Este artículo se publicó hace 8 años.
"En Río de Janeiro hay una conspiración del silencio en relación a la violencia del Estado"
El sociólogo Ignacio Cano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la UERJ, analiza las políticas de seguridad del Estado donde la represión se convierte en norma y que sólo es noticia por los Juegos Olímpicos
Agnese Marra
RÍO DE JANEIRO.- El sociólogo gaditano, Ignacio Cano, que vive desde hace más de veinte años en la ciudad carioca nos recibe en su despacho de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ), justo enfrente del mítico estadio Maracaná donde se inaugurarán los Juegos Olímpicos de Río-2016 el próximo 5 de agosto.
La universidad está vacía y los pocos alumnos que quedan acampan a la entrada para protestar por los recortes que sufre la educación pública. La crisis económica que vive el estado de Río de Janeiro se ha ensañado también con la Sanidad, la administración pública, la pensión de sus jubilados y especialmente con la Seguridad, un sector que pasa por uno de los peores momentos de la última década y que ha provocado que el gobernador interino, Francisco Dornelles, decretara “el estado de calamidad”.
Ignacio Cano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la UERJ recibe a Público para hablar de cómo afectará esta crisis a la seguridad de los JJOO y analiza las causas del aumento de la criminalidad del país que lidera el ranking de homicidios absolutos en el mundo y donde la violencia del estado y la militarización son los pilares de su política de Seguridad.
Río de Janeiro ha sido declarado estado de calamidad entre otras razones por la crisis de Seguridad pública que arrastra en los últimos meses. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
“Cuando acaben los Juegos Olímpicos, se acabarán los salarios”
En materia de seguridad Río de Janeiro siempre ha vivido en estado de calamidad. Ahora se suma la calamidad financiera, pero la situación es muy grave desde los años ochenta. La novedad es la falta de recursos para pagar las horas extras de los policías y para invertir en proyectos, lo que supone un impacto importante, a pesar de que la relación entre financiación y seguridad no es lineal.
El año pasado fue malo desde el punto de vista financiero, pero razonable desde el punto de la seguridad, incluso hubo menos homicidios, pero en 2016 la situación ha explotado con homicidios, robos, la criminalidad en general ha aumentado mucho y las causas todavía no son claras.
La crisis económica es un factor importante, especialmente para los crímenes contra la propiedad, pero creo que una de las razones principales es la falta de continuidad de las políticas de seguridad que se iniciaron con éxito en 2008 y 2009, como las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) o el aumento de comisarías. Por desgracias no ha habido ni el tiempo, ni la reflexión necesaria para cambiar las estructuras del modelo policial. La seguridad sigue muy militarizada, la prevención está olvidada y la investigación casi lo mismo, lo que impera es la represión.
Amnistia Internacional denunció en junio que los mega eventos deportivos en Río de Janeiro iban asociados al aumento de violencia policial en las favelas. En los Panamericanos de 2007 la policía mató a 1.330 personas, y desde que en 2009 se supo que la cuidad sería sede de los JJOO han sido asesinadas 2.500 personas. ¿Esta represión tendría que ver con la cercanía de las Olimpíadas?
No puedo dicer que no tenga nada que ver el aumento de la violencia y este evento, pero no lo veo como una relación directa, no me atrevería a relacionarlo. Los grandes eventos son un riesgo que hay que seguir de cerca, pero el escenario que tenemos en relación a 2007 es muy diferente. En aquel momento el único modelo que había era el de la confrontación armada y las mega operaciones policiales.
En 2009 se implantó el modelo de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que aunque no sustituye completamente al anterior, le da un contrapeso. Ahora tenemos 400 muertos al año asesinados por la policía, lo que todavía es un patamar estratosférico, pero muy inferior a los 1.300 que había en 2007. Lo que vemos en estos momentos es un deterioro en la seguridad que va mucho más allá de las zonas de los Juegos Olímpicos. Muchos de los fuegos cruzados que están sucediendo ahora se producen en favelas distantes de las áreas de turismo y de las arenas olímpicas, no es una novedad en esta ciudad.
Justamente las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) están siendo muy criticadas por diversas ONG de Derechos Humanos. ¿Usted cree que han cumplido su objetivo?
