo que es más alarmante, son una parodia. 

Se trata de extractos de los textos que, desde hace un año, escribe con regularidad el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, en su canal de Telegram, que suma ya más de un millón de lectores. Esa enorme audiencia la ganó apenas en un año y no se puede saber qué parte de ella se suscribió por estar en sintonía con las reflexiones sobre "los amigos anglosajones que nos quieren muertos, y sus lechones que están gruñendo felizmente", y cuántos siguen allí a la espera de carnaza para memes y mofas de todo tipo. 

La velocidad con la que sus publicaciones se vuelven trending topic es digna de envidia insana de todo influencer que se respete. Las metáforas que procrea pasan a formar parte del lenguaje cotidiano casi al instante, y varios portales de internet publican listados con el top-10 de las frases con las que la genialidad literaria de Medvédev deleitó a los rusohablantes en los últimos meses. "La rusófoba termonuclear" en referencia a Liz Truss; "vieja matrona malvada", sobre Ursula Von der Leyen o "Borisito melenudo" sobre Boris Johnson, son algunos de los creativos apodos que ha parido. 

Todo el interés que generan semejantes enunciados, su éxito y su potencial viralidad, no se deben solo a la fértil creatividad de su autor y a su recién descubierto talento para el insulto, sino también al asombro de contemplar la transformación del que ejerció como vicepresidente de Putin y que a la postre es el expresidente de Rusia que antes de la guerra fue considerado como el líder más abierto y prooccidental dentro del oficialismo. 

"La libertad es mejor que la no libertad"

Cuando asumió la presidencia en 2008, prometió modernización, liberalización y una mayor apertura. Junto con Barack Obama impulsó el denominado proceso de ‘reinicio’ de las relaciones entre Rusia y EE.UU.; viajó a Silicon Valley donde Steve Jobs le obsequió con un, por entonces nuevo, Iphone 4; exploró Twitter como parte de su afición por el blogging; se hacía selfies e invitó a los integrantes de Deep Purple a su residencia, donde les confesó que era fan de su música desde muy joven. Se ganó la fama de amante de la tecnología con smartphone convencido de que "la libertad es mejor que la no libertad", una de las frases que marcó su mandato presidencial. 

La guerra de los tres días en Georgia en agosto de 2008 no afectó demasiado a las relaciones con los otrora aliados internacionales. Rusia sorteó la crisis financiera global de 2008-2009 con relativo éxito y pese a la caída del PIB en un 8%, los precios de los hidrocarburos se restablecieron, superando los 80 dólares por barril ya en 2010, lo que permitió mantener el nivel de vida de los rusos y los compromisos de los servicios sociales sin necesidad de recurrir a dolorosos recortes.

Gran parte de la sociedad rusa depositó sus esperanzas de cambio en que Medvédev se presentara para un segundo mandato y para muchos fue una posibilidad real casi hasta el final. Pero en marzo de 2011 Moscú se abstuvo en una votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre la intervención militar en Libia que se había producido ese mismo año, un episodio que, según numerosos historiadores, o bien Putin no le pudo perdonar o fue visto por él como una señal de debilidad. Meses después, en septiembre de 2011, Medvédev anunció que no se volvería a presentar a las elecciones presidenciales. Para muchos, fue el reconocimiento de que los cuatro años de la anunciada liberalización, modernización y apertura fueron una suerte de ‘operación especial’ para guardarle el sillón al jefe (algo que, por otra parte, también muchos sospechaban). 

La parte de la sociedad rusa que más anhelaba el cambio, pasó entonces de considerar a Dmitri Medvédev una esperanza, a verlo como una mera marioneta en manos de Vladímir Vladímirovich. En 2017 una investigación del equipo del opositor Alexey Navalny le atribuyó la propiedad de una red de palacios y viñedos en Rusia y en Europa, destruyendo así definitivamente lo que le quedaba de popularidad. 

Su caída en desgracia para el oficialismo quedó patente cuando hasta la propaganda gubernamental se empezó a permitir vilipendiarlo, captando momentos en los que se le veía dormido en reuniones oficiales o publicando fotografías sonrojantes en las que miraba a través de unos prismáticos cerrados. 

En los últimos años mantuvo un perfil bajo en la medida en la que el cargo de vicepresidente y, posteriormente, el de vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, se lo permitió. En 2022, sorprendentemente, pasó a convertirse en uno de los principales ‘trendsetters’ e influencers de la propaganda bélica rusa. 

¿Qué le pasó?

"¿Qué le pasó a Medvédev?" es una búsqueda que Google en ruso aprendió a autocompletar. Las teorías de los blogueros, periodistas y politólogos varían desde lo más terrenal (abuso del alcohol), hasta lo puramente pragmático (teme por su supervivencia política y por su posición social). En el sistema que se forjó en la Rusia postinvasión a Ucrania, una persona que había intentado hacer de las libertades individuales y de la alianza con Occidente su bandera, tiene que demostrar el doble o, si se quiere, el triple de compromiso con todas las aberraciones diarias que están defendiendo desde las élites. 

 Sigo leal, sigo siendo útil, sigo formando parte de todo esto, no soy "una criatura temblorosa" y "tengo derecho", a lo Rodion Raskolnikov de Dostoyevski. No vaya a ser que una postura más o menos tibia genere suspicacias. Parecer un "degenerado termonuclear" (como él mismo se refiere a algunos políticos bálticos), un enajenado mental o, simplemente, un payaso para la alegría de los cazadores de ‘tremending topics’, debe dar cierta seguridad y calorcito: en algún que otro momento hasta te puede rebotar cerca alguna que otra migaja de la boca del tiburón al que estás sirviendo y acompañando cual parásito.

Hace unas semanas el expresidente recibió un nuevo cargo, el de vicepresidente de la Comisión Militar Industrial rusa. La lealtad a la "operación especial militar" y la capacidad camaleónica de adaptarse a cualquier entorno quedaron así premiadas en alguien que en los últimos años no dejaba de parecer más bien prescindible. 

La semana pasada volvió a ser tendencia tras publicar en Vkontakte y en Twitter sus seis tesis sobre "por qué Ucrania desaparecerá". "Porque nadie la necesita", explicó. "No la necesita Europa". "No la necesita EE.UU". "No la necesita África ni América Latina". "No la necesita Asia". "No la necesita Rusia". "No la necesitan sus propios ciudadanos". "No la necesita nadie en el planeta". Unas afirmaciones que, más que una parodia o una teoría geopolítica seria y fundamentada, parecen algo así como una proyección de sí mismo. Aunque eso lo dejamos para el estudio de los profesionales de la psiquiatría y la psicología. Si es que alguno de ellos se aburre lo suficiente como para estudiar este curioso caso. 

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