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MADRID.- Su ambición no sólo figurará en la Sierra de Madrid. También está en todas partes, en sus ojos, en su manera de pedalear, hasta en su nombre y apellidos. Su fotografía inspira la revolución en un ciclista, que piensa como el pueblo: se relaja atacando, le encanta la locura. Algún día su estrategia puede ser discutible, pero entonces no sería Fabio Aru (Cerdeña, 1990), el hombre que recoge la valiente tradición del ciclismo italiano, que tanto defendió gente como Coppi, Bartali, Pantani, Chiapuchi o el mismo Basso.
Pero ahora está Aru, que en su momento ya quiso ser algo más que el gregario de Nibali y al que ya sólo le falta opositar por un Tour de Francia para magnificarse. Un lujo para él y para los que esperan un ciclista como él, en contra del imperio de los GPS. Un hombre encantado con la dureza de Los Alpes, donde ha hecho la mejor exhibición de su vida en el alto del Cervino, a 4.478 metros, en el último Giro, incontestable para todos, como le gusta a él, el valiente Fabio Aru, que nunca se rinde ante el protocolo. "Lo siento, pero no nací para ser uno más", tiene dicho.
Su vida ciclista, en realidad, va muy rápido. A los 22 años, ya avisaba de sus motivaciones, de ese afán por fotografiarse entre los mejores. Por eso le era tan difícil controlarse y resumir su papel a ayudar a sus líderes. Pero hoy, que esa etapa ya pasó y ya ejerce él como líder sin discriminaciones, Fabio Aru acepta que es un tormento. Un tipo joven, de 25 años, con un impacto enorme, nacido para esto, que no hace mucho protestaba de que pasaba más tiempo con Vicenzo Nibali que junto a su novia Valentina. Pero ese es uno de los precios de hacer lo que ha hecho en la Sierra de Madrid o de estar en lo más alto del podio de la Vuelta a España. "Yo vivía muy tranquilo en Ponte San Pietro (Bergamo), pero no es el escenario ideal para un ciclista. Por eso me mudé a Lugano con mi novia, pero resulta que como Vicenzo vivía muy cerca y pasamos tantas horas entrenando…, estoy más tiempo con él que con nadie".
"Su calma, su serenidad"
Aru es algo más que un fanático de la victoria: ama lo que hace, persevera como nadie como vimos en el puerto de La Quesera, donde atacó hasta siete u ocho veces seguidas a Dumoulin. Las rampas, que no superaban el 4%, lo impidieron todo. Pero así es el carácter de Aru, que en las conversaciones se presenta como un joven preparado, empapado de la historia del ciclismo, de buenas lecturas y con tendencia a la metáfora.
Una cosa que le permite decir que él ya "ha pasado por la Sorbona del ciclismo" al ayudar a hombres como Nibali o Scarponi de los que aprendió algo fundamental: "Su calma, su serenidad". Una lección que, sin embargo, él mismo reconoce que a veces le cuesta aplicar en carrera. "Pero por eso mismo todavía no soy un maestro. No tengo edad para serlo. Me quedan muchos años", declaraba en una maravillosa entrevista en Il Giornale, donde hacia un ejercicio maravilloso de realismo.
"Sueño con llegar a un buen punto. Pero no debemos engañarnos a nosotros mismos. ¿Sabes cuantos ciclistas se hunden con mi edad?", interpelaba él mismo al periodista. "Tengo que pensar que lo que he hecho es importante, pero hasta que no me acerque a los 30 no podré ser considerado un gran corredor". Por eso esta victoria de la Vuelta, que le representa a él y a su forma de actuar, no ha de cambiar nada en su vida. Fabio Aru cumplió 25 años en el pasado mes de julio mientras se disputaba el Tour de Francia, la única carrera que le falta en su biografía. No lo ha corrido nunca y siente una motivación infinita para hacerla. Quizá porque la tradición del ciclismo es así. "En mi país no entendemos a un gran ciclista sin una gran actuación en el Tour". No siquiera después de una exhibición ayer como la suya en la Sierra de Madrid que como la de Perico en el 85, Hinault en el 85 o Contador en 2012.
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