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Melilla recupera su frontera

La marcha de los activistas marroquíes y sus pancartas devuelven la normalidad

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Dos banderas marroquíes enrolladas en lo alto de la valla colindante con la frontera española en Melilla en la tierra de nadie del paso de Beni Enzar eran ayer el único rastro de que hasta el miércoles un grupo de activistas marroquíes, con la reveladora aquiescencia de la policía de su país, había hecho de esta franja de seguridad que separa Melilla de Marruecos el cuartel general de un boicot a la ciudad que resultó efímero. Sin pancartas, sin fotomontajes, y, sobre todo, sin rastro de los activistas marroquíes, la frontera volvió a ofrecer el habitual panorama de personas y coches en fila, en una aburrida espera para entrar en la ciudad.

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La zona aledaña a la verja que da paso a Melilla hedía ayer a órdenes de Rabat de acabar con el problema. Con la marcha de los activistas, desaparecieron las facilidades de la policía marroquí para que los periodistas entraran en la tierra de nadie. Lo que hasta el miércoles era indiferencia hacia las cámaras y los redactores que entrevistaban a los activistas, se transformó en prohibición absoluta de permanecer en la zona y en las habituales peticiones de permisos de rodaje para las televisiones.

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"C'est fini, c'est interdit" (se acabó, está prohibido), decían los policías marroquíes, que aseguraban "cumplir órdenes". Al otro lado de la verja, un grupito de policías españoles se reía, comentando que, en Marruecos, "nadie hace nada si no es por orden de Mohamed VI".

La única forma de localizar ayer a los activistas que desencadenaron la crisis de Melila fue por teléfono. Abdelmounaim Chaouki, presidente de la Coordinadora de Asociaciones Civiles del Norte de Marruecos, se mostró conciliador al decir a este diario que "los dos gobiernos [el español y el marroquí] tienen que llegar a un acuerdo entre ellos" sobre los problemas de Melilla.

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Mientras llega o no ese acuerdo, los pequeños comerciantes de la ciudad vuelven a respirar tranquilos y las estanterías rebosan desde ayer de verdura y fruta procedente de Marruecos. Sin embargo, entre algunos comerciantes musulmanes y otros melillenses de ese credo se percibe un cierto malestar por las políticas migratorias españolas y europeas, que aseguran que están asfixiando sus negocios.

Por ejemplo, Youssef Kaddour, el presidente de la Asociación de Comerciantes del Polígono de Melilla el hombre con quien los activistas llegaron supuestamente a un acuerdo para suspender el boicot, se quejaba a este diario de que, desde hace cinco años, los comerciantes a los que él representa están pidiendo a las autoridades de la ciudad que permitan que los comerciantes marroquíes entren a Melilla para comprar. Según Kaddour, los obstáculos que deben salvar en la frontera es una de las razones que explica que las ventas "hayan disminuido el 67% en los últimos años".

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Para José Palazón, de la Asociación Pro Derechos de la Infancia de Melilla (Prodein), que desde hace años trabaja con inmigrantes menores y adultos, los problemas de la frontera se solucionarían si se hiciera de ella algo más "amable", y no un lugar lleno de "vallas enormes [la de Melilla se eleva más de seis metros], alambradas de espino y torniquetes".

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