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La fosa de las fosas

Memoria histórica. Décimo aniversario de la primera exhumación de un grupo de republicanos fusilados en la Guerra Civil efectuada con métodos forenses

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Octubre de 2000. España cumplía 25 años sin Franco o "de paz", como algunos prefirieron decir para citar la efeméride. En las televisiones, los documentales y reportajes ensalzaban por enésima vez el papel del rey en la recuperación de la democracia, el 23-F y demás acontecimientos de la memoria reciente. Ni una mención a que esa elogiada Transición había dejado a miles de demócratas humillados en cunetas, pozos y tapias de cementerio. Quedaron enterrados. Ni siquiera a la espera de un tiempo propicio para su recuerdo. Olvidados para siempre. Eran "los desaparecidos", como escribió el 8 de octubre de 2000 el nieto del primer republicano fusilado cuyo cuerpo fue identificado de una fosa con métodos genéticos, Emilio Silva, en La Crónica de León.

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Ese calificativo utilizado para hablar de las víctimas del franquismo "desaparecidos", tan repetido en los últimos diez años, era inédito. "Pensé que me podría servir para contactar con los familiares de los enterrados junto a mi abuelo. Conscientemente utilicé el referente de los desaparecidos argentinos o chilenos", reconoce el nieto del comerciante Emilio Silva Faba, víctima de un asesinato político el 16 de octubre de 1936. La conexión mediática fue total, pero se notaría años después al hilo del debate parlamentario. Las primeras crónicas sobre las exhumaciones en los diarios estatales no aparecieron hasta 2002.

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"Quedan por detectar cientos de tumbas similares", advirtió Vázquez Montalbán

Respecto al paso histórico que estaba dando Emilio Silva, tan sólo aparecieron artículos sueltos como el del escritor Manuel Vázquez Montalbán en Interviú el 11 de diciembre de 2000. "Quedan por detectar cientos de fosas similares [como la de Emilio Silva] donde están los restos de los desaparecidos acusados por el franquismo, desaparecidos para siempre de prosperar el pacto tácito establecido durante la Transición de que demócratas y franquistas no se tiraran la memoria histórica a la cabeza. Tal vez el censo de desaparecidos y el descubrimiento de estas fosas comunes convenza a los jóvenes militantes en su ignorancia histórica, cada vez que hablan del franquismo y de la Guerra Civil como si no fuera con ellos (...). Y es que Franco, mis querido cachorros, fue el padre espiritual de Pinochet, por si este dato os ayuda a situarlo éticamente".

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La referencia a Chile de Montalbán, militante antifranquista, guardaba toda la intención en ese momento. Dos años antes, también un 16 de octubre, España saltaba a la escena internacional como ejemplo de funcionamiento del Estado de derecho después de que Baltasar Garzón dictara una orden de detención contra Augusto Pinochet. "En este país no se hablaba de fosas. No existían. Ni siquiera se debatía sobre la búsqueda de Lorca. Era un asunto que no estaba en la calle", recuerda Emilio Silva. Otro 16 de octubre, esta vez en 2008, el proceso abierto por la exhumación del abuelo de Silva junto a otros 12 fusilados en Priaranza del Bierzo (León) ocho años antes desembocó en otra orden del mismo juez. El magistrado se declaró competente por primera vez en España para investigar los crímenes del franquismo.

"En 2000 recibimos muchas cartas. España era una gran fosa común", apunta Silva

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"En los últimos meses de 2000 recibimos muchas cartas y llamadas de teléfono. Cientos de personas esperaban la oportunidad de poder recuperar los restos de sus familiares. En ese momento, no nos quedó la más mínima duda: España era una gran fosa común", relata Silva. Esas cartas y llamadas hablaban de crímenes similares al que llevó al abuelo de Emilio a un agujero junto a un nogal a 30 kilómetros de su pueblo.

Emilio Silva Faba nació en 1894 en Pereje (León). Con 21 años emigró a Argentina y después a Nueva York hasta que, en 1925, decidió volver a su pueblo natal para montar un negocio de ultramarinos que instaló en Villafranca del Bierzo (León). "Era un hombre autodidacta, pero ciertamente ilustrado. Había viajado y eso le suscitaría ciertas inquietudes que le llevaron a afiliarse a Izquierda Republicana en 1932, el partido de Manuel Azaña", explica su nieto.

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Silva Faba, como tantos otros republicanos, creía que la educación era la asignatura pendiente en España hacia el progreso. Prueba de ello es una foto familiar de una gran manifestación en Villafranca en la que aparece uno de sus hijos, de "8 o 9 años", con una pancarta que reclama: "Queremos un grupo escolar. ¡Viva Azaña!"

"No se hablaba del tema. No existía ni siquiera la de Lorca", señala el nieto del fusilado

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El compromiso de Silva Faba le llevó a tener un debate mediático en la prensa local con Antonio Carvajal y Álvarez de Toledo, uno de lo hombres más ricos y poderosos de la zona. El intercambio de artículos sobre la igualdad social en la Parroquial Berciana, en 1932, fue determinante para que, pocos meses después del 18 de julio de 1936, Emilio Silva Faba acabase en la lista falangista de personas a eliminar. "El descubrimiento de la carta se convirtió en la experiencia que más cerca me ha permitido estar de mi abuelo republicano. Dicen que ese enfrentamiento fue determinante, pero su muerte era inevitable por la dinámica represiva de los sublevados", reflexiona Silva.

