El atracador de Vallecas se declara víctima del paro
La Policía logró instalar una cámara trasera en el bar para controlar la situación
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El atracador que, el sábado pasado, mantuvo durante más de tres horas en vilo a un barrio de Vallecas (Madrid) se declaró ayer una simple víctima de la crisis económica. El hombre retuvo a punta de pistola en el Bar Tomás al dueño y a un camarero. La Policía explicó que la motivación del pistolero, de 49 años, era "llamar la atención por la angustia personal de estar en paro". El drama terminó bien, gracias a la pericia de los negociadores de la Policía. Además, los agentes consiguieron instalar en mitad del secuestro una cámara en la parte trasera del bar que les permitía ver los movimientos del suceso.
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"Les di un destornillador para que pudieran abrir la verja que hay en la parte trasera del bar. Allí colaron una cámara", explicó ayer, tras la barra, el dueño del Mesón La Colina, situado en la acera de enfrente del Bar Tomás. Su bar se convirtió en la base de operaciones de los negociadores. "Me preguntaron que cuanto medía Tomás para poder distinguirle del camarero y del secuestrador y les dije que más o menos lo mismo que yo", recordó ayer este hostelero, aún con el susto en el cuerpo.
La Policía preparó un coche con ruedas pinchadas, dijo el dueño de un bar Los protocolos de la negociación funcionaron a la perfección. El secuestrador fue el que exigió a sus rehenes que avisaran a la Policía, una vez que se había atrincherado en el local, explicaron fuentes policiales. Exigió un Porsche Cayenne, un casco, una sábana y unos guantes de látex. Según el dueño del Bar La Colonia, los policías llegaron a preparar un coche con las ruedas pinchadas. La negociación se llevó a cabo a través de Tomás Carmona, el dueño del bar, que fue comunicando al secuestrador las palabras de los negociadores. Según la Jefatura Superior de Policía, el detenido no estaba bajo los efectos de las drogas o el alcohol, aunque manifestó estar tomando fármacos contra la depresión.
La Policía señaló que el pistolero era vecino de la zona. Sin embargo, los habitantes del barrio no reconocían al hombre con el pelo rapado (salvo una pequeña cresta en la parte trasera) y con un tatuaje de un tigre en el brazo derecho, que ayer copaba las páginas de la prensa madrileña. "Aquí nos conocemos todos y nosotros no hemos visto a este
hombre desde que vinimos hace 25 años", sentenció una pareja que se perdió el atraco por estar presenciando la vecina procesión de la Virgen del Carmen. "Es muy raro que atracara el bar, porque había muy poca gente. Los sábados por la tarde esto se queda desierto. Supongo que vería en la poca clientela un lugar propicio", agregó el propietario de la panadería del portal contiguo al Bar Tomás.
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Tomás Carmona, de 43 años, y su amigo camarero, de 26, ya respiran aliviados. Después de pasar unas horas en observación en el Hospital Gregorio Marañón por patologías relacionadas con la ansiedad más que por daños físicos, ayer descansaban en sus casas. Tanto el Bar Tomás como el restaurante Casa Tomás, del mismo dueño, permanecían cerrados. El restaurante, con los restos de comida sin recoger. Una imagen que simbolizaba la tensión que paralizó al barrio durante tres largas horas de sábado.