Las agendas del Gobierno y del Partido Popular coinciden en tres prioridades: crisis, crisis y crisis. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se juegan el desenlace de la legislatura a la carta de la economía y el año político que ahora comienza será el último enteramente hábil porque, a partir del verano próximo, se desencadenará el ciclo de los vientos electorales, empezando por la tramontana catalana que se desatará en el otoño de 2010, si no se anticipa con las turbulencias que provoque la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya. Así lo han constatado los meteorólogos de las dos principales fuerzas políticas al dibujar sus respectivos mapas de isobaras.
El Gobierno tiene más despejado que nunca desde el comienzo de la legislatura la aprobación de los Presupuestos, gracias a una conjunción de factores atmosféricos: la desaparición del frente borrascoso de la financiación autonómica, que facilita un trato más templado con ERC; el despliegue armonizado del arcoiris de izquierdas que forman IU, ICV, BNG y NaBai, y la necesidad del PNV de encontrar un espacio al sol.
Pero ganar en el Parlamento no garantiza el triunfo en las urnas y las encuestas arrojan una conclusión inquietante para Zapatero: la mayoría de los ciudadanos cree que no está haciendo suficiente contra la crisis o que lo que hace no es lo que debiera hacer.
La prestación de 420 euros ofrecerá una radiografía de la dimensión real del paro
Puesto que el horizonte es el propio de un ciclo de desaceleración varios años, aunque visto a través del microscopio la evolución de la economía muestre una sucesión de nubes y claros, el aspecto psicológico la batalla de la opinión pública resulta decisivo. Si no consigue cambiar el ánimo colectivo, el PSOE lo va a tener muy difícil en 2012 porque la única ventaja clara que tiene es la superioridad como candidato de Zapatero sobre Rajoy.
El electorado socialista tiende a encogerse cuando los indicadores de política social como el empleo van mal y en una economía tan sometida a los factores estacionales como la española, la perspectiva es que el paro se mantenga en la curva de crecimiento hasta el mes de abril, para volver a recuperarse el empleo en mayo, con la contratación turística y agrícola.
Rajoy, que se siente inmune al virus de la corrupción, espera fumándose un puro
La apuesta por un Presupuesto de izquierdas, con medidas fiscales que penalicen a quienes disponen de más recursos, pero sin pasarse para no enajenar el apoyo de las clases medias, no garantiza que el votante socialista vaya a salir de la depresión, pero mantendrá movilizados a los votantes de Rajoy.
Mantenerlos en un estado de febril agitación parece ser el único esfuerzo al que está dispuesto el líder de la oposición, convencido de que si, como hasta ahora, su electorado permanece inmune al virus de la corrupción, le basta con esperar fumándose un puro a que, como sardina al fuego, Zapatero se abrase en la crisis.
En un clima político de acentuada inestabilidad, el recurso del Gobierno a los globos sonda se ha demostrado una estrategia errónea porque sólo introduce elementos de confusión y desorientación, algo especialmente pernicioso cuando la crisis va a entrar en una fase cargada de matices que obligará también a cargar de matices los discursos. Es como echar humo para buscar la salida del túnel y, además, contribuye a dar pábulo a los reproches de improvisación dirigidos a la línea de flotación de Zapatero, aun cuando sean tan infundados como ante la anunciada reforma fiscal.
Infundados en este caso porque en el Gobierno se lleva hablando de esa reforma desde junio, por razones tan obvias como la necesidad de incrementar los ingresos para poder mantener el gasto social que proteja de la crisis a los sectores más castigados y la exigencia de la Unión Europea de recuperar en 2012 el nivel del 3% de déficit, próximo ya a alcanzar el 10%.
Entre la improvisación y las cosas bien hechas, hay un recorrido intermedio que es el de la planificación, no sólo de la decisión técnica sino también del discurso político.
El itinerario que ha seguido hasta lograr el consenso la ayuda de 420 euros a los parados sin prestaciones es un buen ejemplo de esa carencia: empezó a prepararse en el Ministerio de Política Territorial, a partir del criterio de que debía ser una medida sufragada conjuntamente por el Gobierno de España y las Comunidades Autónomas; pasó al Ministerio de Trabajo, al decidirse su inclusión en la agenda del diálogo social como paliativo al fracaso de este foro provocado por el alineamiento político de la cúpula empresarial con el PP; se rescató por la Oficina Económica de la Presidencia, para compensar la falta de sintonía del equipo del Ministerio de Trabajo con los sindicatos; se anunció por la vicepresidenta primera, con el olvido del dato no menor de la fecha de aplicación, y tuvo que rematarla apresuradamente el portavoz en el Congreso, José Antonio Alonso, como ventrílocuo del presidente, que olvidó poner el manos libres para que también lo escuchara la vicepresidenta económica.
Pese a todo, la medida no sólo contribuirá a evitar que la crisis aboque a una sociedad dual, sino que ofrecerá una radiografía de la auténtica situación económica de España. Al estar vinculada la prestación al seguimiento de cursos de formación, dará la medida real de los niveles que han alcanzado la economía sumergida y los estados de necesidad. Resulta difícil de creer que un millón de familias sin ningún ingreso no haya desatado una revuelta social.
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