Quique ha puesto el primer punto y aparte de la temporada. Con el párrafo de la Liga Europa cerrado, el entrenador del Atlético ha subrayado que una etapa nueva comienza. Después de un batacazo tan sonado y con el riesgo de un bajón anímico, no hay mejor manera de poner en alarma a los jugadores que dar un pequeño volantazo en el trayecto. Lo puso en práctica en Málaga con un resultado óptimo.
El equipo se acomodó mejor en el campo con tres hombres con mando y voz en el centro. Agüero se buscó las habichuelas en solitario en ataque, mientras Forlán reposaba en chándal en el banquillo. Todo esto se tradujo en un partido más práctico, en mucha gente pendiente del balón cuando lo domina el contrario. Nada que ver con las facilidades que tuvo, por ejemplo, el Levante hace un par de semanas. Ni mucho menos el partido olía a goleada, pero la maestría de Simao en el saque de las faltas y el desmadre en la marca de los de Pellegrini facilitó el resultado tan abultado.
Los rojiblancos exhiben una cara más sobria que en anteriores salidas
El entrenador chileno aún explora su nueva plantilla. Pretende innovar para tapar las carencias sin que aún haya cantado eureka. Disfrazó a Iván González de medio centro, luego se llevo a Eliseu al lateral izquierdo con el peor de los resultados en ambos casos. Desprende malas señales este Málaga, desnudo en defensa e inédito en ataque.
Todo este gazpacho hizo bastante llevadera la tarde al Atlético. No hubo momento de desasosiego. El partido en los primero 20 minutos fue un desfile de pases equivocados y controles con la tibia. Las porterías estuvieron de adorno toda la noche, salvo en las tres buenas faltas que sacó el Atlético de Madrid.
A De Gea le vino bien la extrema docilidad de los andaluces. Tras varias jornadas turbias, ayer pasó un domingo de lo más relajado. Sí que tuvo tiempo para dibujar una parada de mérito a una falta sacada por Duda cuando el Atlético ganaba sólo por un gol. La falta del portugués iba impregnada de la misma mala leche que aquella de Ozil en el derbi ante el Real Madrid. Esta vez, el rubio voló felino para desviar la pelota de su macabra trayectoria.
Ni el guardameta rojiblanco ni Rubén, el malaguista, tuvieron más trabajo. El local palpó balón dentro de su portería después de los tres remates de cabeza de los rojiblancos. Fue la resaca soñada para Quique. Una victoria para aliviar el palo europeo y afrontar con otra cara lo que queda.
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