Mariano Rajoy acude a su segundo debate sobre el estado de la nación dispuesto a dar un giro de 180 grados a la negativa percepción que los españoles -y, sobre todo, muchos de los votantes del PP de 2011- tienen de la gestión del Gobierno conservador. El presidente desembarca hoy en el Congreso de los Diputados dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva de los dos años de legislatura transcurridos hasta ahora, considerando que han sido un producto forzoso e indeseado de la recesión y de su gestión por parte del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, lo que obligó al presidente a incumplir el programa electoral con el que el Partido Popular concurrió a las elecciones generales de noviembre de 2011 (subida de impuestos, copago sanitario en todas sus vertientes, recortes en general, rescate bancario,...)
Hoy, en una intervención que se apunta, al menos, tan extensa como la del año pasado (91 minutos), Rajoy dibujará un panorama completamente distinto, cuyo objetivo es recuperar la confianza de los votantes de derechas y de centro que sirva, además, como pistoletazo de salida para los dos años electorales que vienen y que se inauguran con las elecciones europeas del 25 de mayo y continúan con las municipales y autonómicas de primavera de 2015 y las generales de finales de ese año.
El presidente del Gobierno parte de una convicción a trasladar a los ciudadanos: gracias a su gestión; gracias al incumplimiento del programa electoral y a las duras medidas adoptadas, España evitó un rescate cuya petición le fue requerida desde Bruselas, Alemania y -como asegura insistentemente el PP- desde las filas del PSOE. Si el Ejecutivo hubiera claudicado, razonan los conservadores, el país estaría mucho más asfixiado. Lo que jamás reconoce Rajoy -y no es de esperar que lo haga hoy- es que parte de ese rescate sí se ejecutó en forma de préstamo público a los bancos, un dinero que, como el ministro de Economía ha admitido en diversas ocasiones, a los ciudadanos nunca les será devuelto. Así, de los 52.000 millones inyectados, se prevé que 36.000 nunca vuelvan a las arcas públicas.
El anuncio estrella del presidente en el debate sobre el estado de la nación que se aguarda con más expectación es el detalle de la bajada de impuestos que Rajoy pretende incluir en la reforma fiscal en la que trabaja el Gobierno y que ha sido reiteradamente confirmada tanto por el jefe del Ejecutivo como por sus ministros. Se prevé que este descenso afecte al IRPF y al IVA cultural, así como a algunos impuestos medioambientales y a aquéllos que puedan favorecer a autónomos y pymes. La aplicación de esta bajada se hará efectiva en 2015, el año en que Rajoy se juega su segunda elección como presidente del Gobierno.
Junto a la reforma fiscal, es probable que el jefe del Ejecutivo modifique al alza la previsión de crecimiento del Gobierno para este año, del 0,7% al 1% o superior. Rajoy insistirá asimismo en la mejora de los datos macroeconómicos que, razona, son la antesala de la recuperación real, la que deben percibir los ciudadanos en su día a día. Los datos de exportaciones, la bajada de la prima de riesgo (el debate de 2013 le cogió con 400 punto básicos, mientras que este año ronda los 190), el aumento de la inversión extranjera, el frenazo muy leve de la destrucción de empleo (los datos de febrero deberían conocerse la semana que viene y el Gobierno es optimista con respecto a ellos) o la calificación de Moody's al bono español (Baa2) que aplaude el PP por ser la primera vez que sube desde 2010 (aunque sea también la tercera peor desde la entrada de España en el euro) son algunos de los argumentos que esgrimirá Rajoy para vender su España va mejor con el PP y mejor que le va a ir.
El presidente no tiene intención alguna de abordar la corrupción de su partido, que sigue ocupando prensa y debate público; todo lo más, insistirá en que éste es el único Gobierno que ha adoptado medidas anticorrupción, como las aprobadas por el Consejo de Ministros del pasado viernes, que él mismo anunció hace un año y que pretenden controlar las cuentas de los partidos (que no las de sus fundaciones) y los nombramientos de altos cargos de la Administración.
Tampoco hablará el presidente por iniciativa propia de la reforma del aborto o del aumento espectacular de la pobreza y la desigualdad en España, aunque son temas que asume que vendrán de la mano de la oposición con toda la contundencia de los pésimos datos que manejan desde Bruselas hasta las ONGs. Como el debate soberanista en Catalunya o, incluso, el final de ETA, que el PNV podría traer hoy al Congreso. En cuanto al independentismo, Rajoy mostrará el inmovilismo de siempre porque las cuestiones que afectan a la soberanía nacional no dependen del presidente; sobre ETA, ídem: más allá de la disolución y el desarme, eso sí, confirmados por las fuerzas de seguridad del Estado, nada.
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