El hombre que ha ordenado al Real Madrid de Ancelotti no es un futbolista como los demás. Para empezar, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, no vive en La Finca, esa exclusiva y millonaria urbanización de Pozuelo. Y el caso es que lo intentó nada más llegar a Madrid. Pero, a los dos meses de estar allí, Xabi Alonso (Tolosa, 1981) vio que no podía estar tan alejado del centro de la ciudad. 'Mi manera de vivir encaja más con el tema urbano'. Así que acepta su reputación como un ciudadano más de Madrid, donde no tiene reparos en ir a pasear con sus niños al Retiro, tomarse un capuchino en el Café Comercial de la glorieta de Bilbao o ir a comprar ropa por la calle Fuencarral.
Naturalmente, pertenece a la clase alta, ahora como vecino de la colonia de El Viso -muy cerca del Santiago Bernabéu- y antes del barrio de Salamanca, donde no pocas veces se le fotografió yendo a comprar el periódico al quiosco, saliendo de una tienda de ultramarinos o desayunando un café de pie en la barra de un bar antes de ir a entrenar. 'Yo soy muy de barrio, porque me acostumbré a vivir así en San Sebastián'. Quizá por eso su amigo, el abogado inglés Colin Pomford, dice que no hay mejor manera de definir a Xabi Alonso que su sencillez. 'Podría volver en un jet privado, pero él prefiere ir en una compañía low cost'.
Todo eso es la radiografía de un futbolista, que no es un enfermo de las estadísticas y que durante toda su vida ha sido capaz de jugar para los demás. Fue hijo de un buen futbolista, que jugó en el Barcelona de Maradona, y al que después vio ganarse la vida como entrenador, incluso, de la Real Sociedad. 'Conocí desde muy niño la jerarquía del entrenador'. Todo eso también es parte de la reputación de Xabi Alonso, un futbolista que dejó la carrera de ingeniería en el tercer curso cuando ya era uno de los héroes del Liverpool que ganó la Copa de Europa de 2005. Entonces tenía 24 años, pero básicamente era el mismo hombre que ahora.
Un futbolista sin maldición que probablemente Álvaro Arbeloa, uno de sus mejores amigos en el vestuario del Madrid, interpreta mejor que nadie. 'La gente nunca llegará a conocerle, porque Xabi sabe lo que quiere mostrar y lo que debe esconder'. Quizá todo eso sea la prolongación en el césped de un futbolista al que jamás reprochó nada la hinchada del Madrid. Tiene eso su mérito en un estadio como el Bernabéu, que ha sido capaz de silbar a Cristiano o a Casillas. Sin embargo, Alonso jamás admitió un debate como ése que, por ejemplo, a Cristiano llegó a amagarle. 'No soy feliz', replicó.
En realidad, Xabi Alonso es otra cosa. Su personalidad está por encima de sus estadísticas, que no son precisamente las más deslumbrantes. No es un mediocampista con gol (en las cinco temporadas que lleva en el Madrid sólo ha logrado dos). Tampoco opositó jamás al Balón de Oro. Pero en el Madrid siempre ha sido ese futbolista que ahora quizá, después de muchos meses lesionado, se demanda a todas horas. Ha cumplido una edad a la que otros futbolistas inician la decadencia, pero por ahora él mantiene la misma potestad que en la primavera de 2009 cuando Pellegrini dijo de él: 'Si está Xabi Alonso en la cancha, tengan la seguridad de que no habrá desorden'. Ahora, es Ancelotti el que se refiere a Alonso casi como una celebridad. 'Actualmente, no hay jugadores en el mercado como él', responde el entrenador cuando le preguntan por el precio de su renovación. 'Xabi Alonso es un jugador insustituible en el Madrid. Su jerarquía no está al alcance de casi nadie'.
'Si está Xabi Alonso en la cancha, tengan la seguridad de que no habrá desorden'
Lo cierto es que Alonso volvió a un Madrid, perdedor frente al Atlético, acostumbrado a ganar en los descuentos en canchas humildes como la del Elche, el Levante o el Rayo. La realidad es que el problema iba más allá para Ancelotti, que declaró que 'tenemos que jugar mejor, porque no podemos hacerlo peor'. La crítica señalaba a un equipo enfermo en el que el entrenador justificaba los pitos de público. 'Es normal que silbe, porque no le gusta lo que ve en ese momento'.
Pero desde que regresó Xabi Alonso se ha solucionado ese problema de autoestima y, sobre todo, de equilibro, la palabra mágica de Ancelotti. Ha sido suficiente que volviese a pisar el campo, a levantar los brazos, a aconsejar a Illaramendi, a conceder permiso a Khedira (hasta que se lesionó) para que se fuese al ataque. Ha sido suficiente así en un futbolista que, decididamente, no se parece a los demás. A veces, la crítica se pregunta donde está su magia: no está en sus goles, no está en sus regates ni en sus protestas. ¿Dónde está entonces? Quizá precisamente en eso, en que es un futbolista de otra época, capaz de irse a vivir en el Madrid actual al mismo barrio, la colonia de El Viso, que eligió Di Stéfano, en la década de los sesenta. Quizá porque desde entonces las cosas no han cambiado tanto como parece. 'Todo futbolista necesita jugar en el Madrid para sentirse realizado', insiste Xabi Alonso.
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