La burbuja inmobiliaria y crediticia y la losa de la deuda empujan a China a una década perdida
El mercado empieza a apuntar a que la ralentización productiva del gigante asiático esconde una huida de capitales que podría llevar a la segunda potencia mundial a suceder a Japón como enfermo económico del planeta.
"China dejará de comer en nuestra mesa económica". Con esta frase, completada con el negro presagio de que el país se acaba de adentrar en una década perdida como la que ha sufrido durante tres decenios su gran rival regional -Japón- definió el antiguo directivo del FMI, Desmond Lachman, la travesía por el desierto que ha emprendido el gigante asiático desde el fin de su polémica política covid cero.
Lachman, que ahora desarrolla sus análisis para el American Enterprise Institute, apuntó en una tribuna de opinión en Barron's, el semanario del Grupo Dow Jones, que el régimen de Pekín se enfrenta a una serie de indicadores que ponen en tela de juicio el retorno a un potencial de crecimiento próximo a los dobles dígitos.
Lejos de alcanzar esta velocidad de crucero en la que se ha instalado el PIB chino durante cuatro largos decenios, explica Lachman, en la actualidad, las burbujas especulativas que alimentan su mercado inmobiliario y el expansionismo crediticio por orden de las autoridades económicas y monetarias podrían hacer morir de éxito a la segunda potencia global.
El analista considera que eso podría situar a China ante una escena similar a la que protagonizó Japón en los años noventa y que ha perdurado hasta este 2023.
Con esto hace alusión a una espiral continuada de actividad casi anémica, incapaz de detonar pese a múltiples, sucesivos y billonarios estímulos fiscales para espolear el consumo de los hogares y la inversión empresarial y tipos de interés cercanos a cero casi de forma perpetua, con largos episodios de deflación.
Desmond Lachman: "Estamos ante lo que podría ser el final del periodo en el que el PIB chino ha propulsado el ritmo de la economía mundial y el que ha regido los precios de las materias primas internacionales"
El viraje conceptual y doctrinario impuesto tras la crisis de la deuda europea por Xi Jinping en la economía china al hacer oscilar el motor de su potente sector exterior a la demanda interna, un esquema de funcionamiento más propio de las potencias industrializadas y de servicios, parece haber gripado su evolución.
La quiebra de Evergrande con un soterrado rescate estatal, unido al doble parón socio-económico por la covid-19 y las indeterminadas inyecciones crediticias de la gran banca estatal han sembrado la semilla de los impagos y del endeudamiento.
"Estamos ante lo que podría ser el final del periodo en el que el PIB chino ha propulsado el ritmo de la economía mundial y el que ha regido los precios de las materias primas internacionales", asegura el exdirectivo del FMI.
Con estas palabras hace alusión a la demanda voraz de energía y otros minerales que la gran factoría mundial ha devorado para mantener un intenso ritmo de crecimiento en una economía que roza los 20 billones de dólares.
Pérdida de atractivo inversor
Esta agitación coyuntural ha llegado también a los mercados, donde se han detectado puntuales fugas de capitales en las semanas recientes que llevan a los gestores de fondos a presagiar unas subidas de tan solo el 3% este trimestre en el CSI 300, el índice selectivo de firmas del conjunto de China.
Estas subidas son inferiores al 6% en el Hang Seng de Hong Kong, más vinculado a activos globales por la debilidad económica del país y los riesgos geopolíticos latentes, aunque también por el sonido de recesión que llega desde EEUU para el segundo semestre del año.
China está al borde de "una trampa financiera y de confianza desde la reapertura de su actividad que empieza a revelarse como más trascendental de lo inicialmente previsto", admiten en una nota a inversores los analistas de Citigroup en línea con la hipótesis de Lachman.
Por su parte, en UBS se han apresurado a avanzar un recorte de las expectativas de beneficios bursátiles de sus clientes por el aterrizaje de la economía china.
El dato de crecimiento, del 6,3% entre abril y junio, revelado la semana pasada por la Oficina de Estadística del país se quedó ostensiblemente por debajo del 7,1% previsto por el consenso del mercado en el primer periodo trimestral posterior a la desescalada social por la política de covid cero que empezaba a acosar socialmente a Jinping.
China está al borde de "una trampa financiera y de confianza desde la reapertura de su actividad", admiten en una nota a inversores los analistas de Citigroup
Esta presión era tal que llevó a levantar las prohibiciones de movilidad antes de su calendario previsto. Precisamente la reanudación de la actividad deja un complejo mix económico.
Y lo hace con una debilidad del comercio minorista, del mercado inmobiliario y de los índices bursátiles, frente a un pulso que evoluciona con una cierta consistencia de la industria y unos tipos de interés que se mantienen inalterados en el 2,65% desde hace un año.
