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Roma da el visto bueno a la provincia eclesiástica vasca

Reabre el proceso, estancado en 1997, tras la purga de obispos nacionalistas

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Tras el nombramiento de Mario Iceta como obispo de Bilbao, el nuevo mapa de la Iglesia vasca parece perfectamente trazado a imagen y semejanza del cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela. El País Vasco cuenta ya con obispos no nacionalistas, obedientes y ortodoxos al cien por cien, capaces de "reconducir" a una iglesia mayoritariamente nacionalista y que no transigía con el omnímodo poder del presidente del Episcopado. Una vez colocados Mario Iceta y José Ignacio Munilla -este último en la diócesis de San Sebastián-, el Vaticano ha dado el visto bueno a una de las reivindicaciones históricas de la Iglesia en Euskadi: la creación de una provincia eclesiástica vasca, que aglutinaría a las diócesis de Bilbao, San Sebastián y Vitoria así como al arzobispado de Pamplona. En la actualidad, Bilbao y Vitoria pertenecen a la provincia eclesiástica de Burgos, mientras que San Sebastián forma parte de la de Pamplona.

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Según han apuntado a Público fuentes vaticanas, la "erección" (sic) de la Provincia Eclesiástica Vasca cuya diócesis metropolitana sería Pamplona es ahora considerada por Roma una demanda "justa desde el punto de vista pastoral", puesto que desde hace tres décadas las cuatro diócesis sobre todo en los territorios vascoparlantes llevan realizando acciones conjuntas. Sin embargo, todos los intentos llevados a cabo por los anteriores obispos vascos se toparon con la rotunda negativa de Juan Pablo II.

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El mapa religioso vasco incluirá al arzobispado de Navarra

La razón aducida entonces desde la Santa Sede era la "excesiva politización" de la Iglesia vasca, así como los temores de que una organización eclesiástica que uniera Navarra y el País Vasco podría ser utilizada por los sectores abertzales como punta de lanza de sus reivindicaciones soberanistas.

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Tanto José María Setién como su sucesor y ya ex obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, intentaron hasta el hartazgo llevar adelante esta propuesta, encontrándose siempre con la negativa de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal. El propio cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, llegó a defender en 1997 en Roma la inconveniencia de una provincia eclesiástica vasca "en las actuales circunstancias".

Rouco Varela pretende acabar con el legado de Setién y Uriarte

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Y es que José María Setién fue un prelado abiertamente nacionalista y sus posiciones sobre la violencia en Euskadi fueron blanco de duras críticas por parte de la derecha mediática. Su sucesor, Juan María Uriarte, llegó a ser uno de los mediadores en la tregua de ETA entre septiembre de 1998 y noviembre de 1999.

Todos los obispos implicados, a excepción del de Vitoria, Miguel Asurmendi cuya jubilación llegará pronto, son hombres de la total confianza de Rouco Varela, quien les ha confiado la tarea de "normalizar" la situación en la Iglesia vasca, arrinconando a los sacerdotes más afines al nacionalismo y promoviendo más vocaciones al sacerdocio. En Pamplona, el arzobispo es Francisco Pérez, anteriormente arzobispo castrense, mientras que en San Sebastián, el elegido, no sin polémica, fue José Ignacio Munilla, prelado conocido por sus posicionamientos ultraconservadores y antinacionalistas. Menos radical pero del mismo pensamiento es Mario Iceta, que este martes se convirtió en el sucesor del moderado Ricardo Blázquez en Bilbao.

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Al cambio de rumbo en la Iglesia vasca hay que sumar el histórico cambio de Gobierno que vivió Euskadi el año pasado, por el que el PNV perdió el poder por primera vez en la historia de la democracia en el País Vasco.

El marco político actual, en el que además se observa un descenso patente de la violencia terrorista, es otro de los factores a tener en cuenta para que desde Roma se haya dado el visto bueno a los trabajos para configurar la nueva provincia eclesiástica vasca, al estilo de la que ya tienen desde hace décadas los obispos catalanes, gallegos o andaluces.

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