“¡Ha pasado un mes hasta que me han dado plaza en el centro de acogida!”, dice Thiomir, de 39 años, que dejó su trabajo de camionero en Bulgaria hace uno para trabajar como albañil en España. La falta de permiso de trabajo le llevó a buscar empleo en el mercado negro, pero el grifo laboral se le cerró en enero. En junio, sus ahorros se agotaron, dejó de pagar el alquiler y buscó plaza en la red de alberges del Ayuntamiento de Madrid y de las ONG. “Todos estaban todos llenos”, recuerda. La Consejería de Familia y Asuntos Sociales asegura que la saturación actual es del 92%, pero mantiene la guardia ante un posible repunte de solicitudes.
Como Thiomir, miles de parados de la construcción han redibujado el perfil de la pobreza en España. La nueva tesitura económica, el incremento del paro y del precio de las hipotecas y alquileres ha empujado a muchas familias a pedir ayuda a las ONG. Cáritas tiene una larga lista de espera de solicitudes de ayuda económica para familias, en su mayoría compuestas por un parado de la construcción, casado con una limpiadora o cuidadora de ancianos a tiempo parcial, y con al menos dos hijos en edad escolar.
Los inmigrantes en situación irregular, mujeres sin recursos con cargas familiares o personas sin hogar son quienes reciben más asistencia en el norte del país. Pero en otras zonas como Madrid, Extremadura o Andalucía, el perfil se amplía a familias no siempre extranjeras que buscan cobertura “para servicios básicos”, porque sus ingresos, inferiores a sus gastos, se destinan a conservar un techo donde cobijarse.
El desbordamiento de Madrid se repite en otras ciudades como Murcia. Allí, el hogar de Jesús Abandonado, auspiciado por la iglesia católica, también está saturado: “lo habitual es que la ocupación en el mes de agosto esté en torno al 50% o 60%”, explica su director, Daniel López Fernández.
La situación es tan crítica que los turnos de comida se han ampliado de dos a tres, “eso sí, en el último damos bolsas con bocadillos, porque no damos abasto”. Desde hace algunas semanas, casi el 50% de las personas que buscan refugio en Jesús Abandonado “son nacionales”. Se trata de personas itinerantes que llegaron a Murcia al amparo del boom del ladrillo, y que ahora se han quedado sin trabajo y no pueden permitirse pagar la pensión o el piso en el que vivían.
“Se viven auténticos dramas personales”, dice López Fernández. “Muchas de estas personas lloran como niños. El otro día, un hombre de 38 años se vino abajo ante la psicóloga y aseguró que ya no tenía esperanza ni ilusión”.
Para solucionar este desbordamiento, en Cáritas inciden en la búsqueda de medidas a largo plazo: “Si una familia se queda parada, la única manera de solucionarlo es el trabajo, no las ayudas económicas”.
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