Este artículo se publicó hace 15 años.
El zurdo colectivo
Las pachangas en las playas de Arguineguín recuperan la mejor versión de Silva
Silva puede tener la melancolía que persigue a todos los zurdos habilidosos. Ese fútbol hedonista que se alimenta de sensaciones, de estados de ánimo, de la propia estética de los inventos que aportan, pero en Silva no se retrata al zocato individualista; a esos zurdos acostumbrados a pensar que los partidos se juegan y se deciden exclusivamente bajo sus botas.
Silva es un zurdo colectivo. Capaz de marcar goles o de regalarlos como el sábado. "Jugó de enganche por dentro y creó muchísimo peligro con sus internadas en diagonal, como en el primer gol. Se asoció muy bien con Xavi y también con Torres y Villa. Tiene pase, tiene tiro. Es un jugador espléndido", le elogió entusiasmado De Bosque tras su exhibición ante los belgas.
Silva no rehúye el desborde, porque es de una de sus virtudes, pero tampoco abusa de él. Después de un año marcado por las lesiones y los problemas económicos del Valencia, ha recuperado sus mejores secuencias en la hierba: quebrar y pasar, preferiblemente, driblar y chutar y tocar y aparecer por sorpresa en el área.
Silva se plantó este verano en Arguineguín, su pueblo y el de Valerón, arrastrando las secuelas de ese año "muy difícil, en el que tuve muchos problemas físicos". "Sólo quería playa, comer pescado, estar con sus amigos de toda la vida y con los suyos. Aquí se ha recuperado", relata un íntimo amigo de la familia.
Los tendones de su tobillo izquierdo le dijeron basta en septiembre de 2008, después de haber aguantado dolorosas molestias durante la Eurocopa, en la que fue decisivo para ligar ese juego de toque endiablado que llevó a España al título. "Eres vasco", llegó a decirle Luis Aragonés para elogiar su dureza y su capacidad de aguante ante el dolor, pese a no despegar del suelo más de 170 centímetros.
La intervención de tobillo le obligó a pasar por el quirófano por primera vez y le asaltaron los miedos. Nunca había estado tanto tiempo parado y el propio Silva reconocía por entonces no saber "en qué emplear tanto tiempo libre" y que "siempre es difícil volver a entrar enel equipo".
DesgasteReapareció en enero de 2009 ante el Atlético y marcó, pero unos días más tarde, durante un entrenamiento, un balonazo con el pie izquierdo mal apoyado le dejó renqueante el resto de la temporada. Acudió a la Copa Confederaciones diezmado y hastiado de los rumores que cada día le colocaban en el Madrid o en el Barça. Un desgaste que en la concentración previa a Suráfrica le provocó un andar cabizbajo, silencioso y huidizo.
"En Arguineguín ha estado jugando pachangas con sus amigos de toda la vida, Aythami, su primo Ramsés... Se le veía feliz y animado. Iban a la playa de Pata la Vaca o a la de los Morichales, Las mismas en las que jugaba hasta que se iba el sol cuando era un crío", recuerda el allegado a la familia Silva.
Con todo, Silva adelantó su vuelta al trabajo. "Vino antes de tiempo para trabajar con los fisioterapeutas. Incluso cuando se rumoreaba que se podía marchar, iba todos los días a Paterna para trabajar con su tobillo", cuentan desde su club.
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