“La seguridad en Río de Janeiro siempre ha vivido un estado de calamidad”
El objetivo inicial era recuperar el control territorial y reducir la violencia, acabar con el tráfico nunca estuvo entre sus objetivos. Es innegable que cuando empezaron en 2009 hubo una importante reducción de violencia letal, los homicidios cayeron por la mitad en las áreas con UPP y los crímenes menores también. Desde 2012 la situación se ha deteriorado mucho en todas las áreas y también en los locales con un UPP, pero no específicamente allí. Lo que pasa es que las UPP se han convertido en el gran fetiche para explicar todo lo que sucede en materia de seguridad en Río de Janeiro. Cuado las cosas iban bien todas las comunidades querían tener una UPP y ahora que van mal, culpan a este modelo de todo, pero no es tan simple. Algunas unidades son tranquilas, otras tienen cierto grado de tensión, y otras como la que está en el Complejo del Alemán no ha servido de nada, la situación es la misma de antes.
El problema principal es que este proyecto era una gran oportunidad para cambiar el modelo de seguridad, pero se quedó en la primera fase de ocupación. No avanzaron nada en la idea de hacer una policía comunitaria, las órdenes siguen siendo de fuera para adentro y de arriba abajo, y las comunidades no las perciben como una fuerza de protección.
Parece difícil que se sientan protegidos cuando vecinos de favelas como La Maré denuncian casos de robo, maltrato y asesinato de parte de policías de la UPP.
Cuando uno va a la favela suele hablar con las personas más movilizadas, que han sufrido muchas pérdidas y cuentan historias durísimas y reales, pero en cualquier comunidad sin UPP los relatos serían iguales o muchísimo peores. Es una visión muy ingénua pensar que por ser un proyecto nuevo se acabaría con la violencia y con la corrupción policial. Pero antes cuando la policía entraba, mataba a mucha más gente. Para algunas personas han sido un fracaso y para otras no. Una investigación de la Fundación Getúlio Vargas que acaba de salir y que habrá que analizar con calma dice que el 60% de las personas de que vieven en comunidades donde se instalaron nuevas UPP, y un 80% que vive en las primeras favelas donde se implantó este modelo, prefieren vivir con UPP que sin ella.
Su principal crítica a este modelo es que no se implantó en las favelas más violentas sino en las que estaban cerca de barrios nobles. ¿Se crearon para tranquilizar a las élites cariocas?
Luchamos con la secretaria de Seguridad para pedir que colocaran UPP´s en las zonas con niveles más altos de violencia, así se mandaba un mensaje a los criminales de que si seguían así perderían territorio. Pero los criterios fueron exclusivamente económicos y políticos. No diría que se hicieron tanto para tranquilizar a las élites, que por un lado también, pero sobre todo para transformar la ciudad en un centro turístico internacional de servicios, y para ellos necesitaban pacificar en zonas turísticas, que suelen ser las más nobles, y también las zonas de mucha circulación, como sucede con la obsesión de entrar en favela de La Maré que les importa exclusivamente porque es la vía de comunicación con el aeropuerto.
Algunas comunidades denuncian que el tráfico ha vuelto a tomar el control. ¿Quiénes son ahora los dueños del morro?
En algunas favelas sí ha vuelto con más intensidad, pero no se puede afirmar de manera general. Los dueños del morro siguen siendo los mismos, por un lado está el tráfico, por otro las milicias, y en algunas comunidades también encontramos a los escuadrones de la muerte.
Todos son grupos de crimen organizado que se distribuyen los lucros de diferentes formas, y en todos hay participación de agentes del estado. Las milicias están formadas exclusivamente por agentes del estado que en su tiempo libre ocupan áreas necesitadas y extorsionan a sus habitantes. También participan en los grupos de exterminio que serían los escuadrones de la muerte, formados por agentes, pero en este caso alquilan sus servicios a terceros, como por ejemplo a líderes políticos.
