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Un 'big bang' de nuevos cargos

España tiene la oportunidad de influir decisivamente en la intrincada toma de decisiones de la Unión

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Una presidencia estable, una trío de presidencias y una presidencia rotatoria. Antes de aplicar su programa político para los próximos seis meses, José Luis Rodríguez Zapatero tendrá que medir los distintos compases de estas estructuras, una plasmación más de la enmarañada burocracia europea.

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Todas conviven bajo el paraguas del Tratado de Lisboa, el nuevo libro de instrucciones de la Unión Europea, nacido paradójicamente para simplificar y agilizar la toma de decisiones por parte de personalidades políticas con poderes reforzados.

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El alcance de la primera de ellas, la del flamante presidente estable, es todavía una gran incógnita. Los 27 designaron en noviembre a Herman Van Rompuy como presidente por dos años y medio del Consejo, la institución de los Gobiernos. El tímido y discreto ex primer ministro belga tendrá el papel estrella en la representación exterior de los 27, lo que restará protagonismo a las presidencias rotatorias.

Poco amigo de la prensa, tendrá además que transmitir a los ciudadanos los resultados de las cumbres europeas de jefes de Gobierno que él mismo coordinará. Paralelamente, la baronesa británica Catherine Ashton será la titular, desde la Comisión Europea, de una especie de Ministerio de Asuntos Exteriores con servicio diplomático propio, gracias a nuevas competencias esbozadas por su predecesor en el cargo, Javier Solana.

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Este big bang de nombres y responsabilidades, a las que se suma la renovación de la Comisión, podría dejar atrás la relevancia del país encargado de la presidencia rotatoria, la que realmente elabora el programa. Mientras Van Rompuy y Ashton, novatos en responsabilidades a este nivel, se familiarizan con sus despachos y dan forma a unos cargos inéditos, el Gobierno pretende jugar la baza de la "presidencia de transición" para impregnar con una impronta española los primeros pasos de una Europa que renace de las cenizas de la recesión.

Quizás consciente de que los nuevos líderes necesitan un tiempo de rodaje, Miguel Ángel Moratinos prometió coordinarse con ellos y no tutelarlos. "No hay competencia", prometió el jefe de la diplomacia, porque "corresponderá a estas dos personalidades dirigir, impulsar y representar a la Unión Europea en este primer semestre de 2010", aseguró.

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A España le seguirá correspondiendo la presidencia de los 27 en casi todas sus formaciones, desde las reuniones técnicas hasta los cónclaves de ministros, salvo los de Exteriores. En la elaboración del programa, que se asienta en los pilares de la reforma institucional, la salida de la crisis, la agenda social y el papel de Europa en el mundo, España ha trabajado en equipo con Bélgica y Hungría.

Estos dos países, de menor tamaño y peso en las decisiones de la UE, asumirán tras España su turno como presidentes semestrales. Sin embargo, el programa para los 18 meses está ya pactado y aprobado, por lo que el Gobierno espera que la sombra de la presidencia española se alargue un año más a partir de junio.

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¿Cambia radicalmente la UE de presidencia en presidencia? Las fuentes consultadas coinciden en negarlo, pero recuerdan que seis meses coordinando a los 27 pueden servir para impulsar iniciativas de máximo interés para el país que está al mando. Por otra parte, en Bruselas todavía está fresco el recuerdo del último semestre francés, durante la segunda mitad de 2008.

En él, Nicolas Sarkozy consiguió proyectarse como líder global, multiplicando cumbres y forjando acuerdos para atajar una crisis económica que ahora Zapatero, como sucesor en el cargo, deberá hacer olvidar a Europa como si fuese un mal sueño.

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