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El BCE prolonga la asfixia financiera de familias y empresas, que tienen que tirar de ahorros por primera vez en seis años

Una "tormenta perfecta" con el precio del dinero y el coste de la vida más altos del siglo engulle los recursos de los hogares y del tejido productivo a un ritmo de casi 600 millones de euros diarios que no se daba desde la etapa de mayor intensidad de la convulsión posterior al estallido de la burbuja.

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La presidenta del BCE, Christine Lagarde, durante la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno de la entidad, en su sede en Fráncfort. — Kai Pfaffenbach / REUTERS

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"Las medidas restrictivas se mantendrán el tiempo que haga falta", dijo, tajante, la presidenta del BCE, Cristine Lagarde, tras la reunión del comité de gobierno que este jueves decidió mantener al menos hasta marzo los tipos de interés en el nivel más alto que, por segunda vez, alcanzan en la historia del euro.

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"Las medidas están frenando la demanda y ayudando a reducir la inflación", anotó, antes de zanjar que en la cúpula del BCE hay consenso en que ahora mismo "es prematuro discutir sobre recortes de tipos".

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Las medidas consisten, básicamente, en mantener al menos medio año (de septiembre a marzo) en el 4,5% el precio de referencia del dinero y en el 4% el tipo de facilidad de depósito, que es la remuneración que obtienen los bancos por dejar su dinero en la ventanilla del BCE, para desincentivar que los bancos presten dinero por debajo de ese gravamen.

Se trata del nivel más elevado que alcanzan los tipos de interés desde la creación del euro, en este caso desde septiembre y en una etapa que comienza a aproximarse inquietantemente en duración a su único antecedente, la que fue de septiembre de 2000 a agosto de 2001.

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El objetivo declarado de esas medidas es el de sujetar la inflación de la eurozona y situarla por debajo del 2%, nueve décimas por debajo del indicador de diciembre, aunque sin acabar de conseguirlo.

Y esa confluencia de factores, la del dinero más caro y el encarecimiento del coste de la vida más elevado del siglo, están teniendo efectos intensos en las familias y en las empresas, especialmente en las más vulnerables, de países como España.

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Su consumo de ahorros, ya sea para atender gastos del día a día o para cubrir cuotas de créditos, alcanza una magnitud que únicamente se dio en los peores años de la crisis posterior al estallido de la burbuja inmobiliaria.

Los datos del Banco de España cifran en 30.277 millones de euros la salida de dinero de los depósitos y plazos de familias y empresas en el año móvil que va de octubre de 2022 a septiembre de 2023, que es el último con datos disponibles. Eso supone una cadencia de 82,9 millones diarios o 582,25 semanales.

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La liquidez de familias y empresas en su conjunto, como agentes económicos, no se había visto reducida desde 2017, cuando alcanzó los 21.766. Y solo ha habido otros tres episodios desde el inflado de la burbuja en los que esos dos actores se hubieran visto obligados a tirar de ahorros.

Por cuantía, el mayor se produjo en 2011, cuando la salida de fondos alcanzó los 38.597 millones de euros. Los otros dos datan de 2015, con 3.884, y de 2009, en el comienzo de aquella larga crisis, cuando la cifra llegó a 1.662 para poner sobre la mesa la fragilidad financiera del tejido productivo y de los hogares menos pudientes, en el inicio de unos procesos de desigualdad que desde entonces no han dejado de acentuarse.

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"Niveles suficientemente restrictivos el tiempo necesario"

La decisión del BCE coincide con un repunte del euríbor, cuyo índice a doce meses lleva desde mediados de la semana pasada de nuevo por encima del 3,6%, y con inquietantes indicios sobre la proximidad de una recesión en la eurozona que ya se da técnicamente en países como Alemania.

Sin embargo, tanto Lagarde en la conferencia de prensa como la institución en su comunicado dejaron claro que no hay fecha prevista para que comience la rebaja de los tipos: "Las futuras decisiones del Consejo de Gobierno garantizarán que sus tipos oficiales se fijen en niveles suficientemente restrictivos durante el tiempo que sea necesario", advierte el BCE.

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"Las estrictas condiciones de financiación están frenando la demanda y esto está contribuyendo a reducir la inflación", añade la nota, en la que sostiene que "está decidido a garantizar que la inflación regrese oportunamente a su objetivo de mediano plazo del 2%" y que "los tipos de interés oficiales del BCE se encuentran en niveles que, mantenidos durante un período suficientemente largo, contribuirán sustancialmente a este objetivo".

Junto con esa clara apuesta por la inanición para la demanda y el tejido productivo, también anunciaron un "enfoque dependiente de los datos para determinar el nivel apropiado y la duración de la restricción" que tendrá en cuenta "las perspectivas de inflación a la luz de los datos económicos y financieros entrantes, la dinámica de la inflación subyacente y la fortaleza de la transmisión de la política monetaria".

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"Todo va a estar en los datos de enero"

"Se ha cumplido lo que se preveía. Todo el mundo parece esperar que bajen los tipos, pero el BCE quiere estar seguro de que no repunta la inflación", señala Julio Rodríguez, de Economistas Frente a la Crisis.

Rodríguez describe un escenario en el que se mantiene la tensión entre dos factores como "el deseo de crecimiento ante unas previsiones de desaceleración y el riesgo de que la inflación vuelva a subir" por situaciones como el encarecimiento de los fletes por la tensión en el mar Rojo o los efectos que pueden tener en el precio del petróleo las guerras en Oriente Medio.

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"Todo va a estar en los datos de enero, en conocer cómo se han comportado el crecimiento y la inflación en la UE y ver qué se puede hacer. Todo apunta a que si la inflación se modera pronto se volverá a hablar de la necesidad de que haya más crecimiento, y eso favorecería una bajada de los tipos", pronostica el economista, que plantea un escenario de opinión similar "si en enero y febrero hay indicios claros de desaceleración y la inflación no sube mucho".

Hay un tercer factor que, desde los distintos gobiernos, presiona a la baja de los tipos de interés: la deuda pública, cuyo encarecimiento suele traducirse en mermas del gasto en servicios públicos.

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En cualquier caso, Rodríguez comparte la posición de prudencia de BCE ante la evolución de los datos. "Hay muchas fragilidades", describe, "por eso nadie se atreve a hacer pronósticos a más de uno o dos meses. Es un tiempo de incertidumbre en el que la gente sabe muchas cosas pero no sabe qué es lo que puede pasar".

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