Los asesinos dejaron una viuda y seis huérfanos. Tres de ellos pudieron recuperar, 60 años después, los restos de su padre y enterrarlo en el cementerio. En el lugar que para él había reservado su viuda, Modesta Santín. Los tres hermanos observaban incrédulos los restos de los 13 de Priaranza. Ajenos al hecho histórico que acababan de protagonizar. Pese a que a finales de la década de 1970 e incluso en los ochenta se habían organizado exhumaciones casi clandestinas en pueblos de Navarra o La Rioja, la exhumación de su padre había puesto en la agenda social algo imparable.

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Emilio Silva Faba se afilió en 1932 a Izquierda Republicana, el partido de Azaña

Entre las decenas de espectadores que acudieron a la excavación estaba el periodista Carlos Elordi, que acudió al Bierzo por "inquietud personal y profesional". "Apenas sabía a qué iba, pero me encontré allí con un espectáculo extraordinario. Estábamos cerca de 15 o 20 personas buscando el lugar exacto de la excavación. Hacía mucho frío y en realidad el asunto resultaba aburrido, pero me fijé en dos personas mayores que discutían sobre el lugar exacto donde fueron enterrados los restos. Recuerdo que uno de ellos decía: Tú los viste aquí cuando pasaste con la bicicleta. Me acuerdo que yo iba a por leche...'. Detallaban cada recuerdo del suceso y les pregunté cuántas veces habían hablado de ello. Me dijeron que llevaban 40 años sin comentar nada", recuerda el periodista.

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El silencio impactante guardado durante cuatro décadas por los vecinos de Priaranza se rompió al remover la tierra. "Cuando hicimos aquella exhumación pensamos que podría haber una, dos o tres fosas más como mucho y que el asunto se acabaría. En ningún momento pensamos que se acabaría hablando de ello en la ONU, en el Parlamento y todo lo que ha sucedido", recuerda el médico forense de la Universidad del País Vasco Francisco Etxeberria. "La explicación pasa por la intimidad con la que las familias han vivido el dolor. Igual que esos dos vecinos llevaban décadas sin hablarlo, las familias de los fusilados tampoco lo hablaban entre ellas. Por eso no había en 2000 una conciencia de los cientos de fosas comunes que estaban todavía intactas. Los historiadores dicen que ya habían escrito de ello, pero era para su consumo interno. Vivíamos en la ignorancia", analiza este experto que en la última década ha colaborado en la recuperación de la identidad de cientos de fusilados.

La identificación de los 13 de Priaranza no saltó enseguida al debate parlamentario. "El debate empezó cuando el PP, que estaba en el poder, tomó posición y el PSOE se vio obligado a dar una respuesta. Nadie esperaba la posición en contra de las exhumaciones que tomó el PP y los socialistas tuvieron miedo", analiza Elordi. "Después, [José Luis Rodríguez] Zapatero lo incluyó en su programa electoral en un momento en el que la derecha estaba muy movilizada y el debate desembocó en una ley que al final no ha servido para nada. El PSOE no se preocupó durante 14 años en el poder de este asunto y cuando lo descubrió no supo qué hacer con él", concluye el periodista.

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"Creíamos que habría una, dos o tres fosas más", señala el forense Francisco Etxeberria

La primera exhumación con métodos forenses dio lugar a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), que fundó el propio Emilio Silva junto con un joven investigador de León que llevaba años detrás del asunto, Santiago Macías. Desde entonces han recuperado más de 1.500 cuerpos de cerca de 150 fosas comunes viviendo situaciones tensas "que cada vez son más infrecuentes", según Macías. "El último suceso desagradable lo tuvimos el pasado verano cuando el párroco de San Mamede do Río, en Portomarín (Lugo), se negó a dar los permisos para entrar en el cementerio. Parece que la Iglesia no evoluciona", ejemplifica.

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El reconocimiento a la labor de esta asociación que ha contribuido a cerrar las heridas de cientos de familias no ha llegado en España. Desde un punto de vista internacional, la percepción ha sido otra. "Es el proceso más fascinante que vive actualmente la democracia en España", señala el corresponsal del Berliner Zeitung, Martin Dams, que también acudió a la fosa de Priaranza en octubre de 2000. "Recuerdo que me sorprendió mucho el asunto porque cinco años antes había entrevistado al historiador Santos Juliá, que me negó el pacto del olvido de la Transición y me aseguró que la culpa de que no se hablara de las fosas en España era de la izquierda, que no quería recordar sus crímenes, como el del trotskista Andreu Nin".

"Como alemán, percibo que España es vista ahora como un país que tiene dificultades para mirar a su pasado y ha sido la ARMH la que más ha contribuido a acabar con ese defecto. De hecho, el día que el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia sea recibido por Emilio Silva será cuando España haya cerrado sus heridas", concluye.

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