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Cuando Alfons nos habla de sus dibujos dice siempre que son “chistes”. “Es una deformación clásica”, admite, “porque los de nuestra generación no decían viñetas”.
Sabe que a menudo no arranca sonrisas y que sus dibujos y personajes “no son graciosos necesariamente, es verdad”. Lo que busca, en línea parecida y diferente al tiempo a la de algunos compañeros suyos del humor gráfico, como El Roto, es que con cada “chiste” se produzca “un clack” en el cerebro de los lectores, “una cosilla que provoque reflexión”.
Cuando eso ocurre, cuando cree que puede producir ese “clack”, cumple con lo que se propone. Le parece entonces que ha conseguido “un bon acudit”. Y lo expresa así porque los catalanes, cuando cuentan chistes, dicen que explican “acudits”, es decir, ocurrencias, que en el caso de personas como Alfons son algo más que dibujos y palabras ingeniosas. Son ideas.
“El ‘acudit’ ha de hacer reflexionar, poco o mucho, pero ha de hacer reflexionar”.
Lo que busca es que con
cada “chiste” se produzca
“un clack” en el cerebro
de los lectores
Mantiene esa denominación, “chiste” o “acudit” porque, según dice, ya tiene “una edad”. Él pertenece a una generación de dibujantes verdaderamente desobedientes, celosos de su independencia, subversivos contra el poder, el orden establecido y las instituciones.
Alfons nació en 1950. Empezó a ganarse la vida con la “imagen dibujada” a los 19 años, recuerda. Eran tiempos de represión y de mucho miedo, pero él y un buen grupo de sus colegas sorprendían cotidianamente a los lectores con su capacidad de ejercer el derecho a la libertad de pensar y expresarse públicamente sin pedir permiso.
A veces pagó un precio, en forma de arresto domiciliario, por ejemplo, ordenado por la justicia militar, pero se quedó con ese hábito de pensar por su cuenta y no por cabeza ajena para el resto de sus días.
Acaba de publicar un nuevo libro, antológico, en su mayor parte con “pensamientos dibujados” en este diario, Público, desde el año 2008 hasta el día de hoy, durante un tiempo en papel y en los tres últimos años en edición digital.
Charlando con él advierte que su trayectoria profesional es larga y variada. Recuerda su trabajo en publicaciones históricas como TBO, Patufet o Mata Ratos, diarios como La Vanguardia, El Periódico, Diari de Barcelona, Avui… y revistas como El Jueves, El Papus o El Viejo Topo, pero él mismo reconoce, con nostalgia, que no consigue disimular, que uno de los mejores momentos de “crecimiento profesional y personal más importante” tuvo lugar con la creación del colectivo y la revista Butifarra! .
Eso ocurrió hace 40 años
Evoca “experiencias previas en la prensa de barrios de Barcelona”, su toma de contacto con una serie de realidades sociales que le preocuparon y que en aquellos tiempos “tenían un reflejo muy claro en las Asociaciones de Vecinos”. Butifarra! nació de ahí, con una clara vocación de compromiso social.
“Estamos asistiendo
al desmantelamiento
de la democracia”
Cualquiera que anduviera implicado en las causas solidarias que proliferaron durante el tardofranquismo y años posteriores sabía que en Butifarra! había gente creativa y peleona, que si su tiempo y capacidad de trabajo lo permitían, no regateaba apoyo a quien se lo pidiera para difundir mensajes de otra manera, para reivindicar, denunciar, protestar y movilizar.
En esa clave se entienden también gran parte de sus experiencias posteriores.
Explica que a veces ha echado en falta la riqueza del trabajo en equipo y compara sus etapas de la siguiente manera: “Es la diferencia entre un grupo de rock y un cantante solista. Ambas cosas tienen valores y posibilidades diferentes”. Piensa que individualmente su mejor tiempo empezó con el nuevo milenio. Fue entonces cuando le galardonaron con el Premi Nacional de Catalunya de Còmic, por la biografía de un militante comunista histórico del PSUC, Miguel Núñez, con guión de Pepe Gálvez.
¿Es necesario el compromiso social para un creador como Alfons?
“Para mí sí. Yo no lo puedo evitar. Tengo las experiencias que tengo, la formación que tengo, vengo de la clase social que vengo y para mí todo eso es inseparable. Funciono a partir de mis propias necesidades y convicciones”.
Es su manera de hacer y entender el trabajo, pero no cree que eso sea generalizable.
“Nuestros dirigentes son bastante imbéciles, no sólo por su incultura, si no por su propia gestión del capital”
Dijo hace poco que en los últimos años le interesa “tanto la ética como la estética”, pero su trayectoria no se puede entender sin reparar en su vertiente filantrópica, que le llevó por ejemplo a pensar y dibujar historietas tanto para revistas de barrio de Barcelona y su entorno, como Grama o Nuestra Voz; o a colaborar con el colectivo Butifarra! en la etapa autogestionaria de El Brusi (Diario de Barcelona), o a publicar folletos de prevención contra la xenofobia, como a viajar como cooperante y dejar obra publicada en El Salvador, Bolivia o Ecuador y otros países.
