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"Hacía mucho frío y el ruido era ensordecedor"

El único polizón que ha sobrevivido a un vuelo La Habana-Madrid recuerda la misma odisea en la que el miércoles murió un hombre

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Sólo recuerdo las dos primeras horas de viaje. Recuerdo un frío insoportable, un ruido ensordecedor y que me faltaba el oxígeno. Entonces, quedé inconsciente. Y menos mal, porque si no me hubiera vuelto loco". Han pasado 42 años desde que el cubano Armando Socarrás consiguió llegar al aeropuerto madrileño de Barajas en un avión de Iberia procedente de la Habana, escondido en el tren de aterrizaje. Tenía 17 años y llevaba tiempo planeando el viaje con su amigo Jorge Pérez. Sólo Socarrás sobrevivió a las bajas temperaturas.

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"Fue un milagro", relataba ayer, en conversación telefónica con este diario desde su casa en Chilhowie, un pueblo de 2.000 habitantes del estado de Virginia, en EEUU. "Los médicos me dijeron que pasé a una situación de hibernación. Mi cuerpo dejó de funcionar, pero por lo visto mi cerebro y mi corazón se mantenían activos a una intensidad muy baja", explica. Tan baja que cuando le hallaron en el tren de aterrizaje no le encontraron el pulso. "Desperté cuando me llevaron a la enfermería del aeropuerto. Abrí los ojos y escuché a alguien que exclamaba: ¡Está vivo!", relata.

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Hasta el momento, nadie ha reclamado el cadáver de Adonis G. B.

El de Socarrás es un caso único. Sólo otra persona, otro cubano, ha conseguido sobrevivir como polizón, en un avión que viajaba desde La Habana a Montreal (Canadá), en 2002. Los aviones en vuelo se someten a hasta 50 grados centígrados bajo cero, lo que hace prácticamente imposible la supervivencia.

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Adonis G. B. no lo consiguió. Su cadáver fue encontrado el miércoles pasado en el tren de aterrizaje de un avión de Iberia que acababa de llegar al aeropuerto de Barajas, procedente de La Habana. Su cuerpo estaba rígido, congelado como un bloque de hielo. Ayer se le practicó la autopsia y la Guardia Civil informó al Consulado de Cuba en Madrid para que localizara a los familiares del fallecido y repatriar así el cuerpo.

Todo parece indicar que el joven no tenía familiares ni conocidos en España. Nadie se acercó ayer por la mañana al Instituto Anatómico Forense, donde se le practicó la autopsia. Tampoco nadie en la Fundación Hispano Cubana de Madrid le conocía. De hecho, esta asociación, que apoya a los exiliados cubanos, se pasó el día de ayer intentando localizar, sin éxito, a algún familiar o conocido de la víctima en Madrid.

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"Abrí los ojos y escuché: ¡Está vivo!", recuerda el superviviente

La muerte de Adonis ha removido los viejos recuerdos de Socarrás. Su correo electrónico ayer echaba humo. El hombre lleva años recorriendo Estados Unidos para relatar su experiencia. Hoy tiene cita con una televisión de Miami, cuya importante comunidad cubana ha recibido con dolor la muerte de Adonis.

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Tras su llegada a Madrid, Socarrás estuvo un mes hospitalizado. Aguantó un mes más en la ciudad y luego se fue a Estados Unidos. En realidad, su marcha fue forzada. Cuba exigía al régimen de Franco que deportara a Socarrás y el Gobierno de España decidió sacarlo del país. "Un día vinieron agentes de los servicios secretos y me mandaron a EEUU", explica. El cubano tenía un tío en el estado de Nueva Jersey y con él vivió un tiempo.

Hasta que a los 22 años se trasladó a Miami y creó una empresa de cristalería. Un año más tarde se casó y luego nacieron sus dos hijos. Hace 14 años, se separó de su mujer y conoció a Mary, una americana de Chilhowie, el pueblecito de Virginia donde ahora viven los dos. Cuando lo visitó, Armando no se lo pensó dos veces.

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Durante todo este tiempo, Socarrás se ha recorrido EEUU de punta a punta. Por trabajo ha vivido en Nueva York, Las Vegas y Los Ángeles. Por agradecer el cariño y apoyo recibido, ha recorrido pueblos y ciudades que no forman parte de la ruta recomendada. "Cuando llegué a este país, todos se volcaron conmigo, me llegaban cartas de apoyo y me enviaban dinero. Yo quería darles las gracias", explica. Le queda pendiente volver a España. "Allí dejé al amor de mi vida", confiesa. Era una de las enfermeras que lo atendió.

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