De un tiempo a esta parte, ha aumentado la compra de la leche sin lactosa entre los consumidores. Desde luego, esta resulta un alimento imprescindible en la dieta de las personas que sufren intolerancia hacia aquella, pero en el resto de los casos asemeja que se ha popularizado la creencia de que este tipo de leche resulta más saludable que la tradicional.
Así que, para despejar este tipo de dudas, averiguamos hoy si es más sana la leche sin lactosa y quiénes son los que deben consumirla para cuidar su salud.
Qué es la lactosa
Antes de entrar en detalle, despejemos un concepto básico: qué es la lactosa, puesto que no todo el mundo tiene claro en qué consiste realmente. La lactosa es un azúcar que está presente en la leche y en los productos lácteos. Para digerirla, nuestro cuerpo necesita producir en el intestino delgado una enzima denominada lactasa. Cuando el intestino no produce cantidad suficiente de lactasa se produce la intolerancia a la lactosa, de ahí que haya personas intolerantes a esta, puesto que su organismo no la digiere.
De tal modo, la leche sin lactosa es la clásica de siempre pero a la que se añade lactasa, esa enzima extraída de otros organismos, como pueden ser las levaduras o los hongos, para romper la lactosa en los dos azúcares que la componen. De esta manera, las personas con intolerancia pueden digerirla sin problema. Como resultado, ese proceso que no puede hacer el intestino en las personas con intolerancia se produce antes de que la ingieran sin que afecte a su salud. Por ese motivo adquiere un sabor más dulce que el de la tradicional.
Intolerancia a la lactosa
Hasta hace unos años, cuando se detectaba que una persona era intolerante a la lactosa y su consumo resultaba perjudicial para su salud, los médicos se limitaban a eliminar de la dieta la leche y los derivados lácteos que la contienen. Pero la industria láctea reaccionó y lanzó al mercado numerosos productos con bajo contenido en lactosa o directamente sin ella, de manera que las personas que padecen esta intolerancia no tienen por qué ver modificada su dieta.
De tal modo, la leche sin lactosa es la mejor opción para aquellos que no pueden consumir la clásica, pero en ningún caso resulta más saludable ni más sana ni más ligera que la leche tradicional. De hecho, no beber esta provoca que no se puedan obtener los beneficios del consumo de la lactosa, aunque sí del resto de componentes de la leche.
Síntomas de intolerancia a la lactosa
Los síntomas de la intolerancia a la lactosa aparecen entre media hora y dos horas después de beber leche o consumir productos lácteos. Los más habituales son la diarrea, los cólicos abdominales, flatulencias, náuseas y distensión abdominal. Si crees que te sientan mal la leche o los yogures y que eres intolerante a la lactosa, lo mejor será que vayas primero a tu médico para consultarlo y que te oriente en esta situación.
Puede que haya sido algo circunstancial, que sufras otros problemas como el síndrome del intestino irritable, cuyos síntomas suelen confundirse con la intolerancia a la lactosa, o que efectivamente debas tener en consideración que has de modificar el consumo de ciertos alimentos. Ten en cuenta que no solo la leche y los productos lácteos contienen lactosa, sino que también puede estar presente en otros alimentos y carnes procesadas, pan y productos horneados, como galletas, pasteles y panecillos, así como algunas cervezas. Lo mejor en estos casos es que te acostumbres a leer el etiquetado de los productos para evitar riesgos innecesarios.
Leche con lactosa
Los médicos no aconsejan el consumo de productos sin lactosa a menos que no sea estrictamente necesario por problemas de salud. Y es que está demostrado que la presencia de la lactosa en la leche y sus derivados contribuye a que nuestro organismo absorba mucho mejor el calcio, el magnesio y el fósforo, algo fundamental en las etapas de crecimiento y para el buen funcionamiento del metabolismo óseo, así como la prevención de problemas como la osteoporosis.
Como consecuencia, en las personas sanas sin intolerancia se recomienda el consumo de la leche clásica, puesto que si no hacemos así corremos el riesgo de causarnos a nosotros mismos un déficit de lactasa, al no necesitar producirla nuestro intestino y dejar de hacerlo. Esto sí puede derivar en una intolerancia progresiva que suponga un problema de salud.
La leche y demás productos sin lactosa solo deben ser consumidos por aquellas personas con intolerancia a la lactosa, que en la actualidad, y según las cifras aportadas por la Asociación de Intolerantes a la Lactosa de España, representa el 15% de la población de nuestro país.