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PSOE de Madrid, siempre en crisis

El conflicto abierto en el socialismo madrileño por las candidaturas electorales cuenta con numerosos precedentes

GONZALO LÓPEZ ALBA

Lo mismo da que se llame Federación Socialista Madrileña o Partido Socialista de Madrid. Las anécdotas que identifican su rama madrileña como un problema endémico del PSOE son inagotables.

Verídicas o apócrifas, dos sobresalen sobre cualquier otra. Se dice entre los socialistas que el mismísimo Pablo Iglesias, fundador del partido y de la UGT, se lamentaba en su lecho de muerte (1925) de no haber podido arreglar la organización en Madrid, donde se fraguó su fundación, el 2 de mayo de 1879, en una taberna de la calle de Tetuán que todavía hoy permanece abierta al público, aunque el congreso constituyente del PSOE se celebraría en Barcelona. Dos ilustres catalanes son, precisamente, los protagonistas de la otra anécdota, que se localiza a finales de los años 70 del siglo pasado, cuando el socialista Josep MariaTriginer, a la sazón consejero de Josep Tarradellas, alegó ante el president de la Generalitat una crisis en la FSM para excusar su asistencia a una reunión del Consell de Govern y Tarradellas le respondió: 'Si es por eso, no hace falta que vaya usted. Los socialistas de Madrid están en crisis desde 1931'.

Ahora, como entonces, Madrid es el centro neurálgico de la política en España —también el primer lugar donde obtuvieron los socialistas un cargo público: tres concejalías—, y cuando el socialismo madrileño estornuda, llámese FSM o PSM, todo el PSOE se constipa.

De hecho, el conflicto que ha estallado este mes está directamente relacionado con la consideración del gobierno de la Comunidad de Madrid como 'un asunto de estrategia política nacional'. Con José Luis Rodríguez Zapatero en su momento de peor valoración ciudadana y las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011 a la vuelta de la esquina, todas las encuestas señalan el gobierno madrileño como el único que los socialistas podrían arrebatar al PP y, a la vez, como el único con poder simbólico suficiente para contrarrestar el impacto de la posible pérdida de feudos tradicionales como Barcelona y Sevilla. Además, siendo Madrid uno de los territorios donde más predicamento tiene Rosa Díez, en la dirección del PSOE se teme que, si no se presenta a un candidato con suficiente atractivo, los comicios regionales consoliden a UPyD, con vistas a las elecciones generales de 2012, como unas siglas de acogida para el electorado socialista desencantado con Zapatero.

El PSOE sólo ha gobernado la Comunidad de Madrid entre 1983 y 1995, con el cántabro Joaquín Leguina de presidente, un periodo que coincide sustancialmente con la época dorada de Felipe González. Antes de poder arrebatarle el Gobierno, el conservador Alberto Ruiz-Gallardón tuvo que trabajar dos legislaturas en la oposición, mientras que los socialistas, tras la derrota de Leguina en 1995, presentaron como alternativa primero a Cristina Almeida y luego, en dos ocasiones, a su secretario regional, Rafael Simancas.

En estos dos casos se encuentran los antecedentes de la disyuntiva a la que, de nuevo, se enfrentan ahora los socialistas en Madrid. Jaime Lissavetzky, a la sazón secretario general de los socialistas madrileños, en 1999 aceptó sin resistencia la petición del entonces secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, para que cediera el cartel electoral a Cristina Almeida, que —procedente de Nueva Izquierda, el pequeño partido de Diego López Garrido— encabezó la lista socialista.

Simancas, que en 2000 había conquistado el liderazgo orgánico tras derrotar al candidato auspiciado por el equipo de un Zapatero que acababa de estrenarse como secretario general del PSOE, sufrió en 2003 la pesadilla de ver cómo, después de haber obtenido un resultado que en alianza con Izquierda Unida le permitía desbancar a Esperanza Aguirre, su carrera política se veía arruinada por los tránsfugas Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez. Cuatro años más tarde, después de rechazar el intento de la ejecutiva federal de reemplazarle por un candidato no contaminado y con mayor proyección pública, como Gregorio Peces-Barba, sufrió una severa derrota, dejando el apoyo electoral al PSOE por debajo del millón de votos, lo que provocó su dimisión al frente del partido y el comienzo de la etapa actual.

Zapatero buscó un mirlo blanco entre los alcaldes socialistas de la Comunidad y creyó haberlo encontrado en Tomás Gómez, que en su municipio de Parla se había convertido en el regidor más votado de toda España, hasta alcanzar un 74,43% de los votos entre sus conciudadanos. Elegido secretario general del PSM en el congreso extraordinario provocado por la renuncia de Simancas, fue reelegido en 2008 con el 85% de los votos, de modo que no ha tenido ocasión de someterse al contraste de las urnas como candidato a la presidencia autonómica, una de las razones que utiliza para reivindicarse.

Gómez ha rechazado el modelo de bicefalia —que tiene cierta tradición en Madrid— y ha decidido seguir el ejemplo de Simancas, enfrentándose al criterio de la mayoría de la ejecutiva federal que le considera un candidato derrotado de antemano.

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