'Fui una vez internacional. Tuve muchas lesiones. Puede preguntarle a los que me vieron jugar'. Pocas veces Van Marwijk bromea cuando se siente acorralado por la prensa. Ayer, se permitió esa licencia cuando le preguntaron si se consideraba mejor entenador que jugador.

El seleccionador holandés fue un discreto centrocampista zurdo de melena larga. Su look era acorde al de los talentos contemporáneos de su país que revolucionaron el fútbol mientras él desarrollaba una modesta carrera en el Go Aheads Eagles holandés. La sombra de la Naranja Mecánica le persigue en este Mundial hasta atormentarle.

En cada rueda de prensa, los periodistas internacionales le invitan con frecuencia a qué compare a su selección con aquellas que se quedaron en la memoria del fútbol mundial pese a no ser ganadoras. 'La diferencia que hay entre esta selección y la del 74 y la del 78 son 32 y 36 años respectivamente. No se pueden comparar', responde con cierta desgana Van Marwijk. Pero le insisten. 'Aquellas selecciones no ganaron el Mundial, pero dejaron un legado para la historia. ¿Cuál será su legado?', le preguntan con mucha intención. De nuevo, Van Marwijk despliega su laconismo con este asunto que le agobia: 'Después de la final le responderé a la pregunta y le diré cuál es mi legado'.

El hombre de pelo lacio plateado, al estilo Cañizares, espera al resultado. Desconfía de ese pasado romántico, pero perdedor. Por eso responde que los dos mejores momentos de este Mundial fueron ante Japón y Eslovaquía: 'Contra los japoneses hicimos los seis puntos que nos clasificaban y contra Eslovaquia evitamos irnos a casa en el primer cruce como pasó otras tantas veces'.

El legado al que aspira Van Marwijk es poder decir que él logró lo que no pudieron conquistar esas selecciones del 74 y el 78 cuyos recuerdos le abruman. Sólo quiere oír hablar de fútbol colectivo y de la victoria 'Si a Sneijder le eligen mejor jugador del torneo, bien, pero yo lo que quiero es ganar el partido'.