Tengo preguntas para ustedes
La añoranza de Papá-Estado que se vio en TVE es socialmente inquitante.
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Apagado ya el centelleo de los titulares del día después, el cuestionario de la calle al presidente del Gobierno, interpretado el lunes por cuarenta ciudadanos en el programa de TVE Tengo una pregunta para usted, sugiere algunas preguntas para la reflexión colectiva.
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Varias intervenciones dejaron la impresión de que los ciudadanos creen que el Gobierno no sólo es el culpable de la crisis económica, sino también el responsable de dar empleo a los que no lo tienen o lo han perdido y que, además, puede hacerlo. Especialmente delatadoras de ese ánimo fueron las palabras de María José, una asalariada en paro, que se dirigió al presidente como si fuera un empresario o el director de una Oficina de Empleo: "Yo no tengo una pregunta para usted, pero espero que usted sí tenga una respuesta (un empleo) para mí". Nadie preguntó por qué hay empresarios que pueden declararse insolventes teniendo un patrimonio millonario.
Más inquietante es que la misma actitud se percibió en los pequeños empresarios: uno de ellos juzgó más lógico emplazar a Zapatero a que comparta con él la mitad del sueldo del presidente sensiblemente inferior al de otros cargos institucionales si se tiene en cuenta la carga de responsabilidad antes que reclamar medidas que favorezcan la actividad de los emprendedores. Entre el Estado anoréxico, que hace dejación de su papel frente al mercado, y la añoranza de Papá-Estado, propia de una sociedad mendicante y subsidiada, hay un largo camino. Por ninguno se avanza rápido hacia la salida de la crisis.
Javier Elvira, el electricista navarro que abrió el interrogatorio, en ningún momento utilizó la palabra "engaño" o "mentira". Sin embargo, el presidente le respondió: "Yo no engañé. Puede equivocarme (en las previsiones), pero no engañar. Estoy aquí para dar la cara". Una de dos: o Zapatero tenía muy claro que iba a recibir esa acusación y se apresuró a sacar la cataplasma que llevaba preparada al sentir el primer escozor, o habló su conciencia cuando el ciudadano le preguntó si "es consciente del drama humano" del paro. La insistencia de los entrevistadores en recordarle el salto que hay de la desaceleración suave a la recesión demuestra que Zapatero arrastra un déficit de credibilidad, aunque intentó compensarlo con la prueba visual de que el presidente sufre con los sufrimientos de los ciudadanos. Según una encuesta encargada por el PSOE, su actitud mereció la aprobación con un 5,6 de nota media.
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En la anterior edición del programa, un joven de 18 años desconcertó a Zapatero al quejarse de las dificultades para acceder a una vivienda propia y el presidente se enredó en explicarle la política de ayudas en vez de dar la respuesta de cajón: a los 18 años no es razonable pretender una vivienda propia, sino ambicionar la mejor formación. El lunes, un inspector de Sanidad reprochó a Zapatero: "Usted prometió el pleno empleo". Entender el propósito de alcanzar una utopía como una promesa es querer escuchar en las palabras lo que no dicen. En el programa electoral del PSOE se lee: "(...) nos proponemos alcanzar el pleno empleo". Proponer una meta no es garantizar que se vaya a alcanzar, sino que se va a intentar. El pleno empleo es un objetivo utópico en un mundo interdependiente como el actual, en el que la globalización económica no tiene correspondencia política.
La inquietud por el destino que los bancos están dando a las inyecciones de liquidez que han obtenido del Gobierno no es un mero prejuicio atávico contra los banqueros. Las dos primeras entidades financieras de España han presentado esta semana sus resultados destacando una reducción de sus beneficios de entre el 2% y el 18%, pero su saldo positivo oscila entre los 5.000 y los casi 9.000 millones de euros. Puesto que el río del dinero no llega a las familias ni a las pymes, es lógica la sospecha de que están tapando sus propios agujeros.
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La intervención del sacerdote Javier Quevedo pudo ser una anécdota o el aviso de que la iglesia católica, después de implantar el cepillo con tarjeta de crédito, ha descubierto el proselitismo catódico. Su pregunta "¿Usted cree que el embrión o feto es un ser humano?" buscaba una confesión de ladrón o asesino, al estilo de susto o muerte. Al cura Quevedo sólo le faltó sacar el crucifijo para exorcizar a Zapatero.
La joven Izaskun Buelta, con síndrome de Down, no sólo protagonizó el momento más emotivo del programa. Hizo una denuncia social con el valor del ejemplo. La suya no fue una reivindicación personal ya tiene un trabajo, sino un alegato de la justicia debida a quienes padecen esa discapacidad, por la que no pueden ser tratados como lo que no son inútiles, sino como lo que son ciudadanos. La imagen de Izaskun entregando su currículum a Zapatero perdurará más en nuestras retinas que la denuncia en nuestras conciencias.
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Nadie habló del PP, ni para bien ni para mal, que es lo peor que le puede ocurrir a quien vive de la presencia pública. Ni la trama de espionaje en Madrid pareció aliciente suficiente. Se certificó que, hoy por hoy, es un partido virtual con encefalograma plano. Pero tampoco se preguntó por la inmigración, la financiación autonómica y otros asuntos que tantos ríos de tinta consumen. Desde la oposición se reprocha a Zapatero que fuera a TVE en vez de al Parlamento. Los ciudadanos demostraron que saben preguntar y que también saben ejercer la crítica más dura sin perder la compostura. El día 10 podrá verse el contraste en el Congreso de los Diputados.