"¿Estás dormido todavía? Eres lo peor, ¡vente ya!"
La columna que discurrió del Templo de Debod a Neptuno fue una de las más multitudinarias
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No importaba el sol, ni el termómetro por encima de los 30 grados. Tampoco el asfalto caliente bajo los pies. A las diez y media de la mañana, varios cientos de personas ya esperaban en el parque del Templo de Debod para formar una de las seis columnas que desembocarían más tarde en el centro de Madrid. La mañana iba a ser larga y calurosa y los periódicos servían para que muchos se preparan gorros con los que protegerse del sol.
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"Llevo la mochila llena, con botellas de agua congelada y crema solar, si necesitáis me lo decís", avisaba Jon Aguirre Such, uno de los portavoces de Democracia Real Ya, poco antes de que la concentración comenzara a marchar. Muchos miembros de la plataforma ciudadana, que convocó la manifestación del 15 de mayo que dio nombre al movimiento, se acercaron hasta el parque para unirse a la columna que salía desde allí. Hasta el Templo de Debod acudían también pequeños grupos procedentes de varios municipios: Colmenarejo, Alpedrete, Villalba, Torrelodones, Las Rozas, Majadahonda, hoyo de Manzanares... Su llegada al parque era celebrada con aplausos y vítores.
Turistas japoneses fotografiaron alucinados la marcha
Poco después de las once, un portavoz leía por megáfono el protocolo de seguridad. "Si se producen incidentes, alejaos de los violentos", recomendaba. Una vez acabado el mensaje, la columna arrancaba a andar. Como en otras ocasiones, las pequeñas pancartas fabricadas con cartones o folios estaban por todas partes: "No a la dictadura del mercado", "Dormíamos, despertamos", "Manos arriba, esto es un contrato", decían algunas.
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Patricia, de 33 años, empujaba el carrito de su hijo de seis meses. "Podrá decir que participó en el 15-M", decía riéndose. La reforma de la Ley Electora para acabar con el bipartidismo y el control sobre la economía son para ella dos prioridades. "Las empresas privadas no pueden hacer lo que les da la gana. Además, estamos perdiendo derechos que ha costado mucho conseguir", aseguraba Patricia, que marchaba acompañada por su marido y varios amigos.
Adolescentes, jóvenes, mayores, ancianos, todas las generaciones se mezclaban en una serpiente que avanzaba imparable hacia el centro de la ciudad. "¡Este Senado está de más!", gritaba la multitud cuando la columna bordeaba la Cámara alta. Poco después, los turistas japoneses que hacían fotos al Palacio Real dirigían alucinados sus cámaras de fotos hacia la concentración, que aprovechaba el enclave para pedir "¡Un pisito igual que el principito!".
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"Si se producen incidentes, alejaos de los violentos", se oía desde un megáfono
"¿Estás dormido todavía? ¿No estás manifestándote? Eres lo peor, ¡vente para acá ya!", gritaba un joven por su teléfono móvil. En cada bocacalle, parque o plaza, más gente se sumaba a una columna que llegó a congregar a miles de personas. Dos chicos disfrazados de banqueros y con aros en las manos hacían bromas a la multitud. "Queremos que paséis por el aro", decían.
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La entrada a la plaza de la Puerta de Toledo se convirtió en uno de los momentos más emocionantes. Allí esperaba otra columna. La gente se aplaudía una a otra, desconocidos chocaban sus manos y algunos corrían de alegría. "¡El pueblo unido jamás será vencido!", clamaban. Poco antes de entrar en Atochael punto de encuentro con las columnas del sur la cabecera de la concentración, sin líderes, secretarios generales ni presidentes de nada, estaba llena de personas anónimas que rebosaban entusiasmo. La alegría se desbordó en la ronda de Atocha, donde las columnas se disolvieron y miles de personas enfilaron con cánticos y consignas el Paseo del Prado para tomar la Plaza de Neptuno.