Uno no sabe cuándo se gestó el silencio ni la deserción, pero Tordesillas, a mediodía, se revela como una localidad amordazada cuyos habitantes se declaran forasteros. Nada, a tenor de sus contestaciones, parece indicar que los individuos que surcan la avenida de Valladolid se despiertan o trabajan cada mañana en un pueblo lastrado por la fama sangrienta del Toro de la Vega, un festejo en el que, desde tiempos inmemoriales, se lancea un astado hasta la muerte. La tradición.
¿Qué le parece que los miembros del Pacma se hayan plantado en la acera de enfrente para hacer campaña? 'No soy de aquí'. ¿Considera una provocación que se presenten en las elecciones municipales? La callada por respuesta. Señora, ¿es usted de Tordesillas? Quería hacerle una pregunta... Pero la mujer dirige su pulgar hacia el suelo, un gesto negativo que abunda en las caras de sus paisanos. O tal vez no lo sean porque, acodados en las barras de los bares o sentados en las terrazas de la confluencia con la calle Santa María, arrastrando el carro de la compra o buscando una sombra en la silueta de un árbol enjuto, nadie parece ser de aquí.
La voz amplificada de Silvia Barquero despereza al público que comienza a congregarse, a una prudencial distancia, frente a la mesa extendida por un puñado de militantes del Partido Antitaurino contra el Maltrato Animal. Su voz encuentra eco en los supuestos tordesillanos, enmudecidos hasta entonces. 'Están un poco chinaos', refunfuña un anciano al pasar. Un coetáneo mezcla churras con merinas: 'Hay que comer algo, ¿no? Pues entonces hay que matarlo. Las personas viven, pero los animales mueren, y nada más'. Sí, cree que 'esos cuatro tontos' le están faltando al respeto al pueblo, 'hasta que se caliente la juventud', claro. 'Y les zurren'. Porque todos los jóvenes, asegura, están a favor del torneo.
En realidad, se desconoce la edad de los 19 electores que, en una villa de casi 10.000 habitantes, apoyaron la lucha contra la tortura animal en las pasados comicios. Pero los transeúntes, maduros en su mayoría, dan a entender a las claras, de palabra o mueca, que ellos no han votado a los antitaurinos, que blanden más allá del asfalto carteles con imágenes del descabello de un toro.
Verónica, una chica de Tordesillas, asegura que tiene amigos que están en contra del Toro de la Vega y lo reconocen abiertamente, un parecer que no vuelve a repetirse durante la mañana con ninguno de los entrevistados. Los reportajes televisivos tampoco han mostrado a detractores del evento que lo reconozcan a cara descubierta. Ante las cámaras de los informativos de laSexta que ayer cubrieron el reparto de propaganda del Pacma, tampoco sucede.
Con esmerada educación y temple, la joven esquiva el discurso único. 'Me parece bien que vengan a manifestarse. Estamos en un país democrático y tienen derecho a expresar su opinión'. ¿Y tú defiendes el Toro de la Vega? 'Yo estoy a favor de la tradición, sí. Hay gente que está en contra y otra que no. Lo que pasa es que los medios siempre cogéis para hablar a gente mayor, que lo mismo es más cerrada, porque han vivido esto con muchísima tradición', explica. Tanta, que el gobierno del PP, respaldado por el PSOE, lo ha declarado recientemente Patrimonio Cultural Inmaterial de la Villa.
Los insultos arrecian a cuentagotas, pero sumados llenan un caldero. 'Payasos', ellos. 'Marranas', ellas. 'Teníais que estar fregando', les dice una mujer. 'Ya limpiamos', responde una antitaurina. 'Sí, en casa de otras', replica la primera, como si ser empleada del hogar fuese una ofensa. Ante la grabadora, sin embargo, las opiniones son más contenidas o, directamente, no existen.
'Han asimilado que mostrarse beligerante resulta perjudicial para la defensa del Toro de la Vega', cree Paco García Leal, presidente de Pacma y candidato a la alcaldía de Tordesillas, una plaza fija en su caravana electoral porque 'simboliza a todos los ayuntamientos en los que se torturan animales', añade.
Comparecen entonces once agentes de la Benemérita, que les exigen que se identifiquen, al tiempo que les advierten del 'peligro' y el 'conflicto' que genera su presencia en la localidad, según García Leal. Las pancartas electorales de IU y de dos partidos regionalistas que cuelgan de balcones y árboles, en cambio, no suponen ningún incordio para los habitantes de Tordesillas. Les producen la misma indiferencia que la que sienten los militantes del Pacma cuando ven frente a ellos un cartelón 'en defensa de las tradiciones' portado por algunos vecinos de Tordesillas. O de donde sean.
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