La geopolítica agrieta la globalización: cinco abismos y cinco tablas de salvación
La covid-19 agitó las cadenas de valor y la geopolítica irrumpió con virulencia, generando nuevos y más intensos movimientos sísmicos que han ocasionado daños arquitectónicos al edificio de la globalización.
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MADRID,
Existe una percepción generalizada en la literatura diplomática y en el análisis económico desde 2020 de que el proceso de globalización está en peligro de extinción. Y hay sobradas razones para ello. También para pensar en que su sostén futuro todavía es factible.
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En 2020, Douglas Irwin, profesor en el Dartmouth College y experto en la Gran Depresión avanzó que "la pandemia de la covid-19 iba a someter al proceso de integración global de los mercados a un ejercicio de supervivencia". Desde entonces es el tema dominante de las cumbres de Davos.
En el tumultuoso trayecto del ciclo de negocios post-covid se ha pasado de ver la globalización como una certeza a largo plazo a su desmantelamiento en dos bloques hostiles, uno liderado por EEUU y sus socios occidentales y otro abanderado por China y la mayor parte de las naciones emergentes y del llamado Sur Global.
Pero ¿está realmente amenazada? Cinco vías de agua y otros cinco instintos de supervivencia ayudan a explicar la realpolitk por la que atraviesa la globalización.
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Amenazas a la libre circulación de mercancías, servicios y capitales
1.- Evidencia empírica de sus debilidades. La firma de acuerdos de libre comercio se ha detenido mientras surgen políticas proteccionistas, proliferan las subidas de aranceles y las restricciones a bienes y servicios. También se han contraído los capitales, en especial, lo de largo recorrido o, lo que es lo mismo, las inversiones estructurales y con ánimo de perdurar y crear prosperidad y empleo y, en general, la interdependencia económica se ha agudizado y, con ella, los riesgos de desabastecimiento o de carencias productivas.
2.- La geopolítica ha seccionado los mercados globales. Quizás el detonante más nítido sucedió en 2022 cuando, tras el estallido de la guerra de Ucrania, el país invasor, Rusia, interrumpió los envíos de combustibles fósiles a Europa Central y sus vecinos del Este a través de los casi recién estrenados gaseoductos y oleoductos, a los que siguió una crisis energética, con escalada de los precios de la electricidad, la irrupción del fantasma de la inflación, y una oleada de sanciones del G-7 hacia el Kremlin con el dólar como arma de destrucción masiva por parte de Occidente para quebrar las finanzas rusas y del crudo y el gas por iniciativa de Moscú para provocar un colapso energético en Europa.
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En el orden empresarial, las disrupciones en las cadenas de valor volvieron a emerger, los cuellos de botella de las rutas comerciales marítimas con encarecimiento de las tarifas de transporte de contenedores y obstrucciones logísticas de especial virulencia. Con caídas de demanda de China que evidencian su aterrizaje económico y una recomposición del mapa industrial, tecnológico y energético.
Las empresas incluyen en sus estrategias términos como 'de-risking' para superar una hipotética fragmentación de la globalización
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Los mercados han entrado en una nueva fase. Las empresas incluyen en sus estrategias términos como de-risking (o minimización de riesgos) para abordar una fase intermedia dirigida a superar un hipotético decoupling o fragmentación de la globalización o friendshoring, que hace alusión a las deslocalizaciones productivas hacia países aliados para evitar episodios de interrupciones de abastecimiento. Los Gobiernos, de iniciativas protectoras en nombre de la seguridad nacional que pasa a tener un papel prioritario frente a la eficiencia de ciertos sectores geoestratégicos.
3.- Tres clavos sobre el ataúd de la OMC. Pese a que desde su nacimiento el crecimiento del PIB del planeta se incrementó entre un 1% y un 1,5% -sobre todo, en los países en desarrollo-, y los niveles de vida -rentas personales- entre un 10% y un 20% en el tránsito de siglo, según cálculos del FMI, el gendarme del comercio global lleva años de moratoria para acordar tarifas ventajosas para potenciar el comercio digital por la reticencia de India, Indonesia y Sudáfrica. Desde 1998. Ahora, se han dado hasta 2026 para sacar del limbo un pacto esencial sobre e-commerce, lo que sirvió a su directora general, la ex ministra nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, para apuntar, no sin ironía, que se trataba de "una buena noticia porque así las empresas tendrán tiempo suficiente de adaptación".
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La impotencia de su máxima dirigente deja un baño de realpolitik. Nada se mueve en la OMC en un año electoral en EEUU, de suma incertidumbre por el aterrizaje de la economía china y bajo una atmósfera nociva por la carrera competitiva desatada entre las superpotencias por proteger sus industrias y sectores tecnológicos. El segundo clavo es la parálisis de sus panales de arbitraje y resolución de conflictos que no han encontrado consenso para su renovación en 75 ocasiones en el último lustro. Y el tercero, las medidas unilaterales contra China por parte de EEUU y que ponen en entredicho las propias normas creadas por la Casa Blanca para ordenar la globalización comercial.
4.- El comercio global reconfigura sus rutas. En McKinsey apuntan a un cambio en la geometría del orden global por las secuelas geopolíticas y logísticas que gira sobre cuatro ejes motrices. El comercio, por un lado, se está geopolíticamente desconcentrando: solo el 20% de los bienes transita entre economías distantes; aunque, por otro, se está reconfigurando, ya que desde 2017, EEUU, China, Alemania o Reino Unido han reducido la distancia geopolítica de su comercio entre un 4 y un 10%. Mientras se han reducido las distancias geopolíticas por la nueva demanda de mercados suministradores aliados que diluyan la dependencia de ciertos sectores exteriores en determinados mercados conflictivos y, finalmente, los ejecutivos se han visto en la obligación de recomponer la posición de sus empresas ante estas incertidumbres.