Ahora mira con buenos ojos iniciativas políticas recientes, que ponen el acento en la necesidad de estrechar “la relación entre la gente de base y los políticos” y que atribuye a las izquierdas, “digámoslo claramente”. “Todo lo que sea recuperar en lo posible el trabajo de base, sin caer en utopías, me parece positivo”.
“No seré yo el que dé lecciones a la gente sobre lo que tiene que hacer. Puedo hablar sobre lo que yo creo que he de hacer y así siempre me he sentido cómodo”, dice Alfons, al tiempo que pone en valor, “sin mitificar las asambleas”, “todo lo que sea alguna cosa más que votar cada cuatro años”.
Su amigo Jaume Capdevila, KAP, dijo de él hace unos días en Barcelona, en la presentación del libro, que es más activista que dibujante, sin desmerecer por ello la calidad artística de su trabajo cotidiano, la cuidadosa utilización de la acuarela, la estética inconfundible de su trazo, más apreciable incluso en formato digital.
KAP, mucho más joven que Alfons, lo identificó como “uno de los grandes nombres del cómic de este país”.
Malvados e imbéciles ¿Por qué ese título para el libro?
Entiende que es una buena manera de referirse a “las élites que mandan”, que demuestran serlo al no calcular “lo caro que saldrá no hacer nada en absoluto contra el cambio climático”. “Nuestros dirigentes son bastante imbéciles, no sólo por su incultura, que es evidente, sino por su propia gestión del capital. Y somos imbéciles también los demás, porque a pesar de lo que hacen todavía les votamos”.
“El poder, en general,
tiene mal sentido del humor”
“No todos los chistes resisten por igual el paso del tiempo”, dice Alfons en su web. “Algunos, sin embargo, leídos al cabo de unos años, mantienen una terca actualidad”. Con muchos de ellos, ordenados de acuerdo con una línea argumental, no cronológica, ha construido Malvados o imbéciles, que ya se encuentra en las librerías.
Contrarreforma global
Los contenidos de este libro están dedicados a un período, el de la crisis. “Es coincidencia”, señala Alfons, “porque yo empiezo a trabajar en Público, en la edición de Catalunya en papel en el año 2008, en los inicios de una crisis que pone al descubierto una ofensiva y un cambio de poder como nunca se había visto desde la segunda guerra mundial. Estamos asistiendo a la destrucción del estado del bienestar en Europa, y lo que es peor, por muchas críticas que se puedan hacer a la democracia que tenemos, imperfecta, estamos asistiendo a su desmantelamiento, porque los organismos que están decidiendo sobre nuestro futuro familiar, cultural y económico no los ha votado nadie”.
Significativamente recuerda que nadie ha podido votar ni elegir a “la famosa Troika”, que “se está a punto de firmar un tratado de libre comercio entre EEUU y Europa (TTIP) sobre el que, tal como se explica en Público y otros medios, nos está vedado opinar, cocinado por una élite, ignorando totalmente la democracia. Es decir, que estamos consagrando el dominio del poder económico a nivel global”.
Por eso se atreve a definir estos últimos años como un período de “contrarreforma global”.
¿Una profesión de riesgo?
Los dibujantes son y han sido con cierta frecuencia objeto de agresiones.
Atentados, sanciones, censura… constata Alfons que el poder, en general, tiene mal sentido del humor. “Nuestra función es poner el dedo en la llaga. Decir que el rey va desnudo. Está claro que allí dónde haya poder, cuanto más absoluto sea, menos gracia le hacemos”.
El atentado contra sus compañeros de Charlie Hebdo le produjo una “enorme tristeza”, “un dolor inmenso”, porque muchos de ellos habían sido sus maestros. “Sólo tuve la oportunidad de conocer personalmente a Wolinski, pero tanto él como Cabu eran referentes de la mayoría de humoristas gráficos catalanes de la generación de los 70”.
“Wolinski, la gente no lo sabe, hizo un estudio de todo el patrimonio del humor gráfico francés… Era gente que, más allá de su tarea profesional, amaba el oficio”.
“Tristeza, indignación y, evidentemente, solidaridad”, explica para dejar clara su reacción. “Ellos tienen derecho a decir lo que quieran, porque con las palabras no se hace daño a nadie. Palabras, dibujadas o no, no dañan a nadie. Otra cosa es lo que habría hecho yo en su lugar. No necesariamente habría hecho lo mismo, pero siempre defenderé a quien lo haga. Siempre”.
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