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Castelldefels se lleva 14 millones de El Niño

El 58.588, distribuido en esta ciudad barcelonesa, sólo vende siete de las 60 series. El Estado se queda con los 106 millones devueltos. El segundo premio fue a parar a Almagro (Ciudad Real)

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El número no gustaba, demasiados ochos: 58.588. Sólo se vendieron siete de las 60 series. Pero esta vez la superstición no funcionó. La administración de lotería número uno de Castelldefels (Barcelona), la única de España que tenía ese billete, se llevó el primer premio del Sorteo del Niño dotado con dos millones de euros por serie. Fueron 14 millones de euros repartidos en ventanilla, ni a asociaciones ni a empresas; cliente a cliente.

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Y esas siete series del número 58.588 fueron las responsables de que ayer muchos vecinos de la localidad se convirtiesen en millonarios. Aunque Josep Suñé, uno de los propietarios de la administración, lamentaba que el número agraciado no se hubiese vendido más. Pero ya se sabe, el cliente manda, y en este caso, para la mayoría de jugadores el número venía "con demasiados ochos", decía ayer.

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"Quise comprar pero al final no compré y ahora me tiro de los pelos"

En cambio, ha habido otros ganadores: las arcas del Estado, que se embolsarán 106 de los 120 millones de euros con que estaban dotadas las 53 series devueltas del primer premio del sorteo.

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El segundo premio, con el número 42.653 y dotado con un millón de euros por serie, dejó 60 millones de euros en Almagro (Ciudad Real). El Gordo no fue el único premio que recayó en Catalunya. Dos de los terceros premios, dotados con 1.400 euros cada décimo, fueron a parar a Sabadell (Barcelona), Vielha (Lleida), Reus (Tarragona) y Barcelona ciudad.

En total, este año las ventas de El Niño han alcanzado los 710.992.580 euros, es decir, un 6,71% menos que en el sorteo del 2009.

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A Paca la suerte le persigue o, al menos, eso dice. Ayer, tanto ella como su hija, Mónica, festejaron ante el puesto de lotería tener un décimo con el 58.588 impreso. "¡Qué suerte hemos tenido!", gritaba Mónica ante cualquier periodista, curioso o amigo que se le pusiera por delante. Paca también estaba muy contenta, pero su alegría era distinta, algo más contenida. "Me da cosa que la gente se entere [de que había obtenido el premio], porque muchos me tienen envidia", decía esta mujer que tiene una "croissantería que funciona de maravilla". "Todo el mundo en el pueblo la conoce", añadía ayer. Y, casi vergonzosa, algo ajena a los chillidos de la hija, sentenciaba: "La gente dice que la suerte es mía".

"Con los tiempos que corren, es mejor no decir nada, ser discretos"

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Como Paca, otros premiados dejaron sus casas para repartir cava y alborozo delante del puesto de lotería número uno, en el centro de Castelldefels, una localidad costera cercana a Barcelona. "Pero la mayoría prefiere no decir nada", explicó Josep Suñé. Y su hermano, Agustí, explicó por qué. "Con los tiempos que corren, es mejor no decir nada, ser discretos". Si él hubiese sido uno de los agraciados, explicó, no lo comentaría.

Quienes no tuvieron reparos en clamar su fortuna fueron Alberto y Gema, dos veinteañeros que, junto a nueve amigos más, tenían uno de los décimos premiados. Es decir, unos 18.100 euros por cabeza. "Pagaremos deudas y nos iremos de viaje todos juntos", comentó Alberto. Gema estaba empapada de cava. Los demás, saltaban y hablaban por el móvil. "¿Te has enterado?", y de golpe, otro chillido.

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No es la primera vez que a este grupo le toca la rifa. De hecho, en la Lotería de Navidad pasada ya les tocó un pellizco, también a repartir entre 11. Y mientras unos gritaban, los otros hablaban por el móvil y Manolo, un cubano que trabaja con los hermanos Suñé, lanzaba cava por doquier, María no podía hablar. Llevaba dos décimos, unos 400.000 euros. "Estoy en paro, tengo el décimo en casa, no sé qué decir", repetía una y otra vez. "De verdad, no sé qué decir, es que no lo sé".

Pero delante del puesto de lotería no había sólo premiados y periodistas, al contrario, la mayoría de los asistentes eran curiosos que querían saber quiénes eran los tocados por la suerte. "Quise comprar pero al final no compré... y cuando te enteras de que ha tocado, te tiras de los pelos", decía algo apesumbrado Sergio, un vecino del barrio que, con la excusa de pasear a su bulldog francés, observó largo rato la alegría de los premiados como si entre él y ellos hubiese una distancia insalvable.

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Lo mismo hacían Mari Carmen y Joaquín, un matrimonio que vive en el barrio y, aunque sí compraron algunos décimos en la administración de los Suñé, no eligieron el número correcto. "Es que ves tantos números. Y nosotros siempre compramos el cinco. Siempre es el cinco....". Aunque no esta vez.

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