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5.- Las empresas toman posiciones frente al decoupling. El temor a los negocios internacionales se ha disparado. Así lo refleja un estudio de la multinacional británica WTW y Oxford Analityca que asegura que el 93% del medio centenar de ejecutivos reconoce que sus compañías -todas con vocación global- habían perdido ingresos por la inestabilidad geopolítica. Dentro de un clima de asunción de que el orden mundial está en permanente estado de mutación.
Según un estudio, el 93% de medio centenar de ejecutivos reconoce que sus compañías han perdido ingresos por la inestabilidad geopolítica
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Elisabeth Braw, del American Enterprise Institute, respalda este nuevo rumbo. "Las empresas piensan que no podrán ignorar nunca más los riesgos geopolíticos" y que la fragmentación de bloques comerciales está a la vuelta de la esquina. En línea con el experto en mercados de capital de Bloomberg, John Authers, que incide en la proliferación de riesgos geopolíticos en los últimos 12 meses y que han puesto a los inversores en estado de alerta. Al conflicto de Gaza y la carrera armamentística desatada en la actualidad, une la intensa incertidumbre política en un año con un inusualmente elevado número de procesos electorales.
Un informe de Citi sitúa la división social en EEUU como amenaza geopolítica de un nivel similar a fenómenos como la estanflación o el encarecimiento del dinero. El problema es que empresas e inversores "no conocen la fórmula para manejar shocks geopolíticos". Posiblemente, porque no exista, matiza Authers.
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Cinco aspectos que apuntalan la globalización
Los expertos del McKinsey Global Institute desvelan, sin embargo, hay cinco buenas razones que llenan de esperanza a los defensores de la globalización.
1.- Hay vendajes que aún sujetan a la arquitectura global. Los mercados de bonos siguen siendo el pagamento que sostiene el puzzle de la globalización y "trasladando eficiencia financiera y un elenco adecuado de fórmulas de gestión de deudas entre regiones, industrias y compañías". Es, en opinión de Jeongmin Seong y Olivia White, socios del think-tank de la consultora, una prueba de resistencia ante el hipotético choque tectónico que ocasionaría el decoupling entre EEUU y China con sus pertinentes aliados geopolíticos y satélites económicos.
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2.- El Dorado tecnológico mantiene vivo el negocio exterior. Las multinacionales son la punta de lanza de las estrategias corporativas que priorizan la diversificación productiva y los planes inversores que apuestan por la transferencia digital y el libre tránsito de mercancías, servicios y capitales "como garantes del abastecimiento de las cadenas de valor", enfatizan Seong y White.
A su juicio, están jugando un papel esencial en la gestión de estos flujos y en la resistencia a las fuerzas que tensionan el mundo interconectado. Entre otras razones, porque "han agilizado el capital tecnológico, creado ecosistemas digitales, catapultado a empresas auxiliares a participar en el circuito de suministro -generalmente, pymes- y porque sus rangos de ingresos y beneficios desvelan que, más que un fallo múltiple en la arquitectura global, lo que está ocurriendo es una reconfiguración de las conexiones mundiales".
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3.- Readaptación al nuevo orden mundial. Con cinco fichas dominantes en el tablero de ajedrez: una realineación regional e ideológica y cambios bruscos en las instituciones y en el liderazgo global; aparición de sistemas de innovación trasversales dentro de las plataformas digitales con la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) o la bioingeniería, vinculadas a áreas geopolíticas que rivalizan entre sí y pueden desmontar el entramado multilateral que regula la tecnología.
El nuevo mapa energético estrecha lazos con la geopolítica y crea vulnerabilidades inversoras
En tercer lugar, la población envejecida, urbana e interconectada requerirá reformas nacionales y respuestas globales del capital a la brecha de desigualdad en el reparto de la riqueza. A las que se unen un nuevo mapa energético que estrecha lazos con la geopolítica y crea vulnerabilidades inversoras. Y, finalmente, parece inevitable que se sucedan recapitalizaciones de las economías que podrían dañar los balances y activos del sector privado y de las cuentas públicas.
4.- El capital transfronterizo se reajusta. Sus flujos se deslizaron un 65% -desde los 12,4 a los 4,3 billones de dólares- a raíz del colapso crediticio de 2008. Pero este tsunami financiero creó una arquitectura más sólida y estable que sigue en reestructuración. Ya en 2016 se registraron 132 billones de dólares de capital extranjero, muy por encima de los 103 billones del año previo a la crisis. Pero sus activos circulantes se han frenado. La Unctad advierte que desde 2010 se han paralizado. En esta visión retrospectiva a largo plazo, se constata un decenio perdido que denota un conato de fragmentación de industrias y mercados, según sus expertos.
En McKinsey enfatizan un cierto optimismo. A su juicio, el balance entre riesgos financieros y cuentas de capital de los bancos se ha corregido hasta el 1,7% del PIB y, por primera vez, países en desarrollo se han convertido en receptores netos de capitales exteriores. En un contexto de menor riesgo sistémico por los aumentos de las ratios bancarias de liquidez y capital.
5.- El negocio del dato une. Es el gran propulsor de la productividad. La digitalización ha logrado espolear a la globalización y amplificar el valor económico de las mercancías. "El flujo digital apenas existía hace 15 años, pero ahora surfeamos sobre un océano de datos", resaltan desde McKinsey. "El mundo está más conectado que nunca, con un ancho de banda transfronteriza 45 veces más amplia que en 2005". Los datos han añadido 10,1 puntos al PIB mundial. En 2014, ya aportaron 7,8 billones y, desde entonces, se les achaca 2,8 billones de riqueza anual adicional.