Sin embargo, uno de los trampolines del repunte se ha asentado sobre una fosa casi séptica: un mercado crediticio expansivo por orden y gracia de Pekín que ha encomendado a su gran banca a facilitar líneas prestamistas a los altamente endeudados gobiernos locales.
Dichos gobiernos se han visto en la obligación de lanzar múltiples emisiones de bonos en los últimos años para tratar de financiar sus deudas inmediatas. El balón de oxígeno les ofrece una tregua de 25 años para evitar que los poderes municipales entren en colapso crediticio, primero, y en quiebra técnica, después.
La montaña china de endeudamiento municipal
En total, los entes locales han emitido deuda por valor de nueve billones de dólares. Ahora, entidades bancarias como el Industrial & Commercial Bank of China o el China Construction Bank otorgan quince años más a las devoluciones prestamistas de los llamados Local Government Financing Vehicles (LGFV), los mecanismos con los que acuden al mercado los municipios chinos, que los diez en los que generalmente contratan sus líneas de crédito a empresas.
El FMI cifra en 9,1 billones de dólares la montaña de endeudamiento creada por los gobiernos locales chinos al término de 2022 por la "necesidad de gasto" que precisaron durante la covid-19
Lo hacen en un momento en el que su ratio deuda-ingresos supera el 120%. El FMI, por otro lado, ha cifrado en 66 billones de yuanes (9,1 billones de dólares) la montaña de endeudamiento creada por los gobiernos locales chinos al término de 2022.
Esto supone un salto notable con respecto a los 40 billones de yuanes de 2019, por la "necesidad de gasto" que precisaron durante la covid-19.
"Los inversores no han seguido la estela prevista por el Gobierno chino con los elevados niveles de estímulos al sector inmobiliario, a pesar de que extendieron a mediados de julio estas ayudas impulsadas en 2022", explica Solita Marcelli, responsable de inversiones de UBS.
La experta anticipa una "mejora de la confianza" en los activos de vivienda en China en la segunda mitad del año al calor de "nuevos estímulos fiscales sobre el consumo y los hogares", así como en el ritmo de la economía, con "la aceleración de proyectos de infraestructuras".
Sin embargo, Lachman cree que estos nuevos arsenales monetarios "impedirán que se destinen a segmentos productivos más sanos de la estructura productiva" china a las que les recomienda "no caer en el estilo estadounidenses de la primera década de este siglo".
Entonces, la Casa Blanca y la Reserva Federal "trataron de ayudar al mercado de la vivienda" y suministraron demasiada masa crediticia hasta moldear unas hipotecas subprime de baja calidad que fueron el carburante idóneo para hacer estallar la crisis financiera de 2008.
A su juicio, esta política, además, "sólo debilitará aún más las finanzas de los municipios" chinos. De ahí que piense que, más bien, Pekín encamina sus pasos hacia una década pedida que, como ha ocurrido con Japón en los últimos tres decenios, "obligarán al gigante asiático a abandonar la mesa de la economía internacional".
Similitudes con el Japón de los ochenta
El Japón de los ochenta, explica Lachman, navegaba en la abundancia y se hablaba de milagro económico. Pero luego entró en un prolongado letargo, pese al coste del dinero casi nulo y el retroceso en los precios, la demanda interna nipona nunca llegó a activar sus motores y, por contra, la tercera economía mundial se ha convertido en la más endeudada del planeta.
"La bala de plata de China es que el precio de las materias primas descienda y sus exportaciones vuelvan a cimentar otro ciclo de negocios próspero", matiza el execonomista del FMI.
En su opinión, la combinación de crédito rápido, accesible y barato en un mercado inmobiliario agitado por los estímulos generarán la doble burbuja especulativa que empujó a Japón al abismo en los noventa.
El catedrático de Harvard Kenneth Rogof avisa de que el precio de las viviendas en relación a los ingresos se ha incrementado en la mayor parte de las grandes capitales de China
Asegura de hecho que este escenario ya ha sido dibujado por el FMI, que establece una previsión de crecimiento para este año del 5,2% sin conocer el aminoramiento del segundo trimestre. A ello hay que unirle una escalada del desempleo juvenil hasta el 20,4% una tasa que, hasta ahora, ha sido desconocida y que retirará momentáneamente del consumo a la generación más propensa al gasto en los hogares.
Por si fuera poco, alerta de un contagio porque los créditos a empresas y entidades no estatales se ha duplicado desde 2008, según asegura el Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés), muchos de los cuales han ido a parar al sector inmobiliario.
El precio de las viviendas en relación a los ingresos se ha incrementado en la mayor parte de las grandes capitales de China hasta superar los niveles de Londres o Nueva York, tal y como precisa en un estudio Kenneth Rogoff, catedrático de Harvard y antiguo economista jefe del FMI.
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