Dentro del tráfico no hay agentes del estado y ellos no extorsionan a los vecinos, pero sí que pagan a agentes del estado un valor que suele ser mensual y que les permite vender drogas sin preocuparse. Estos serían los actores principales y la situación cambia mucho de un lado a otro. En la zona oeste los que controlan los morros son las milicias, en la zona norte más el tráfico aunque la milicia también es importante, y en Bajada Fluminense mandan los escuadrones de la muerte.
¿La relación entre los políticos y las milicias sigue tan fuerte como hace unos años?
Los políticos tienen claro que para hacer campaña electoral en el morro tiene que hacer acuerdos con las milicias, pero su relación no es la que tenían en 2006 o 2007 donde los propios jefes de las milicias se candidataban para ser concejal o diputado. Ahora han aprendido que la visibilidad les pone en riesgo y son más discretos.
¿Se puede decir que hay una situación de “guerra” en las favelas de Río de Janeiro?
“En Brasil si una persona vive en la favela, se puede acabar con ella”
Visualizar lo que sucede en las favelas como una “guerra” ha hecho un mal enorme a la sociedad. Lo que sucede es un deterioro de la seguridad pública muy serio, a veces con más víctimas que en muchas guerras. Cada año tenemos en Brasil más de 50.000 homicidios, más que en cualquier guerra en el mundo. Pero la guerra es un estado temporal entre dos grupos que tienen un objetivo, del cual uno sale con una victoria de un lado o con una negociación, aquí no tenemos ninguna de las dos opciones. La idea de “guerra” fomenta violencia, justifica la militarización, la vulneración de derechos y todo tipo de ilegalidades. Es una metáfora que el propio estado fomenta y que los medios apoyan, y por eso vemos situaciones tan absurdas como tanques entrando en las favelas, al ser una guerra todo vale. Lo que necesitamos es prevención, trabajo de inteligencia, investigación, militarizar no va a resolver nada.
En Brasil la policía de Río de Janeiro es la que más mata y los asesinatos extrajudiciales apenas aparecen en los medios. Usted habla de una conspiración del silencio
En Río de Janeiro hay una conspiración del silencio en relación a la violencia del estado, y varios grupos son responsables de ello. Por un lado la mitad de la población que cree en la frase de “bandido bueno, bandido muerto”. Por otro lado, los medios que hablan de asesinatos extrajudiciales únicamente cuando la víctima es claramente inocente, como cuando matan a un niño o a una viejita. Entonces la sociedad reacciona y dice que la policía no está preparada, pero no por matar, sino porque se equivocaron de objetivo. El resto de muertos no importa, simplemente forman parte del conflicto que vivimos.
Dentro de esa “conspiración” también incluyo al Ministerio Público que junto con la Policía Civil, por lo general, no suele investigar las muertes. Los fiscales tampoco hacen su trabajo y no denuncian, y por último los jueces que aceptan archivar los casos. Todos estos sectores son responsables de que lo que sucede en Rio de Janeiro permanezca oculto.
¿Y a qué se debe que la mitad de la población apoye la letalidad policial con frases como “bandido bueno, bandido muerto”?
Justo ahora estamos terminando una investigación sobre ese tema donde vemos que en RÍo de Janeiro el 30% apoya esta frase y en Brasil casi un 50% y se debe a muchos factores. En este país hay una tradición de control social autoritario, las policías se crearon en el siglo XIX para azotar esclavos y contener a poblaciones consideradas peligrosas. Eso continúa hasta ahora y en las comunidades más necesitadas entienden que hay que lidiar con la criminalidad a través de la violencia, con la idea de un brazo fuerte que mantenga el orden y la seguridad.
La violencia del estado en Brasil tiene raíces muy antiguas, la tortura policial siempre ha estado presente y este país nunca ha tenido una larga historia democrática. A su vez el 90% de los homicidios no son investigados, el estado no hace su trabajo y se impone una idea muy peligrosa de tomar la justicia por su mano.
¿En Estados Unidos se denuncia cada vez más el racismo de la policía a la hora de disparar. En Brasil vivimos una situación similar?
