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"Santiago recibiría al Dalai Lama con la misma cordialidad que al Papa"

El alcalde compostelano considera "un honor" la visita de Ratzinger y los hosteleros atribuyen las críticas a "un sector residual radicalizado que no resulta preocupante"

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"Para el Ayuntamiento es un honor que el Papa venga a Santiago". El alcalde socialista de la capital gallega, Xosé Sánchez Bugallo, no duda un segundo en defender la visita de Joseph Ratzinger el próximo 6 de noviembre y, más allá de su condición de cabeza visible de la Iglesia católica, la compara sobre el papel con la de otras personalidades planetarias.

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"Es como si mañana viniese el Dalai Lama: lo recibiríamos con la misma cordialidad", asegura el presidente de la corporación municipal compostelana en relación al líder espiritual del budismo tibetano.

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Bugallo sale así al paso de las críticas que ha suscitado el viaje de Benedicto XVI a Santiago en pleno año santo, caracterizado por la masiva afluencia de visitantes y peregrinos.

La primera, la partida económica destinada por el concejo (el Gobierno autonómico de la Xunta aporta unos tres millones de euros, uno menos de los previstos inicialmente), que no especifica porque "no existe una disposición especial porque venga el Papa, sino por el año Xacobeo".

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"Hay un millón de euros destinados a extras", apunta el alcalde, quien matiza que será a posteriori cuando se evalúen con detalle los gastos colaterales: limpieza, reparaciones, cortes de calles y las horas extras de, entre otros funcionarios, la policía municipal y los bomberos. Una inversión, a juicio de los hosteleros. "Cualquier persona con dos dedos de frente reconoce indiscutiblemente que la visita tiene un valor extraordinario a nivel mediático y promocional, ya que la figura más importante de Occidente garantiza un alcance global y un impacto en millones de telespectadores", opina José Antonio Liñares, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Santiago.

No todos los santiagueses, en cambio, ven con buenos ojos el viaje papal, como reflejan las banderas con el lema Eu nom te espero (Yo no te espero) que cuelgan de algunos balcones. Sin embargo, Liñares cree que la iniciativa es obra de "un sector residual radicalizado que no resulta preocupante". Lo importante, según él, es que el acontecimiento dinamizará la ciudad en todos los sentidos, no sólo económico.

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"Santiago se ha disparado en positivo como destino turístico", explica Liñares, propietario de un hotel con encanto ubicado en el casco histórico.

La alcaldía, por su parte, reconoce que las banderas pueden ser "ofensivas para unos", pero también "dignas de aplauso para otros".

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Bugallo entiende que las campañas críticas —como la de los buses con publicidad de un libro ateo, que finalmente no llegó a realizarse por la negativa de la agencia y de una de las empresas concesionarias del transporte— no perjudican la imagen de Santiago, ya que pasan prácticamente desapercibidas. El representante de los hosteleros, sin embargo, sostiene que "esas polémicas no hacen nada bueno, porque el turista religioso podría sentirse ofendido".

"Los anuncios en los buses no nos parecen adecuados: son como los pitos a Zapatero en el desfile de la Fiesta Nacional. Hay que mantener la buena educación y la serenidad, preservar las cosas en su buen orden y no tratar de llamar la atención con disparates. Una cosa es la libertad de expresión, pero el tema religioso es muy delicado. Mira cómo está el mundo, con Salman Rushdie todavía escapando", sentencia Liñares.

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En cuanto al componente religioso del Xacobeo, tanto el Ayuntamiento como los hosteleros estiman que "ha dejado de ser una celebración meramente religiosa".

Según Bugallo, también existe un "turismo cultural y del deporte" tras la conversión de la capital gallega en una ciudad de "turismo preferente", o sea, un destino "al que todo el mundo dice que tiene que ir". Liñares suma el atractivo gastronómico y el del Camino, un "recurso consolidadísimo" que define como "boom". Eso sí, la dilatación de la temporada con motivo de la visita papal supone que estos días, en su opinión, suba la media de edad y abunden los visitantes que acuden a la ciudad por una cuestión de fe.

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