La normalidad de las juezas pioneras
Las primeras mujeres en la carrera judicial reivindican su integración, 44 años después de que se les permitiera ejercer
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Cuando Milagros Calvo empezó a estudiar Derecho en 1965, a las mujeres no se les permitía ser jueces. Por aquel entonces, Calvo no imaginaba ni de lejos que 37 años más tarde, en 2002, se convertiría en la primera magistrada del Tribunal Supremo. Y es que, en 1965, la judicatura era una carrera sólo para hombres. Hasta un año más tarde no se aprobó la ley que permitió a las mujeres acceder a la carrera judicial.
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Milagros Calvo no fue la primera mujer en ponerse la toga de juez en España. En enero de 1978, Josefina Triguero abrió ese camino. La primera jueza de España se estrenó en los juzgados de Navalmoral (Badajoz). Tenía 30 años. Triguero estaba sola en un mundo de hombres. Pero insiste en que no sufrió ningún tipo de rechazo. "En absoluto me sentí discriminada", recuerda la magistrada, que ahora tiene 63 años, a través de su correo electrónico. Hoy ejerce en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y asimila con "normalidad" los cambios experimentados en su profesión desde que ella rompió el tabú.
Tres décadas después, de los 4.536 jueces y magistrados en activo, un total de 2.163 (un 48%) son mujeres. En el Tribunal Supremo, de sus 88 magistrados, diez son mujeres. En el Tribunal Constitucional, la presencia femenina aún es incipiente: sólo hay dos magistradas del total de 12.
"Nunca me he sentido víctima", destaca Milagros Calvo
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Estos datos revelan que los hombres juristas ocupan más puestos de mando. El último informe sobre diferencia de género del Foro Económico Mundial, que se dio a conocer hace unas semanas, muestra la poca participación femenina en la economía, un parámetro que incluye el análisis de la presencia de la mujer en la judicatura. En este apartado, España ocupa el lugar número 78.
No obstante, en el ranking global, que mezcla todos los parámetros analizados, el estudio sitúa a España en el puesto undécimo con una menor brecha entre géneros. Esta buena posición se debe al alto número de mujeres en el Gobierno aunque, con la última remodelación, se ha pasado del 52% de presencia femenina a un 46%.
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Ambas juezas comparten una visión positiva sobre la situación actual. "Los cambios habidos son paralelos a los de la sociedad y la igualdad es indudable", defiende Triguero. Ellas han contribuido a estos cambios con su trabajo. La clave, explica Milagros Calvo, es la libertad. "Lo importante es que la mujer pueda elegir qué quiere hacer con su vida", insiste. Algunas de sus compañeras de la facultad, recuerda, dejaron la carrera a mitad para casarse.
El mundo de la justicia ya no es el de los años sesenta. Un 36% de los abogados son mujeres, según cálculos del Consejo General de la Abogacía. Cuando este dato se desglosa por franjas de edad, se observa el avance de la presencia femenina. Hay más abogadas menores de 35 años que hombres: representan un 51% del total. En la franja de 35 a 45 años, este porcentaje desciende hasta el 43%. Las colegiadas mayores de 45 años sólo representan un 17% de los abogados de estas edades.
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Milagros Calvo recuerda su estreno como jueza como "una de las mejores etapas" de su vida. "Siempre me trataron con respeto, consideración y naturalidad. Alguna vez, más avanzada mi carrera, he visto alguna actitud aislada a la que no das importancia. Una cosa es discriminación y otra, mala educación", afirma.
Un 48% de los jueces y magistrados en activo son mujeres
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Calvo, de 62 años, vivió su llegada al Tribunal Supremo "casi como una experiencia ajena", por toda la expectación mediática que generó. "Si me presenté, fue precisamente por el estímulo de mis compañeros", confiesa. Cuando fue nombrada magistrada, Calvo llevaba 20 años ejerciendo de jueza. "No he apreciado cambios salvo en lo numérico. Pero no sé si no veo los cambios porque no los quiero ver, porque nunca me he sentido víctima", explica Calvo, que huye del victimismo, y dice que hay que creerse igual a un hombre y actuar en consecuencia. "Pero, ojo, hay que estar vigilante para que la mujer no pierda terreno", destaca.
Lo que no soporta es que la lucha por la normalidad pervierta el lenguaje. "Digo juez, porque las profesiones son sustantivos y no cambian. Es cuestión de querer a nuestro idioma y no forzarlo", insiste. Tampoco le parecen justas las cuotas de paridad en la Administración pública: "Me hacen sentirme especie protegida y yo no me considero deficiente en nada". En cambio, sí reconoce que "las cuotas pueden tener un papel importante en ámbitos donde lo único que cuente sea el arbitrio".
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Soltera y sin hijos, la primera magistrada del Supremo centra su vida en el trabajo. Algunas de sus compañeras son madres de familias numerosas. "No sé cómo pueden hacerlo", reconoce.