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El verdadero jefe de la nueva ETA

López Peña participó en la reunión con el Gobierno que precedió al atentado de la T-4 y en la de mayo que acabó con el proceso

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Tiene 49 años de edad y aspecto de honrado padre de familia, pero en realidad es el responsable de que ETA decidiera poner punto y final al "alto el fuego permanente".

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Francisco Javier López Peña -nacido en la localidad vizcaína de Galdakao el 30 de mayo de 1958 y conocido por los alias de Bartolo, Zulos, Pierre, Marcel y Thierry- es señalado por los expertos antiterroristas como el etarra que, desde la jefatura del aparato militar, impuso la ruptura del proceso de paz.

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Thierry estuvo en las dos reuniones clave entre el Gobierno y la banda. La de mediados de diciembre, en la que por primera vez no estuvo el hasta entonces considerado número uno de la organización, José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera. Y en la última, la de mayo, en la que López Peña fue el miembro de la delegación etarra que llevó la voz cantante.

Tras la primera, ETA colocaba la furgoneta bomba que reducía a escombros el aparcamiento de la T-4. Poco después de la segunda, la banda hacía público el comunicado del fin la tregua. De ambas decisiones, Interior responsabiliza a Thierry.

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Un rostro desconocido

Su presencia en ambos encuentros sorprendió entonces a los emisarios del Ejecutivo, ya que su relevancia no había sido detectada por los servicios de información y su rostro ni siquiera era conocido.

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Su relevancia no había sido detectada por los servicios de información y su rostro ni siquiera era conocido 

De hecho, las primeras imágenes que se hacen públicas del actual hombre fuerte de ETA son las que reproduce este diario.Y ello a pesar de que los expertos antiterroristas le sitúan en la banda desde 1980, cuando participó en el frustrado asalto a la cárcel de Basauri para liberar a varios presos, entre los que se encontraba Arnaldo Otegi. Tres años después, era detenido en Francia -la única caída que consta en su historial policial-, tras lo cual pasó a la clandestinidad.

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Desde 1993, la Policía le sitúa en la cúpula etarra como responsable de zulos. Ligado sentimentalmente a la abogada Yolanda Molina, defensora de etarras en Francia, durante un tiempo se refugió en Cuba.

A su vuelta de América, se incorporó a la dirección de la banda, primero como responsable de los grupos de reserva y, más tarde, como responsable de cursillos. Desde ahí, se aupó a la jefatura del aparato militar a comienzos de 2006 para relegar pronto a Josu Ternera a un segundo plano. 

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