Dominio público

Y luego vienen los llantos

Ana Pardo de Vera

La anécdota durante la infancia de la mayoría de seres humanos es recurrente: pongamos que una madre va por la calle con su hijo de la mano, el niño decide subirse a un muro de relativa altura y la madre le va advirtiendo durante cinco, diez, doce... minutos: "Te vas a caer, te vas a caer y luego vienen los llantos...". El niño se cae, seguramente abrumado por el sonsoniquete materno, la progenitora le da una colleja y el crío llora, no se sabe si por la caída, el tierno orgullo malherido o el coscorrón. A mí me ha pasado. Muchas veces.

El debate en el Senado entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha sido el muro al que el expresidente de la Xunta de Galicia se ha querido subir y del que ha caído con la colleja incluida que le ha dado la lógica más aplastante: ¿De quién ha sido la tierna idea de desafiar a un jefe del Ejecutivo con un debate en la Cámara Alta en el que solo por el hecho de presidir el país parte con una ventaja amplísima? ¿Así se tomarían las decisiones en una Moncloa ocupada por Feijóo?

Feijóo se ha defendido como gato panza arriba, no se le puede negar el mérito con sus 15 minutos frente a las más de dos horas empleadas por Sánchez, ¿pero en qué cabeza cabe regalar a éste un caramelo semejante como apertura del curso político más electoral que se recuerda -cada uno supera al anterior desde 2015, al menos-?

"Tener todo el tiempo del mundo para insultar desde la tribuna a la oposición con un discurso río escrito previamente por el gabinete de presidencia del Gobierno no es un debate, sino una utilización ilegítima del Parlamento para combatir a la oposición por ser la oposición", se lamentaba en Twitter Esteban González Pons, vicesecretario de acción sectorial del PP y hombre de confianza de Feijóo. Entiendo la frustración de Pons, lo de este martes fue una carnicería, pero han sido ellos y su jefe quienes se subieron solitos al muro de los llantos: antes de lanzar semejante bravuconada, habría bastado con revisar el reglamento del Senado para saber que con tiempo indefinido, el presidente iba a degüello contra aquel que, según las encuestas, le está comiendo la tostada.


Nada más patético ahora que el PP del correoso Feijóo intentar provocar lástima en el respetable con una decisión propia y criticando a Sánchez, cuando el hoy líder de la oposición habría hecho exactamente lo mismo de ponerle el PSOE el menú gourmet en la bandeja electoral. Y nada habría más equivocado que un Gobierno venido arriba con el largo, apabullante y duro discurso del presidente en la tribuna de la Cámara Alta.

Los 15 minutos de los que dispuso Feijóo hacen vislumbrar a quién se enfrenta Sánchez y es posible que el gallego no tenga cogidos aún los resortes del discurso político nacional ni una formación económica a la altura de quien quiere gobernar el país, para la que no bastan las fichas de datos que le preparan en Génova o el grupo parlamentario. Esto es lo de menos ahora mismo, con una sociedad cansada de crisis y recortes. Emociones.

Alberto Núñez Feijóo llegó a Galicia en 2003 desde Madrid, donde ocupaba la jefatura de Correos, y en 2006 ya era el sucesor de Manuel Fraga, nada menos, y tras imponerse en una pugna interna despiadada dentro del PP gallego. Gobernaba el bipartito de PSdeG-PSOE y BNG, con Emilio Pérez Touriño al frente desde 2005, y en Galicia no se recuerda una oposición más cruenta que la que el hoy presidente del PP nacional encabezó contra el bipartito y sus dirigentes.


En 2009, Feijóo ya era presidente de la Xunta; hasta ayer, como quien dice. La agonía y muerte política de Pablo Casado en su propio partido también debe dar pistas sobre el estilo del presidenciable y su afán de victoria y, sobre todo, de poder. Sería un error infravalorar la aptitud -y los apoyos externos- de este político por haberse subido al muro pese a una lógica aplastante recogida en un Reglamento: es la táctica que se utilizó contra Isabel Díaz Ayuso y ahí la tienen.

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