En Estados Unidos la acción policial tiene un problema de raza muy claro, la población negra se encuentra con una policía mayoritariamente blanca. En Brasil el elemento racial también existe, las posibilidades de que una persona salga viva de un enfrentamiento con la policía es un 8% menor si la persona es negra, y eso sucede tanto dentro como fuera de la favela. Cada vez hay más campañas como la que lanzó Amnistía Internacional de “Joven, negro vivo” que señalan esa característica racista de la policía y de la sociedad y hay que tenerla en cuenta. Pero aunque aquí el elemento racial es importante, el elemento de clase es mucho más fuerte. Si la persona vive en una favela se puede acabar con ella, así de simple.
La Policía carioca además de ser la que más mata también es la que más muere...
“En Río de Janeiro hay más muertes que en muchas guerras”
Sí, es un problema de ida y vuelta y tanto los policías como sus víctimas tienen un perfil parecido. Dentro de la Policía Militar hay una mayoría de raza negra y sulen ser de una extracción social semejante a las personas que enfrenta. Los policías de las UPP´s son los recién reclutados y ninguno quiere estar ahí porque sus condiciones son muy precarias, la mayoría de sus oficinas son contéiners, tienen que subir y bajar de la favela todo el tiempo, no son bien recibidos, se quejan de que apenas tienen un baño, los recursos son mínimos. Sus compañeros de la Policía Militar viven muy estresados, toman medicación psiquiátrica, no pueden dormir, trabajan en sus horas libres porque el salario no les llega. Por lo tanto los policías también son víctimas de estas políticas de seguridad. Es cierto que algunos de ellos hacen cosas horribles, pero también hay muchos policías honrados, no se puede generalizar y decir que son todos un bando de sádicos, no podemos verlos como el enemigo.
¿El aumento de violencia, la falta de recursos en las comisarías y las manifestaciones de la Policía por no recibir sus salarios pueden afectar a la Seguridad de lo JJOO?
No, cuando lleguen los turistas estarán la Fuerza Nacional, la Policía Federal y el Ejército en las calles, por lo tanto no van sentir la violencia de la que estamos hablando, lo que sí percibirán es una militarización brutal de la ciudad. La seguridad será parecida a la de otros grandes eventos, no creo que venga más gente que cuando estuvo el Papa. Sí podrían haber pequeños robos, pero nada que no pueda pasar en cualquier lugar. Ahora mismo el Gobierno está más preocupado por los funcionarios públicos porque si siguen sin recibir los salarios continuarán manifestándose en el medio de los Juegos y eso sí que dará mala imagen. Las protestas de la Policía Civil no tendrán impacto porque ellos se encargan de investigar crímenes, un trabajo más de largo plazo.
La semana pasada detuvieron a diez sospechosos de terrorismo. ¿Qué posibilidades hay de tener un ataque terrorista durante las Olimpíadas?
Un ataque terrorista en Brasil no me parece probable pero tampoco se puede descartar. Hay un peligro como lo hay en cualquier lugar, pero si las Olimpíadas fueran en Europa el peligro sería mucho mayor. Aquí no tenemos población radical, si quiseran crear una célula llevaría mucho tiempo, no es un territorio fácil como lo es el europeo. En relación a las detenciones creo que son personas de muy bajo perfil y, en el mejor o peor de los casos, con un nivel de planificación de actividades criminales muy incipiente. No me sorprendería que varios de ellos fueran simples simpatizantes de ISIS sin ningún vínculo mayor. Me parece que estas detenciones tienen un claro componente político, por un lado para mandar el mensaje a los que puedan radicalizarse o estén en proceso de que hay una vigilancia y, por otro, para los países extranjeros, ya que después de todo, la fuente fue el FBI en varios casos.
¿Qué se puede esperar de la Seguridad de Río de Janeiro después de las Olimpíadas?
Con la crisis económica y política que tenemos tanto a nivel estatal como federal nuestro futuro es muy delicado. Cuando acaben las Olimpíadas los periodistas ya no van a estar aquí para denunciar lo que sucede, y si ahora mismo están pagando los salarios con atraso, cuando acaben los JJOO se acabarán los salarios. En relación a la Seguridad seguiremos viendo que tenemos dos modelos, el de las UPP y el tradicional, de pura confrontación armada, y en momentos de crisis parece que el modelo tradicional será el que prevalezca.
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