El diputado Azaña regresa a las Cortes
El Congreso honra al presidente republicano y a Adolfo Suárez
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Era, tal vez, la mejor despedida institucional del Congreso para José Luis Rodríguez Zapatero. Un acto austero, solemne, amable, sin refriega política de por medio (no es poco eso, a las puertas de unas elecciones generales), de reconocimiento a dos figuras totémicas de la reciente historia democrática de España: Manuel Azaña y Adolfo Suárez.
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Los dos presidentes recibieron ayer un homenaje que no se veía en la Cámara Baja desde hacía 77 años, que se dice pronto. Fue en 1934, en pleno bienio negro de la Segunda República, la última vez que se colgaron del Palacio del Congreso los medallones (o tondos) de parlamentarios ilustres, y fueron los de los entonces jefe del Estado y del Gobierno, Niceto Alcalá-Zamora y Alejandro Lerroux.
Zapatero elogia su figura por creer en el destino colectivo de los españoles
Hace unos meses, José Bono promovió la vuelta de la tradición, que aceptaron todos los portavoces. El camino se consumó ayer con el descubrimiento de los retratos de un juvenil Azaña y un maduro Suárez, obras ambas del pintor Daniel Quintero.
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El Salón de Pasos Perdidos reunió a la sobrina nieta del expresidente de la República y a su hijo, a compañeros de Gobierno de Suárez (sus familiares no acudieron), a varios ministros, a los portavoces parlamentarios, a un incombustible Santiago Carrillo y a una visiblemente más descansada María Teresa Fernández de la Vega. Y a Zapatero y Mariano Rajoy, entregados minutos después del acto a la charla.
Fue en 1934 cuando se colgaron las últimas efigies a diputados ilustres
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Se percibía al jefe del Ejecutivo relajado, a gusto, complacido por tener que despedirse del Congreso con la honra a dos presidentes "excepcionales" que "creyeron en España". Ambos, dijo, no abandonaron su "confianza" en su país, en la capacidad de los españoles para "salir adelante, afrontar cualquier reto y hacerlo unidos, y para ser los únicos dueños" de su futuro. Es más, señaló, la "convicción" sobre el "destino colectivo" es el "hilo de oro" con el que España ha tejido sus 30 años de democracia.
Zapatero cerró con una frase que parecía decir algo más: "Quienes abren camino suelen ser figuras solitarias". Y Azaña y Suárez pudieron sentirse así, añadió. ¿Y él? "No", respondió rotundo en un corrillo con periodistas.
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"En ocasiones nos remitimos a la historia y la recreamos para envenenar el presente. No es el caso. Los dos han contribuido a forjar una historia grande, con mayúsculas", aseveró Bono.
"Ya era hora, ya era hora", decía María José Navarro Azaña, la sobrina nieta del expresidente republicano, complacida por una justicia democrática que llega tras 70 años de espera.