Este artículo se publicó hace 13 años.
El sufrimiento como camino a la gloria
El Madrid gana la Copa 19 años después a su eterno rival
Mourinho disfruta de lo lindo cuando los nervios dominan la escena y ayer esos llegaron a los límites de la salud. Sonríe orgulloso cada vez que los suyos van a reclamar al árbitro todos en manada, como si esos ruegos fuesen la cosa más importante de la noche. Es más, se une a ellos, bracea desde la banda, interpreta el papel de histrión desde las orillas del área técnica. Por eso el partido de ayer se encuadró en su ideal de perfección contra el Barça.
Existe una explicación a todo eso. Mourinho, hombre de resultados, reclama a sus jugadores intensidad, que vivan el partido en todos sus puntos, que no haya gestos de desani-mo ni rasgos de insolidaridad. Que no falte una ayuda en la defensa ni una carrera por hacer. Dicen algunos que el Madrid no necesita jugar bien para ganar un partido. Es posible, pero si necesita sufrir mucho y un enorme sacrificio para tocar trofeos, que es de lo que se trata en un club así. Ayer el sufrimiento estuvo acorde con el resultado. El Madrid de la intensidad tuvo su primera gran noche de gloria.
Cristiano marcó, se arrodilló y fue feliz por fin, ya es un héroe blanco
Quizá en otros tiempos esto no era posible, la exigencia era máxima y el aficionado madridista no sólo quería ganar sino también no sufrir. Ahora, sin embargo, la urgencia histórica aprieta y cualquier cosa es válida para salir de la senda de la derrota. Los aficionados se desviven por el nuevo Madrid, el de Mourinho, el de los esforzados trabajadores y el amor propio. Y el luso da al pueblo lo que quiere ver: que alguien piensa en ellos y trabaja hasta el último segundo para complarcerlos. Que pase lo que pase él no se va a rendir y va a hacer que sus chicos, incluso contra quien parece mejor, lo deje todo hasta la victoria
Le salió a la perfección. En el cóctel de las emociones, las de ayer fueron las más intensas. Esperanza en el primer tiempo, cuando el Barcelona no se acercaba a puerta. Miedo en el segundo, con los azulgrana acechando la portería de Casillas y, por último, gloria en el final con un gol en la prórroga. Los elementos más tópicos del cine, una presentación en las que se muestra a los personajes, un nudo en el que la trama se complica y un final, ayer para el Madrid, feliz hasta el extremo.
También hay un héroe. Cristiano, claro. Fue siempre el más esperado, el más brillante, el actor más caro. Se le pedía que diese el do de pecho en un día así y ayer, sin duda lo hizo ¿qué más grandeza que marcar un gol al eterno rival, en la final de Copa , sin ser favorito y habiendo ganado la última vez el trofeo 19 años antes? Probablemente nada.
Mourinho logra con la fe lo que se le exige: resultados
Cristiano representa mucho de la garra de este Real Madrid de Mourinho. Quizá por imagen no da el perfil, tiene un rastro de chulería, algo que no concuerda bien con el estajanovismo. Sin embargo en su caso el hábito no hace al monje, corre como el que más, pelea como el que más y protesta mucho más que el que más. Es hombre de emociones, intenso, fuerte, total. Un ídolo y un villano. Ahora también un héroe para el madridismo. Tras el gol se tiró al suelo, sonrío y recibió a sus compañeros que, ayer sin duda, le abrazaron como a uno más.
En el banquillo, José Mourinho también mostraba su interminable alegría. Maniqueo y provocador, pero también frío y distante. Un ejemplar único que ayer saltó, rió y dio vueltas al banquillo. Él también es un actor y acabó manteado.
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