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Una sangre que predica vida

Armstrong se somete a un control antidopaje cada tres días para disipar las dudas en su regreso

MIGUEL ALBA

Está de vuelta de todo. Incluso de una sentencia de muerte que ahora ha convertido en su lucha. 'He regresado para llevar el mensaje de Livestrong -su fundación- por todo el mundo, para hablar sobre la carga de esta enfermedad (el cáncer)', sentencia Armstrong. Su cruzada es global. Sin matices. Sin sombras. Sin dinero (no percibirá ficha por correr a cambio de 775.000 euros por hablar del cáncer). Este domingo, discreto en el pelotón de la Council Cancer Classic, la antesala del Tour Down Under, que ganó Robbie McEwen y que devolvió al norteamericano a la realidad de las carreras, dos cifras llenaron de argumentos la circunferencia espídica de cada una de sus pedaladas: 1.274 y 27,5.

Marcadas en el cuadro de su bicicleta, la primera, en el tubo vertical, anuncia los días transcurridos desde la última carrera de Armstrong (24 de julio de 2005). La segunda cifra envuelve más mensaje. Los millones de personas muertas por cáncer desde que Lance dejó de competir. 'Una cantidad asombrosa', matiza. 'Más que toda la población australiana', asume.

En cada uno de sus actos, Armstrong pretende hacer reflexionar al mundo sobre esta enfermedad, consciente de la trascendencia mediática de su vuelta. 'Ellos son los que me motivan para seguir adelante', aseguró, hace unos días, sentado junto a un niño demacrado y sin pelo por el efecto de la quimioterapia que le administran en la unidad oncológica infantil del Hospital de Adelaida. Él se vio así, como ese niño, a mediados de los noventa. Escuálido, sin esperanzas y escrutado por una sucesión de miradas que parecían negarle el mañana. Su cáncer testicular se extendía por el mismo cuerpo que, a día de hoy, le ha expulsado definitivamente.

En su próxima paternidad no han intervenido métodos artificiales. 'Significa que su cuerpo se ha curado de la quimioterapia y de las operaciones quirúrgicas. Un dato esperanzador para los supervivientes de cáncer testicular', asegura Sanjay Grupta, la periodista de la CNN que anunció el embarazo de Hanna Hansen, la nueva compañera del ciclista. Todo lo contrario que sus tres hijos anteriores, concebidos por inseminación artificial con Kristin, su primera esposa, con el esperma que Armstrong conservó en el mismo hospital de Austin (Texas) donde le operaron de su cáncer.

Después llegó su primera resurrección, la de los siete Tour y las sempiternas sospechas de dopaje alrededor de su molinillo. En su segunda resurrección, Armstrong ha aceptado ser transparente para acabar con los rumores. Cada tres días, Don Catlin, uno de los mayores expertos mundiales en dopaje, somete al norteamericano a un control que forma parte de un programa individual que ha aceptado Armstrong, a los que se unen los chequeos que realiza en el Astana y a los que regularmente efectúa con tres organismos diferentes: la Unión Ciclista Internacional, la Agencia Mundial Antidopaje y la Agencia Antidopaje de Estados Unidos.

'Mi objetivo al aceptar participar en este programa es reducir la especulación y el debate sobre el dopaje que podría distraer la atención sobre el aspecto fundamental de mi vuelta al ciclismo, la lucha contra el cáncer', asegura Armstrong. Desde que anunció su regreso, Lance ha sido sometido a doce controles fuera de competición, además de los controles internos del Astana. Una sangre que predica vida.

 

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