Hace diez años, Ana Bella Estévez acudió a la comisaría de Blas Infante de Sevilla como víctima. El pasado viernes entró por las mismas puertas como superviviente. “He recordado cuando estaba esperando ahí sentada para poner la denuncia, con mis cuatro hijos, después de que mi marido intentara asfixiarme… Hoy estoy aquí para que me preguntéis lo que queráis, porque se habla de medidas, leyes... hablan todos los expertos, pero os olvidáis de escucharnos a nosotras”, dijo ante una sala llena de policías, la mayoría hombres.
Su intervención en unas jornadas sobre violencia de género organizadas por la Confederación Española de Policías (CEP) puso de manifiesto que todavía falta –y en enormes cantidades– sensibilización y formación de las personas que cada día atienden a mujeres que sufren violencia machista. “¿Y el maltratador qué es? ¿Un robot o una persona? Porque los hombres también sufren y reciben palabros feos de las mujeres; esos datos de las muertes no son fiables”, espetó uno de los asistentes.
Afortunadamente, el aforo dejó bien claro que no compartía esa opinión y los organizadores del encuentro le quitaron la palabra. “Pues que denuncie a la mujer si lo insulta”, gritó indignada una policía entre el murmullo de la sala.
Barbaridades aparte, hubo otras intervenciones que también denotaron una escasa concienciación. Un policía local preguntó por la mediación en un conflicto de pareja. “Esto no es un conflicto de pareja, es un delito”, especificó Ana Bella, que fue maltratada 11 años. “Es que una mujer puede venir el domingo por la noche y llevarse hasta el martes contándome su vida”, inquirió otro asistente. “¿Me tiene que contar unos hechos concretos o todos los años de maltrato?”, continuó. Y otra más: “Si una mujer decide ir a denunciar un maltrato continuado una noche y ahí nosotros no podemos hacer nada, ¿por qué no espera al día siguiente y va al juzgado?”.
“Porque la violencia de género no tiene horarios. Si ya es difícil que la mujer denuncie, no se le pueden poner ahora trabas porque se volverá a su casa sin denunciar. Está en vuestras manos que la vida de esa mujer cambie y debe dar igual dónde se presente la denuncia”, aclaró Ana Bella. Y puso como ejemplo el suyo: “Vine a denunciar a Sevilla porque los policías de la Costa del Sol, donde vivíamos, eran amigos de mi marido. Aquí, en esta misma comisaría, sentí que me creían y eso fue muy importante para mí, que tenía que justificar hasta las pesetas que me gastaba en chupa chups para los niños”. Y como dijo lo bueno, dijo también lo malo, que fue cuando en esa misma comisaría, a la que acudió en otra ocasión porque su exmarido no le devolvía a sus hijos, intentaron convencerla de que no rompiera la familia.
Ana Bella pidió paciencia, saber escuchar a las mujeres, llamarlas por su nombre, ofrecerles intimidad a la hora de declarar: “En esos momentos no somos personas, sino víctimas. Lo que no puede ser es estar con la puerta abierta, no mirarlas, preguntar si esto o lo otro se escribe con b o con v cuando te están contando algo tan grave”.
Atestados deficientes
Francisco Gutiérrez, titular del Juzgado número 2 de Violencia sobre la Mujer de Sevilla, que también intervino en las jornadas como ponente, reprochó a los policías encontrarse muchas veces con atestados muy deficientes. No obstante, matizó que la víctima no tiene que contar su vida desde “su primera comunión”, sino los hechos relevantes desde el punto de vista delictivo.
Ana también mostró su desacuerdo en ese punto. “Nos deben dejar hablar; a lo mejor yo cuento que mi marido me prohíbe las minifaldas y no declaro que me pega; lo primero no es delito y lo segundo sí; hay cosas que no las contamos porque creemos que son normales”, le dijo al juez. Este magistrado, muy reacio a aplicar medidas cautelares en todos los casos, centró su ponencia en los riesgos de una detención automática. “No se puede detener por la simple denuncia, hay que valorar las circunstancias y practicar todas las diligencias”, señaló.
Hubo algún agente que replicó: “Nosotros siempre tratamos de proceder a la detención aunque la mujer no tenga lesiones, porque dos hostias no generan lesiones. ¿Pero cómo garantizamos su seguridad en el domicilio hasta que decida un juez?”.
Ana Bella educó también a los agentes en otra cuestión: las mujeres maltratadas nunca vuelven con sus agresores voluntariamente. Y recomendó un vídeo, Subir y bajar, colgado en internet. Sobre esa reflexión, una policía preguntó: “En esos casos se suele bajar el riesgo. ¿No debería ser al revés?”. Ana Bella le dio la razón: “El hombre se siente inflado porque cree que ha vencido al sistema, a quienes tendrían que defenderla”.
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